sábado, diciembre 21, 2024

¿Para qué sirven los videojuegos?. Por Lucas Morales

La opinión pública mundial quedó nuevamente dividida la semana pasada por la aparición del videojuego Warhammer 40.000: Space Marine II, un título que adapta casi a la perfección el juego de tablero en el que se basa. Lo que en principio no debería ser un problema -entendemos que ningún aficionado va a objetar nada si se respeta tanto el material original- ha traído consigo una serie de opiniones contrarias y muy, muy duras.

No se ha puesto en tela de juicio la ultraviolencia del cartucho, que está protagonizado por una escuadra de marines espaciales. Estos hombres de dos metros y medio de alto, combinan la complexión de un luchador de sumo con la agilidad del mejor Usain Bolt, y se dedican a hacer picadillo a una legión casi interminable de alienígenas muy parecidos al Alien que inventó Ridley Scott y que diseñó H. R. Giger, de moda otra vez gracias a Alien: Romulus.

El verdadero problema ha girado en torno a que nos plantea un futuro distópico donde se vive por y para el Emperador, un líder ya fallecido cuyo legado es un dominio con puño de hierro en toda la galaxia. El planteamiento totalitario no es una apología a este tipo de regímenes, sino más bien una sátira: ¿quién querría vivir en un universo donde la esperanza de vida de los soldados del Ejército Imperial es de tan solo 5 minutos? ¿Quién está dispuesto a dar su vida luchando contra orcos del espacio, elfos o demonios de otra dimensión en un planetucho sin ningún valor estratégico?

Como ya hizo Paul Verhoeven en su magnífica Starship Troopers, este videojuego nos presenta una sofisticada y magnífica sátira sobre los regímenes totalitarios, donde la vida humana no vale nada y la propaganda y la fe ciega en el sistema tapan los socavones en la carretera. El problema es que, en un momento donde flaquea la mentalidad simbólica, el discurso se nos entrega crudo y somos nosotros los que tenemos que calentarlo en el microondas, servirlo en el plato, masticarlo y tragarlo. Nadie nos va a decir lo estúpida que es la Humanidad de Warhammer 40.000 salvo el menos común de los sentidos.

Esta oleada de críticas ha sido hábilmente surfeada por la realidad, ya que este juego donde prima el entretenimiento y se expande la mitología de este universo con más de cuarenta años de historia, ha sido un rotundo éxito. En tan solo una semana, ha vendido más de dos millones de unidades, lo que le convierte en candidato a ser el título más importante de 2024. Mientras tanto, otros juegos de franquicias ya consolidadas que han priorizado un enfoque moralizante están envueltos en la polémica. Tal es el caso de Assasin Creed: Shadows, que no solo apunta a ser uno de los grandes fracasos de la temporada, sino que además puede llevarse por delante a Ubisoft, su estudio desarrollador, y ha levantado ampollas entre el público japonés al reescribir la historia del país del Sol Naciente situando como protagonista a un samurái negro.

Quizás ha llegado la hora de pensar que el cine, las series de televisión y los videojuegos no tienen por qué lavarnos el cerebro, sino darnos la oportunidad de desparramar por el suelo los de nuestros enemigos mientras frenamos a una horda de criaturas que intenta devorarnos. Bueno, es posible que no haya que ser tan radicales y simplemente pedir que todos estos productos se reconcilien con su origen. No está mal que nos hagan reflexionar, a veces es necesario, pero tampoco es un pecado que otros juegos, simplemente, nos entretengan y nos hagan olvidar lo amargo que puede ser el día a día, aunque solo sea por un momento.

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