Hasta el 31 de agosto en la SAC de Santa Cruz de Tenerife (Sala de Arte Contemporánea) se puede visitar la segunda exposición de la artista emergente Patricia Santana Domínguez (Gran Canaria, 1999). En este proyecto el paisaje de las salinas son el protagonista de su obra. Santana estudió Diseño Industrial y cursa Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia. Ha recibido varios reconocimientos en distintos certámenes, como el concurso de talentos Gran Canaria Arte Joven, y desde hace 8 años participa también en muestras colectivas. “Habitar la salina” es su segunda exposición individual tras “Sumergirse” en 2023.

El recorrido se divide en tres temas: Salinas, Tumbar la nata (en referencia a la acción de romper la capa superficial para que siga el secado y la cristalinización) y Nadar entre salinas. La primera es de carácter figurativo, la segunda es abstracta y la tercera es aquella en la que buceamos en ellas para finalmente “habitarlas”. Este itinerario visual con tres paradas deviene en una especie de cromoterapia para el visitante, que contempla este marco marino como un viaje tornasolado. Pero, especialmente, es una plasmación de la singuralidad de este paisaje, de su impresionante belleza, y del valor cultural que imprime en aquellos que nacimos al lado del mar. Agua, sal y sol son una trinidad omnipresente en las vidas de todo isleño. Quizá, por eso, las salinas representan un escenario que significa mucho para cualquiera de nosotros.

Las tonalidades de las salinas, desde la luz que las baña hasta la gama cromática de la sal, desde la visión objetiva percibida solo con los sentidos hasta la abstracción imaginada de dicha visión…todo ese colorido se plasma en estas pinturas. El itinerario por estos cuadros nos atrapa en una variedad de luces (al fin y al cabo, el color es un producto de la luz) que explora sus múltiples perspectivas visuales. Luego, está la visión como paisaje cultural arraigado a nuestra tierra: una construcción no natural, y sin embargo un símbolo de nuestra esencia. Este paisaje, sin duda, forma parte de nuestra retina vital y emocional, y esto nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre un paraje tan común para nosotros como ignorado, como si se diera por hecho, como si siempre hubiera estado allí, como si formara parte intrínseca del océano. Pero no es así; es algo que nos pertenece, sí, por lo tanto podemos y debemos identificarlo como nuestro. Un panorama que implica muchos aspectos de diferente trasiego humano: la elaboración de un alimento, el aprovechamiento de los recursos naturales (desde la posibilidad de la sostenibilidad, por cierto), una labor ancestral y una comunión con la vida marina. Un pedazo de territorio con el que nos sentimos identificados los isleños, y que nos recuerda parte de nuestra idiosincrasia. Por lo tanto, “Habitar la salina” es más que una metáfora; es una llamada a través de su particular belleza a conectar con nuestra identidad.

Texto y fotografías de Verónica Martín
@veromar.tfe