domingo, agosto 10, 2025

Exposición «Soledad Sevilla. Ritmos, tramas y variables». Por Álex Ro

IVAM, Valencia, 09 de abril al 12 de octubre 2025.

La mujer, por su propia inferioridad cognitiva, estaba incapacitada para acceder a la complejidad del arte abstracto. Este dogma machista que imperó en el arte de las vanguardias a lo largo del siglo XX, en la España franquista se convirtió en ley tallada en piedra. No tenía capacidad jurídica propia, no era un ser pleno. Ante esta realidad, no extraña que la mujer fuera menospreciada en todos los aspectos sociales, entre ellos el arte.

Este contexto político y cultural explica las dificultades que tuvo Soledad Sevilla (Valencia, 1944) para desarrollar su carrera como pintora. Formada inicialmente en su Valencia natal, terminará sus estudios en la Academia de Arte de Sant Jordi (Barcelona) con una profunda sensación de vacío tras haber pasado por una formación en donde primaba el arte figurativo con carácter historicista tan del gusto del fascismo patrio.

Sin embargo, esa formación académica le abrió las puertas, cuando se traslada a Madrid, de un centro artístico innovador como fue el Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas (SGAFP) del Centro del Cálculo de la Universidad de Madrid en donde se estaba experimentando con las posibilidades plásticas de la informática. Es ahí donde encuentra el verbo de su creatividad, no tanto por las posibilidades de las incipientes computadoras (muy lentas y farragosas de programar) sino por los debates en torno a la posibilidad de crear un lenguaje pictórico basado en las matemáticas. Su “pincel muy tonto” como llamaba a los ordenadores no fue su instrumento de trabajo sino el catalejo por medio del cual vislumbró el mundo. Las líneas, los módulos, las figuras matemáticas pasan a ser la voz de la artista, lo que en sí era una posición política clara frente al arte fascista tan preocupado por narrar los héroes patrios

Sin Título (1968)

Como ocurre en muchas ocasiones, tuvo que emigrar para que se valorara su obra. En los años 60, mientras sus compañeros de seminario comenzaban a hacerse un nombre en el panorama artístico español, ella era ninguneada a pesar de hacer obras d bbe igual calidad e innovación que ellos. No hay que hacer profundos análisis para explicar esta situación: era consecuencia directa del ambiente machista imperante. En el mundillo cultural y artístico de Madrid era vista más como bbo a los varones del grupo, verdaderos innovadores en esto del arte geométrico. Aunque a finales de los años 70 comienza a realizar algunas exposiciones como ocurriera en el Aula de Cultura de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia en 1979, lo cierto es que será fundamental para su carrera la obtención de una beca de estudios en Boston en donde entró en contacto con las corrientes artísticas más avanzadas del momento y comenzó a concebir sus obras como un espacio pleno, completo. Esto ocurrió entre 1980 y 1982 y, al regresar a España, se encontró un país que había cambiado profundamente, en donde su producción artística era vista con otros ojos. Seguramente, jugó a su favor el aurea de prestigio que la rodea el haber hecho las américas.

Como muy bien explica Soledad Sevilla, su arte viene determinado por el reto intelectual que supone trasladar la idea al lienzo, al espacio. Esto es lo que la motiva a estudiar y analizar, no tanto el producto final. Su obra, por tanto, es un medio y no un fin, lo que explica su evolución y cambios técnicos, estilísticos y temáticos. Del módulo pasó a la línea pura y, de la línea pura, a las tramas de colores; del cuadro a la instalación; del gran formato, a lienzos más pequeños; de la geometría a la abstracción. Así funciona la mente de Sevilla.

Sin Título (1977)

Dos series anticipan su fase de abstracción: Meninas (1981-1983) y Alhambras (1984-1987). En la primera revisita el cuadro de Velázquez como han hecho muchos artistas a lo largo del siglo XX y XXI pero centrándose en el espacio más que en las figuras. Esta misma idea de representar el espacio, el aire y la luz, lo desarrolla en Alhambras en donde la arquitectura sutil juega un papel central de su visión en estos años. Será con esta serie cuando comience a utilizar títulos evocativos en sus obras, influida por las epigrafías poéticas de las paredes del Palacio de la Alhambra.

Serie Meninas (1981-1983)
Serie Alhambra (Derecha: Viene con ella a conversar la luna -1985-; Izquierda: Sin tener hora de descanso -1985-)
Hotel Triunfo (1988)

Y de estas pinturas que juega con tramas similares a las cuatricomía, salta en los años 90 a la pura abstracción. Desaparecen las líneas, imponiéndose la pincelada para seguir reflejando lo efímero, lo momentáneo. La vegetación en movimiento, el aleteo de una mariposa, la luz de un atardecer, los espacios, el ambiente… Y entre estos cuadros destacan las grandes composiciones de la serie Insomnio, marcados por una paleta de colores oscuros, negros, de las noches pasadas despierta.

Serie Insomnio (2000)

El espacio necesita espacio en Soledad Sevilla, por ello pronto el lienzo se le quedó pequeño, por muy inmenso que fuera. Esto explica que casi desde el inicio de su carrera, las instalaciones ocupen un lugar importante en su producción para crear ese mundo geométrico que duerme en su cabeza. Lo efímero, aunque sea a escala suprahumana, vuelve a ocupar un lugar central en sus obras con planteamientos como Seven Days of Solitude en donde parte de la idea inmersiva del arte al concebir el patio del claustro del Fogg Museum (Cambridge, Massachusetts) como un lienzo cubierto por líneas diagonales realizadas en tiza blanca para que el paso del público las borrara con sus pisadas. Aunque nunca llegó a realizarla, marca claramente por donde transitará Soledad Sevilla en sus instalaciones entre las que destaca, por ser de la misma época de la serie Alhambras, Fons et origo en donde juega con la luz y los reflejos distorsionados de las ondas capilares. Porque la luz es el elemento fundamental de sus instalaciones con hilos de lana o sus espacios cerrados como en A Las Palmas la que recita la poesía es ella (Las Palmas de Gran Canaria, 1991). La nada aprehendida con las manos, ese es el milagro de Soledad Sevilla.

Instalación Fons et origo (Originalmente de 1987, vuelta a crear en el IVAM 2025)
Fotografía de A Las Palmas la que recita la poesía es ella (Las Palmas de Gran Canaria, 1991)

Y como si su carrera artística fuera un ciclo, los últimos años ha supuesto una vuelta a la línea como expresión, al reencontrarse con la creatividad de su amigo Eusebio Sempere. En este viaje infinito, parece volver en los últimos años a la génesis de su arte, con formas sin principio ni fin como aquellas que creó en el Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas. Al modo de la Cinta de Moebius de Escher, Soledad cierra su círculo creativo mostrándonos la misma realidad desde otra cara. Líneas, pinceladas, geometría, abstracción sintetizan su última producción.

De seda azul medianoche (2018)
Serie Horizontes (2023-2024)

Con esta carrera artística tan plena, se entiende la importancia de la exposición antológica, Soledad Sevilla. Ritmos, tramas y variables, que podemos visitar hasta octubre de 2025 en el Institut Valencià d’Art Modern tras haber pasado previamente por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Todo un universo de lo efímero puesto al alcance de nuestras manos por Soledad Sevilla, Premio Velázquez de las Artes 2020. 

Silencio (2017)

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