domingo, octubre 6, 2024

Crítica: Película «Elvis». Por Luis Méndez

Elvis Aaron Presley, mejor conocido como Elvis Presley, o incluso simplemente Elvis, falleció supuestamente por una sobredosis un 16 de agosto de 1977 con tan solo 42 años, a una muy temprana edad, tal y como ha sido el caso de – por un motivo u otro – muchos grandes nombres de la música moderna (Jim Morrison, Hendrix, Janis Joplin, Lennon, Marvin Gaye, Bob Marley, Freddie Mercury, Michael Jackson, Kurt Cobain, Amy Winehouse, etc.), pero que antes de irse de este asifixiante mundo lograron cogerlo, a este y a su gente, y sacudirlo enérgicamente a su manera a base de mucho talento artístico, furia, locura, rebeldía, controversia,… y también varios excesos, como no podía ser de otra manera. Atrás dejó ese día Elvis Presley a una esposa, Priscilla, y también una hija, Lisa Marie, además de un “coronel farsante” del que nunca logró despegarse, así como un legado cultural que casi medio siglo después de su muerte nos sigue pareciendo imborrable, pues no en vano este mismo mes se ha estrenado en cines el esperado biopic Elvis, cuya dirección corre a cargo del director australiano Baz Luhrmann, despertando de este modo un posible nuevo interés por esta inigualable figura legendaria de la música americana.

Carteles promocionales de la película

Como todos sabemos, el chico nacido en Tupelo, Misisipi, empezó escandalizando a una buena parte de la gente de su país moviendo sus caderas y su pelvis en el escenario de forma descarada y desenfrenada (cosa que en cierto modo ya hacían los mucho menos conservadores vecinos negros que tenía en su entorno y que él tanto emulaba). Nadie más parecía saber hacerlo como lo hacía él, de tal modo que es así cómo logró enamorar a quinceañeras de entonces, llevándose incluso más tarde a muchas de estas jovencitas ávidas de sexo a la cama, y a menudo acompañado de drogas (eso sí, todo esto lo hacía a escondidas de su amada mujer, que no pecaba de inocente pero sí durante mucho tiempo de ser una esposa sufridora). Las drogas le ayudaban a soportar un calvario personal que tenía su raíz en los medios y en ciertos aspectos de cómo de un lado u otro se estaba llevando su desorbitante carrera, eje central de la película de Luhrmann, pues Elvis no se distanciaba mucho de un animal exótico encerrado dentro de un magnífico zoo.


Tras ponerse camisetas hawaianas o chaquetas de cuero al más puro estilo Marlon Brando de motero, y hacer una pequeña incursión en el mundo del cine, Elvis Presley acabó finalmente vistiéndose en su etapa más madura con lentejuelas y capa (imitando en cierto modo así a su superhéroe favorito de las páginas de cómics, el Capitán Marvel Jr.) Y no olvidemos que Elvis Presley no dejaba de ser admirado por una legión de varones también, y es que muchos compatriotas del cantante veían en él a un “good American boy” con patillas y peinado engominado que parecía encarnar la rebeldía adolescente misma de mediados del siglo XX, interpretando de paso unas altamente exitosas canciones pegadizas de rock and roll con esencia de blues o bien baladas enamoradizas cuando la calma reinaba ocasionalmente en el escenario (y que todavía a día de hoy unas y otras suenan en cadenas de radio de medio planeta, a veces como excelentes covers, ojo). Y es que Elvis era alguien que estos chicos de antaño deseaban poder ser, aunque solo fuese como una burda imitación del mismo paseándose por las calles de Las Vegas con sus hoteles de lujo y casinos descomunales, con o sin gafas de sol, con o sin unos kilos de más, pero siempre con ese espíritu suyo que no dejaba a nadie indiferente y que bien vale ser retratado en un largometraje. Luhrmann parece haber oído esas plegarias y por lo tanto nos ha entregado ese mismísimo producto que muchos llevaban pidiendo, y que inevitablemente no acabará siendo del agradado de todos (como sucede con otras pelis suyas), sobre todo entre aquellos que desean un estilo más convencional para un biopic, tal vez algo más parecido a Bohemian Rhapsody, pero que vuestro servidor considera que estamos aquí ante una obra maestra que únicamente Moulin Rouge logra superar en la más que decente filmografía de este director.

En el caso de Elvis Presley, cabe antes de seguir con esto señalar que nos hallamos inequivocadamente ante uno de los más icónicos, influyentes y populares artistas musicales que haya existido jamás y que simplemente por eso merece la pena ver un biopic basado en su vida: no en vano, en tan solo veintipocos años Elvis Presley consiguió marcar la historia de la música americana además de convertirse, y esto es algo indiscutible, en una de las figuras más representativas de los Estados Unidos dentro de un periodo histórico increíble de este país que va desde los años 50 hasta los 70, dejando asimismo para la posteridad un ‘Elvis’ distinto, tanto en lo musical como en lo estético, para cada una de las tres décadas que lo conforman. No olvidemos que es dentro de este inconfundible e irrepetible marco que se generó una auténtica revolución en la música anglosajona con bandas tan emblemáticas como The Beach Boys, The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd, Led Zeppelin, The Doors, The Bee Gees,… pero también a variopintos artistas individuales cuyo talento singular les permitió consiguir atrapar a miles de seguidores, como es el caso de Bob Dylan, Van Morrison, David Bowie, Lou Reed o Johnny Cash, o incluso el dúo Simon and Garfunkel, y entre los cuales también figuran decenas de afroamericanos cuya aportación a la música moderna es incuestionable, hasta el punto que sin ellos, sin su blues, su gospel y su soul, no existiría una gran parte de lo que llamamos música moderna, tal y como la conocemos en la actualidad, en la cual se incrusta la del propio Elvis, todo sea dicho. Algunos de estos músicos son Chuck Berry, B.B.King, Little Richard, Ray Charles, Sister Rosetta Thorpe, Aretha Franklin, Stevie Wonder, The Supremes y The Jackson Five (un puñado de ellos salen en la peli, de hecho). Y así pues, del country a lo Hank Snow, por cuestiones geográficas, pero sobre todo de esto último, de la música negra, fue de donde Elvis Presley bebió hasta la saciedad, es decir, de la música de un colectivo sumergido en una lucha interna por los derechos civiles ya que todavía por aquellos años sufría segregación e injusticias por su condición racial. De ahí surgió Elvis Presley, un cantante blanco, es decir, privilegiado, pero apasionado de la música negra, un blanco guaperas sureño de educación cristiana y con alma de negro que supo, no sin cierta ayuda fortuita, dar en todas las teclas para alcanzar el éxito supremo, y que cuando una vez superada la euforia ese globo parecía querer desinflarse, él resurgía y lo volvía a inflar, sobreponiéndose con su forma de ser y actuar a los obstáculos que se cruzaban en su camino pero que a la larga, cierto es, lo fueron poco a poco debilitando, desafortunadamente. Aunque, como canta Bono, el de U2, “Elvis ate America, before America ate him”. Así fue.

Casualmente la carrera de Elvis parecía ir en paralelo con los acontecimientos históricos de su país que estaban afectando de forma negativa al pueblo americano puesto que con mucha tristeza, durante esos años de aparente esplendor, éste fue testigo a través de una pantalla de televisión y de la narración del Walter Kronkite de turno de ese inexplicable homicidio de un presidente tan querido como John F. Kennedy y el de su hermano, Robert, así como el del carismático predicador y luchador por los derechos civiles Martin Luther King. Todo esto precisamente es lo que parece también haber querido mostrarnos Luhrmann en un segundo plano dentro de este particular y fenomenal biopic sobre la figura de Elvis.


A esto se suma que la película Elvis también es de interés al querer exponer al espectador la narración de una vida ilustre más que interesante dotándola en este caso de un envoltorio visual y sonoro apabullante basado en acertados movimientos rápidos de cámara que si hace falta nos pueden llevar sin pesar el freno lo más mínimo de Graceland a Las Vegas con cartel luminoso de por medio incluído y luego de fondo una potente banda sonora omnipresente a lo largo de toda la peli, a cargo de Elliott Wheeler, que está sacada del grandioso repertorio musical de Elvis Presley pero donde también hay un espacio para las influencias musicales del cantante. Luhrmann, para quien todavía no lo sepa, es conocido por tener un marcado estilo autoral, a menudo muy colorido, intenso y apabullante en el plano visual y sonoro, tal y como se ha podido ver en películas suyas anteriores como Romeo + Juliet, El gran Gatsby y el muy aclamado musical Moulin Rouge, y todo ello aquí es algo que vemos que está muy presente y desde luego muy en sintonía con la vida rocambolesca e intensa que llevó Elvis.

En cuanto al guión de la película, la clave está en su espina dorsal, es decir, de hacerlo muy acertadamente a través de la longeva y altibaja relación existente entre Elvis y su manager, el coronel Tom Parker. Este personaje desempeña el papel de auténtico villano de la película pero, por si fuese poco, es el que se encarga de narrar la historia de Elvis en un golpe de maestría de Luhrmann; es decir, que es en gran medida a través de los ojos del peculiar Parker que desde nuestra butaca contemplamos esta versión que nos es contada de la vida de un tal Elvis Presley, como hombre por un lado y como producto comercial por otro.

Como punto final, no se puede pasar por alto las brillantes actuaciones del reparto, empezando por la de un transformado Tom Hanks como el coronel Parker, pero sobre todo la del joven intérprete Austin Butler que brilla con luz propia y cuya actuación es más que convincente (que a todas estas nos puede en cierta medida hacer recordar la de Taron Egerton como Elton John en la más que notable Rocketman), incluso en la difícil labor de cantar más de una docena de temas archiconocidos de Elvis Presley y por supuesto en sus destacados movimientos.

Las pegas a la peli, que he preferido no mencionar, son tan insustanciales que he considerado más sensato no detenerme en ellas, ya que el largometraje de Luhrmann, con un poco más de dos horas y media de duración, está tan repleto de cualidades que sería empañar una opera magna de forma inmerecida.



Nota: sobra decir que la visualización de este película en v.o.s.e. es imperativa.

Imagen en portada promocional de la película

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