lunes, octubre 7, 2024

Exposición “El humo del progreso. El Correíllo La Palma, su época y su recuperación”. Por Verónica Martín

Hasta el 6 de octubre se puede visitar en el MUNA (Museo de Naturaleza y Arqueología) la exposición temporal “El humo del progreso. El Correíllo La Palma, su época y su recuperación”. Inaugurada en abril, aún quedan algunas semanas para disfrutar de este viaje por la historia de esta icónica embarcación. El Correíllo La Palma no sólo conectó destinos y vidas desde principios del siglo XX, sino que trajo con sus vapores un aire de modernidad que cambió el rumbo de nuestro devenir. 

El mar siempre ha sido (y probablemente será) un horizonte de conexión emocional y, a la vez, una forma de aislamiento para los isleños de cualquier orilla. Esa dualidad de sentimientos encontrados debido a la belleza y a la inmensidad inabarcable del océano, que nos separa de otras cosas igualmente queridas, quedó reconciliada con la llegada de las primeras embarcaciones. 

Los correíllos que transportaban correo postal y pasajeros comenzaron a navegar a mediados del siglo XIX por los puertos canarios. La atmósfera marítima de estos iniciales barcos de vapor en las islas nos va a alcanzar desde el momento en que avistemos la entrada de la exposición. Las bocinas nos recibirán, anunciando nuestra llegada a este viaje por las rutas canarias de los vapores de antaño.

El Correíllo La Palma, fabricado en los astilleros de Middlesbrough, empezó a surcar nuestros mares en 1912. No fue el único, ni mucho menos, pero su historia y su posterior recuperación a finales del siglo pasado lo han convertido en un símbolo de las memorias marítimas y el progreso que desembarcaron en nuestras vidas. Podrán comprobarlo en sus billetes de barco, en los anuncios y los recortes de los periódicos de su época, y hasta en los cómics de Tintín. 

Arribarán, asimismo, a una época en la que los vapores trajeron un florecimiento de las comunicaciones en las islas, gracias también al primer tranvía de Santa Cruz de Tenerife, que había sido inaugurado en 1901. Recogía pasajeros a la salida del puerto de la ciudad, y realizaba un trayecto de unos 11 kilómetros, alcanzando hasta La Laguna. El nuevo siglo ofrecía muchas posibilidades para incrementar los desplazamientos de todo tipo, y los vapores y el mismo tranvía eran atracciones populares de las que los isleños presumían ante el mundo. 

A partir del 7 de octubre esta exposición temporal levará anclas rumbo a otros destinos, lejos incluso de Canarias, y se volverá itinerante. Todavía les esperará un poco más este viaje marítimo, antes de que el sonido de su vieja bocina se disuelva en la planta baja del MUNA. 

Texto y fotografías de Verónica Martín

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