domingo, diciembre 22, 2024

Felipe Borrallo, creador de Makoki: “El manga acabó con el cómic porque salía diez veces más barato”. Por Noé Ramón

Este autor pasará a la historia por impulsar el primer Salón del Cómic de Barcelona y ser el creador de un personaje recién escapado de una clínica psiquiátrica 

Felipe Borrallo pasará a la historia del cómic español porque ser quien ideó y creó el personaje de Makoki, uno de los que han tenido mayor recorrido y éxito, seguramente por haber conectado con la parte más irracional y desquiciada  de los lectores. El autor nació en Badajoz en 1947, primero marchó a estudiar a Madrid y a continuación llegó a la Barcelona de 1967, ciudad que lo atrapó y en la que sigue viviendo a sus 75 años. Es defensor del consumo racional de ciertas drogas y fundador del primer Salón del Cómic de Barcelona pero él se confiesa sobretodo un lector y por eso estuvo al frente de la librería Makoki durante cuatro décadas. 

De Barcelona le cautivó la libertad que se vivía en los años setenta, la cercanía a Francia que le permitía adquirir tebeos, ver películas prohibidas en España que no siempre tenían que ser porno y ser testigo del despuntar de los primeros hippies. Todo aquello era resultado de la revolución de París del 68 que marcó a toda su generación, en cuanto consumo de drogas, sexo libre, forma de vestir, pelos largos y una concepción de la vida muy distinta de la que entonces era habitual. Sin embargo, su relación con el cómic fue prácticamente casual. 

-Yo no era guionista. Vivía en el barrio de Gracia con mis amigos los historietistas Gallardo y Mediavilla y al regreso de uno de los viajes de Perpiñán se me ocurrió el personaje de alguien encerrado en un frenopático que se escapa con el casco puesto. El nombre surgió de un perro que teníamos que se hacía muchas makokas que en el argot quería decir que era muy pajillero. Inventé el personaje y lo escribí en una revista que se llamaba La Claraboya, luego en el 77 monté la librería Makoki y otros se ocuparon del tebeo que tuvo mucha repercusión. Todo el mundo reconocía que era un buen trabajo y un buen personaje pero los autores se cansaron y empezó el mal rollo de finales de los ochenta con la heroína. El resultado es que me quedé yo solo haciendo la segunda época de la revista Makoki que acabó también malamente por culpa de los problemas con la censura y los juicios que tuvimos. Luego tras las olimpiadas del 92 desaparecieron las revistas. Sólo quedó El Víbora y Cimoc y además tuvimos aquel problema con la justicia.

-Esa es una historia bastante llamativa. 

-Fue un número especial que era una parodia sobre como la extrema derecha negaba el exterminio de los judíos y las cámaras de gas. Un discurso que usaban como manera de aparentar que eran una especie de derecha tradicional, negando hasta el libro de Anna Frank. Entonces François Mitterrand promovió a esos extremistas para debilitar a la derecha tradicional pero el resultado fue el contrario. En la actualidad podemos ver a partidos como Vox con posibilidades de gobernar y un discurso, aceptado también por el PP, aunque los enemigos ahora son la inmigración, cambio climático, el movimiento LGBT y las feministas. Con todo ello el PP ha roto el cordón sanitario a la extrema derecha. 

-¿Pero puede explicar el contenido del álbum y los problemas legales a los que se enfrentaron?

-Era una publicación de Philippe Vuillemin y Gourio en la revista francesa Hara-Kiri que actualmente es el único cómic prohibido en España. Iba de la vida en Auschwitz y los peor retratados eran los nazis pero los judíos no se dieron cuenta de que era una parodia y los sobrevivientes de aquel campo de concentración nos pusieron una querella. No entendieron nada y cuando se dieron cuenta la retiraron pero la mantuvo otra asociación de judíos llamada Hijos de la Biblia que se encargaban de llevar a los tribunales todo lo que tuviera que ver con los antisemitas. Pero nosotros no éramos antisemitas, ni nos reíamos de la religión, si no de los nazis.

-¿Cómo fue el recorrido judicial que al parecer resultó bastante ajetreado?

-Pues la Audiencia Provincial de Barcelona nos absuelve porque no vio delito alguno pero el fiscal recurrió ante el Supremo alegando que hacían mofa de la religión, y la sentencia al final decía que se podía bromear de historias antiguas pero no de las que eran tan recientes.

-¿Cuál fue la condena?

-Seis meses de cárcel y medio millón de pesetas pero sólo pagamos la multa. Luego recurrimos al Tribunal Constitucional y no nos dieron la razón, después a Estrasburgo y dicen lo mismo. La razón es que España no había firmado un artículo del tratado de Estraburgo donde se reconoce la posibilidad de presentar un recurso, amparándose en el terrorismo porque entonces existía ETA. De hecho, aún no se ha firmado por lo que hoy seríamos condenados igual. Todo eso duró desde el 1989 hasta el 1996, fue un proceso muy largo. 

-¿Cuál cree que ha sido el papel y la importancia de ‘El Víbora’ en aquellos años?

-Muchísima. No era sólo para los jóvenes. Los padres de muchos amigos la llevaban a casa para que la leyeran sus hijas. Era una manera de entender lo que pasaba en aquellos años tras a muerte de Franco. El Víbora supuso una especie de revolución cultural en toda España. Luego vino la Movida madrileña.

-¿Qué diferencia ve entre ese movimiento y el underground barcelonés?

-Íbamos juntos. La única diferencia era que unos se dedicaban más a la música y nosotros más a los fanzines y a los cómics pero estábamos en los mismo lugares, hacíamos la ruta de la noche habitual… Siempre dijimos que la movida comenzó en Barcelona y se trasladó luego a Madrid, aunque ellos creen que es al contrario. Uno de los pilares fue El Víbora. Incluso el movimiento homosexual también comenzó en Barcelona con Nazario, y sus historietas, Ocaña… sus paseos por las ramblas, defendiendo que no eran ningunos enfermos. 

-Usted ha dicho en alguna entrevista que el manga supuso el final del cómic.

-En aquellos tiempos los autores estaban bien pagados pero una página manga salía diez veces más barata y por eso después del 92 tuvo lugar la explosión del manga porque los editores dejaban de contratar a dibujantes españoles que les salían más caros. Pero los del manga ya no son tan baratos. Ahora en el Salón del Cómic tienen su propia sección.

-Precisamente usted fue uno de los fundadores del Salón del Cómic de Barcelona que se ha convertido en el más importante de España. 

-Sí, todo se gestó en la librería Makoki, de allí salió la idea y propusimos hacer un salón como el de Anguleme. Las condiciones que nos pusieron fue que tenían que estar representadas todas las figuras del cómic como el kiosquero, libreros, guionistas… En 2022 se cumplieron cuarenta años con lo cual el primer Salón empezó en 1984.

-¿Qué piensa de la Inteligencia Artificial?

-He visto cosas muy bonitas que se basan en la creatividad del dibujante y luego la máquina las perfecciona porque no es creativa, por ahora, ni nunca. Tan sólo han aprendido millones y millones de ideas. Es una ayuda muy gorda a la hora de colorear pero tiene que haber alguien que le diga lo que quiere. 

-¿Cómo fue la historia de la tienda Makoki?

-La abrí en el 77 y se llamaba tienda de cómics y de ciencia-ficción. 

-Luego pasó a centrarse en todo lo relacionado con el cannabis.

-Sí, sobre sustancias psicoactivas y derechos de los consumidores. Creamos una asociación de estudio sobre el cannabis porque en España el consumo individual no es delito y por eso presentamos un caso práctico que salió todo al revés. Hicimos una plantación propia pero el Supremo nos condenó alegando que si una persona deficiente psíquicamente pasaba por allí y fumaba alguna de aquellas plantas podía sentarle mal, lo cual es ridículo.

-¿O sea que le cayó otra condena?

-Sí, por delito abstracto. Esta vez fue medio millón a cada uno de los miembros de la directiva y a un botánico pero no a los 79 socios porque decían que eran un juzgado muy pequeño. No había ni pruebas porque la guardia civil había quemado las plantas. Queríamos abrir un debate sobre si la prohibición estaba de acuerdo con los conocimientos científicos y el posible  beneficio médico.

-Usted reconoce que sigue consumiendo hachís y LSD. ¿Varía con los años la forma de experimentar estas sustancias?

-Ahora llevó 15 días sin consumir ni cannabis ni tabaco porque me notaba los pulmones muy cargados. El problema es más bien la nicotina. El LSD, la mescalina y la psilocibina las consumo unas dos veces al año porque me conviene hacer un viaje interior para aprender, de autoconocimiento y ver lo que quiero hacer con lo que me queda de vida.

-¿Nunca ha tenido una mala experiencia?

-No. Recuerdo que me decían que durante el viaje no te debes mirar al espejo porque te vuelves loco, pero lo hice una vez y me vi como el jorobado de Notredame, ahí me di cuenta de que no quería ser eso. Siempre me hago la pregunta ¿Quién soy yo? y he llegado a la conclusión de que “soy el que pregunta”.

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