lunes, diciembre 23, 2024

Crónica: El gen Cedrés en La Bowie. Por Adrián Gómez


En la calurosa noche del 12 de agosto, La Bowie respira poesía con los acordes de Lucho Rivera. Es solo un aperitivo del plato fuerte. El cantautor es también el encargado de los vientos del plato principal. El Gen Cedrés.

Emilio Cedrés está al mando de un proyecto musical tan fascinante como alocado, que supura pasión musical, pues es una coctelera-locomotora, donde cabe funky, flamenco, Bossa Nova y mucho Rock. Bregado en mil batallas, Cedrés en un todo terreno que ha tocado en todos lados con casi todo el mundo.

Se junta con Andrés Cabrera a la batería, Frigol García al bajo (haciendo un alarde de tripas corazón… nunca mejor dicho), y Lucho a la flauta, con envoltorio arábigo andaluz, cuando toca, y jazz rock en varias tonadas. El planteamiento era foguear repertorio, y que el público seleccionara el material escuchado en vivo, para posterior plastificación (o disco virtual… aunque estos tunantes, que no tunos, no creo que estén por la labor). Así, en temas como Mi Guerra o Gente que no vale la pena, al margen de crítica social, rezuman mala hostia sonora. Hacen hincapié con El pasodoble de los gilipollas, y la fusión de estilos llega al culmen con La fábula de las pirañas o Fuego. Hay metralla, mientras Robe Iniesta le da la mano a Frank Zappa (esos desarrollos instrumentales), o Javier Krahe guiña un ojo a Zack de la Rocha. Tintes progresivos ornamentan unos textos irónicos y, digámoslo ya, necesarios, tal cómo está el patio… porque mientras cansautores de autoayuda aburren al personal con el oído entrenado, estos francotiradores musicales se llevan esa noche el gato al agua… entre piernas y cuerdas rotas, entre el delirio y el amperio, entre el verbo y el acervo, acordes y acuerdos, cuando el experimento funciona, no hay timo que valga… el duende está ahí, ahora solo falta que el resto lo atrape… Un show como una catedral

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