Cuarenta años después de abandonar el hotel Overlook, nos encontramos con Danny Torrance ( convincente Ewan Mcgregor), aún en conversaciones con su amigo fantasma-ángel de la guarda (aquí un Carl Lumbly voluntarioso, que, sin embargo, no logra hacernos olvidar al gran Scatman Crothers), que le habla de la comida y el vapor, de cajas y como encerrar a nuestros demonios (aquí, en sentido literal) y de guiar los pasos de jóvenes advenedizos en controlar el resplandor… Rose vive en comunidad, le gusta comer infantes resplandecientes, y junto a Cuervo, lidera con avidez y hambre constante, a la manada. Una monumental Rebeca Ferguson (Life, Mision imposible) con chistera y su troupe, quizá sea el punto más inquietante de una secuela (literaria y cinematográfica) que llega tarde, pero deja buen sabor de boca.
Mike Flanagan escribe y dirige, basándose en el best-seller de Stephen King. Nos reencontramos con fantasmas del pasado (nunca mejor dicho), alcanzando un tono adecuado, mediante un suspense adictivo que nos desfallece jamás. Con pasajes que nos pueden recordar a El sexto sentido o incluso Blade Runner 2049, la película jamás alcanza el nivel de la obra maestra de Kubrick, pero supone un entretenimiento terrorífico de primer orden. Cliff Curtis (Sunshine, 10.000) y Bruce Greenwood (Gerald,s game) completan un reparto magnifico, en el que no podemos obviar al hombre alto de Twin Peaks, Carel Stryuken. Infinitamente mejor que Cementerio de animales o It (a los remakes me refiero), el clímax es un fandom service en toda regla, en donde chirrian ciertos flashbacks nuevamente filmados (atención a un chanante Henry Thomas como… ya lo veréis), pero su conclusión es plenamente satisfactoria.
¡La película de Halloween de este año! ¡Atención a la envolvente banda sonora!