«Amsterdam» es el largometraje más megalómano, ostentoso y abigarrado que ha dirigido David O. Russell hasta la fecha.

En su décimo intento de lograr el retrato americano definitivo que lo catapulte al firmamento de Scorsese, Hughes o Capra, O. Russell se deja las entrañas para hilvanar los mimbres de una historia cuya magnitud y trascendencia pesan como una losa monumental sobre sus hombros.

En «American Hustle», su mejor largometraje hasta la fecha con permiso de «The Fighter» o «Silver Linings Playbook», O. Russell logra una magnífica cohesión tonal y narrativa, gracias en parte a un montaje enérgico y certero, atestado de manierismos «scorsesianos» de los que se desembaraza totalmente en este último trabajo en pro de un palimpsesto, escrito capa sobre capa, con un cariz más clásico y grandilocuente que, por desgracia, no llega a eclosionar del todo.

El reparto coral es sin duda lo mejor de un filme en el que Christian Bale nos regala, como viene siendo habitual, una interpretación sobresaliente, mientras que Margot Robbie brilla con una luz tan fulgurante que eclipsa a cualquiera que comparta unos minutos de metraje a su lado, incluyendo al propio Bale.

Pese a su desmedida ambición y sus más que innegables imperfecciones, «Amsterdam» deja un regusto más dulce que agrio en el paladar, de esos que se saborean con cierta satisfacción aún sabiendo que a la postre pueden provocar una tortuosa digestión.

Imagen promocional de la película