A pesar de las inevitables similitudes de The Batman con la trilogía de Nolan, el director Matt Revees ha manejado un elevado número de referentes con la habilidad de no caer en el pastiche. Desde el momento del estreno, mucho se ha hablado sobre las múltiples influencias, conscientes o inconscientes, perceptibles en su metraje: pictóricas, musicales, del mundo de las viñetas y, evidentemente, cinematográficas. Entre las últimas, algunas sobrevuelan gran parte del argumento hasta el límite de la reinterpretación, en especial la ya canónica Seven de David Fincher (aunque no podemos olvidar otra de las obras maestras de este director: Zodiac). El propio Matt Revees ha enumerado films en los que abiertamente se inspiró, principalmente policíacos, cine negro, urbano, en su mayor parte setenteros. Títulos como Chinatown, The French Connection, Taxi driver o Klute.
Otras influencias se ciñen a momentos determinados de la película, a secuencias puntuales o a meros planos. Es el caso del Batmóvil en llamas, que remite al Christine de Carpenter o la influencia visual de la inevitable Blade Runner en ese Gothan saturado de grandes pantallas luminosas. Dentro de estas últimas se inscribe la del maestro nipón Akira Kurosawa y, más concretamente, la de uno de sus mejores films: El infierno del odio.
Vinculado por muchos al género jidai – geki (cine de época japonés) y en especial al chanbara (cine de samuráis), Kurosawa nos dio un puñado de grandes películas que nada tienen que ver con este tipo de obras. Entre ellas destacan dos portentosos thrillers, como son El perro rabioso y el antes aludido.
El infierno del odio es una adaptación de la novela negra King`s ranson del escritor norteamericano Ed McBain. La traducción literal del título original sería Cielo e infierno, opción esta que se ajusta más a la carga de crítica social que contiene la película. Su influencia directa en The Batman se produce por la similitud entre su última secuencia y la del film de Revees en la que Batman visita a Enigma en el Asilo Arkham. La influencia no es solo estética, sino conceptual.
En la película de Kurosawa, el protagonista, un industrial interpretado por Toshiro Mifune, visita en la cárcel al secuestrador que, creyendo que se trata del hijo de este personaje adinerado, raptó al hijo de su chófer. En ambas obras la ambientación es similar: una estancia de pequeñas dimensiones, austera, dividida en dos por una reja o un cristal enrejado; y en ambas mantienen una tensa conversación que ahonda en los motivos del criminal. Como Enigma, el villano de la función es un joven de cierta cultura, pero que arrastra un pasado de orfandad miserable y que ha desarrollado un odio visceral a los privilegios que confiere la riqueza. Los paralelismos son evidentes. El estudiante de medicina de la obra de Kurosawa habita en una casa mísera, en la zona pobre de la ciudad. Desde allí puede ver, envidioso, la lujosa casa del industrial sobre una colina.
Desde allí el odio va arraigando en su interior. De modo análogo, Enigma envidiaba y odiaba al joven Bruce, el huérfano afortunado viviendo en la Torre Wayne.
En ambos casos se sugiere además un proceso de identificación entre los dos personajes. Como bien indicó el crítico Manuel Vidal Estévez en su libro sobre Kurosawa: “El tema del doble vuelve a aparecer en el discurso de Kurosawa. El condenado a muerte grita desesperado las razones que le impulsaron a cometer sus delitos.” Cierto que la simbiosis de Batman con alguno de sus villanos, especialmente con el Joker, presentándolos como las dos caras de la misma moneda, no es nueva; pero supone otro punto de contacto con este referente. Autor: Juan Báez
Bibliografía:
– Vidal Estévez, Manuel, Akira Kurosawa, Madrid, Cátedra, 1992
Imagen en portada promocional de la película