“Siempre he sido un defensor de la doble naturaleza del teatro, el teatro es literatura y es espectáculo, y una cosa no invalida la otra”, asegura el director y dramaturgo, al que la quinta edición de MAPAS Mercado distingue con el Premio Cartógrafo Ilustre
El dramaturgo y director teatral José Sanchis Sinisterra (Valencia, 28 de junio de 1940) recibe este jueves 7 de julio, en el Auditorio de Tenerife Adán Martín, el premio Cartógrafo Ilustre 2022 que le otorga el Mercado de las Artes Performativas del Atlántico Sur, MAPAS. Un reconocimiento y homenaje a la trayectoria profesional al autor de más de 50 piezas teatrales, que se ha significado como uno de los grandes renovadores de la escena, y cuyo trabajo ha marcado y formado a generaciones de dramaturgos, autores y directores. Sanchis Sinisterra mantendrá una conversación abierta al público, a las 12.00 horas, con Fabio Rubiano, director de Teatro Petra, para recibir posteriormente, a las 13.00 horas, el homenaje de MAPAS Mercado.
MAPAS Mercado en su quinta edición le distingue este año con el galardón de Cartógrafo Ilustre. ¿Qué le parece este reconocimiento?
La verdad es que me sorprendió mucho porque no tenía noticia de la existencia de este premio, y en principio uno se lo toma en sentido literal, y pensé, ¡pero si yo me extravío siempre, soy un desastre para los mapas [risas]! Me sorprendió el premio hasta que me enteré que estaba detrás MAPAS, que es un proyecto del que he oído hablar pero del que no tenía mucha información, y me he sentido la verdad muy intimidado por la naturaleza del premio.
Su carrera profesional está muy vinculada a Latinoamérica, y en concreto al Festival de Manizales, en Colombia. En 1985 comenzó una fructífera relación profesional y de magisterio que mantiene. ¿Qué me puede contar de aquellos años y cómo comenzó todo?
Hay una cosa y esto cierto, y lo digo a menudo cuando se plantea la cuestión, y es que en mi vida hay un antes y un después de mis contactos reales, concretos y específicos con América Latina. Antes había tenido una cierta fascinación por el mundo latinoamericano en la época de la universidad, me interesó mucho la devastación de las culturas precolombinas por los conquistadores españoles, fue un tema que me impactó. Luego y a partir de mi amistad con José Antonio Labordeta, poeta, escritor y luego político, con quien coincidí en el Instituto de Bachillerato de Teruel, me abrió un poco las puertas y me hizo descubrir pare de la narrativa latinoamericana. En aquella época yo era muy afrancesado, muy impregnado de la cultura europea, de Bertold Brecht, y a través de Labordeta se me desplegó ese paisaje impresionante de narradores. De manera que yo tenía una especie de predisposición. Cuando el Festival de Manizales, Octavio Arbeláez nos invitó al Teatro Fronterizo con la obra Ñaque o de piojos y actores, crucé el océano y aterricé en Colombia, fui a Medellín y fue un impacto que no ha cesado de producirse. Es verdad que a partir de ese momento se convirtió en una especie de horizonte, casi diría yo, necesario: viajar a Latinoamérica, conocer el teatro latinoamericano y hacer amigos y amigas, y participar en el máximo de experiencias como puente con España.
Colombia fue la puerta de entrada al continente y el comienzo de una relación profesional que se mantiene hasta hoy.
Hay un detalle concreto que me gustaría destacar como una especie de homenaje personal a quien fue mi primer hermano latinoamericano, y es que justamente en esa estancia en Manizales, que era un festival que entonces convocaba a lo mejor del teatro latinoamericano, y eso me permitió ver espectáculos de grupos y compañías que no conocía, pero además me pidió Octavio Arbelaez que hiciera un pequeño taller de dramaturgia, tres o cuatro mañanas, al terminar se me acercó uno de los participantes, Luis Carlos Medina, de Medellin, y me explicó que era profesor de la Facultad de Artes en la Universidad de Antioquia, en Medellín, y yo habla de dramaturgia, de texto, de escritura dramática, y me dijo que en Colombia y en otros países latinos, en aquella época, el teatro de texto practicamente había quedado relegado a una especie de bruma del pasado, puesto que la creación colectiva, que además tenía su foco de difusión en la propia Colombia, había desterrado al teatro de texto, y que yo fuera a Medellín a hacer esta especie de reivindicación del texto. Fue un poco la propuesta de Luis Carlos Medina lo que me llevó al año siguiente, en 1986, a viajar a Medellin y hacer un taller donde combiné la dramaturgia de textos narrativos con la dramaturgia textual, y ahí comenzó todo, mi descubrimiento de Latinoamérica.
Su papel en este caso fue un revulsivo para recuperar y reivindicar el teatro de texto
Me gusta pensar que en algo contribuí a esa revalorización del teatro de texto, que también en España estaba siendo minusvalorado. Siempre he sido un defensor de la doble naturaleza del teatro, el teatro es literatura y es espectáculo, y una cosa no invalida la otra.
En Barcelona, en la sala Beckett se hicieron talleres de dramaturgia para profesionales del teatro de Latinoamerica que propiciaron que se formara una nueva generación de dramaturgos.
Eso fue una circunstancia muy mágica. En el 1989 y como consecuencia de mis contactos con el teatro latinoamericano y mi apreciación del enorme valor de muchos grupos en contextos adversos, que allí abrían salas, empujaban iniciativas, cuando regrese a España de un semestre que estuve en Medellín, creo que ya había ido a Cuba, a México también, tomé la decisión de abrir ese espacio, la sala Beckett, y uno de sus primeros objetivos era establecer un puente con América Latina. La oportunidad llegó en 1992 con los fastos del quinto centenario, que me pareció una buena ocasión para pedir ayuda a las instituciones, y entonces efectivamente organizamos en Barcelona un taller de creación y producción para teatristas latinoamericanos. Vinieron un mes gente de teatro, y fue una experiencia extraordinaria, que se continuó unos años más. Eso es porque era la época de las vacas gordas y había una voluntad de tender puentes por parte de la administración. La selección de esos primeros talleristas fue una serie de personas que había conocido o tenía referencia, y al año siguiente pudimos hacer una convocatoria formal. Había que aprovechar la ocasión. En esa época no había internet, o por lo menos no tenía la presencia total que tuvo después, con lo cual fue una dimensión interesante porque los propios talleristas latinoamericanos no tenían información de lo ocurría en otros países del continente, con lo cual esa convivencia en Barcelona sirvió para crear lazos entre actores, directores, directoras, autores y autores de varios países latinomericanos que hasta entonces no tenían información recíproca.
El Teatro Fronterizo le sirvió para dar vida a muchos de sus textos, a través de Nuevo Teatro Fronterizo sigue alimentando la vocación de trabajar con Latinoamérica, qué planes tiene de cara al futuro?
Dos cosas. Una positiva y otra negativa. La positiva es que en 2011 o 2102 apenas abierto el local de Nuevo Teatro Fronterizo, en Madrid, aquí en Lavapiés, conectamos con un grupo de estudiosos del teatro latinoamericano que estaban haciendo un master en la Universidad Carlos III. Y entonces a través de contactos, sobre todo una directora mexicana Gema Aparicio, organizamos, ella fue realmente quien lo coordinó, un ciclo de lecturas dramatizadas de obras de los países de los que había alumnos en el master. Fue muy interesante porque una de las actividades que tuvo continuidad fue ese ciclo de lecturas de teatro. A partir de ahí, hemos seguido en la medida de lo posible poniendo el acento en el tema latinoamericano. El problema es que en la actualidad estamos en una crisis tremenda, es más, puedo anunciar que el teatro (fronterizo) va a cerrar y estamos preparando el modo de cerrar el proyecto, aunque están apareciendo tentativas de reflotarlo en otoño, pero de momento estamos en fase, diríamos terminal. Las instituciones de momento no han movido un dedo y es una lástima que el proyecto, que hemos sobrevivido al principio de la pandemia, tuvimos que dejar el local porque era pequeño y no reunía las condiciones sanitarias, pero poco a poco el estrangulamiento de la situación económica y de la propia disputa de la presencialidad ha ido asfixiandonos.