Hay cultura de rock en Tenerife? Hay tradición de grandes conciertos? Hay un público? La eterna pregunta…. pero…hay interés?
Hay bandas. Hay movimiento. Hay hambre… pero… hay interés?. Ya sabemos que estilos musicales dominan por estos lares… pero cuando viene una vaca sagrada, se masca la tragedia. Un servidor ha disfrutado aquí de grandes nombres (Van Morrison, Eric Burdon, Jethro Tull, Iron Butterfly, The Quireboys, Ike Turner, Robert Cray, Buddy Guy, Chuck Berry…). Algunos al aire libre, como el de Aerosmith en el estadio, o Rod Stewart y Elton John en el campo de golf de Adeje; excelentes iniciativas desde el punto de vista logístico. Del boicot que sufrieron los de Boston por parte de la prensa (especializada?) ya está todo dicho, al igual que del supuesto » pinchazo» del Boss en Gran Canaria. Y de la cacareada espantada del que hoy nos ocupa hace diez años, también. Las acusaciones de divo y de las exigencias; desde el catering hasta el recinto del evento, son tan creíbles como la cuenta corriente del ratón Pérez… y llegamos a éste sábado 3 de junio . Campo de fútbol de Adeje. Y bien; entrada general y entrada preferente. No voy a entrar en las premium o vip, pero si en el ridículo de la división, en un lugar donde no existe tribuna o palco, sino gradas de dos o tres escalones, detrás de los insuficientes baños portátiles. Insufribles colas para ir al WC, demoras y conflictos varios en las mismas, público desconcertado y desconcertante y malas vibras cerca de la barra. Poca asistencia a conciertos. Ojo. No todos. Tuve el placer de reencontrarme con caras conocidas y melómanos de toda la vida…pero el clasismo imperante dividiendo a gallinero y vulgo es de lo más demencial que he visto en años. La mala gestión en el servicio de transportes (con preferencia por amistades pactadas) y la desorganización general en la operación salida, muestran unas costuras que demuestran que aún estamos en pañales con respecto a otros recitales, foráneos o no . Dicho esto, vamos con el show en si.
Abre Joe Sumner, el hijisimo, para calentar. Abarrotado el campo, con la valla metálica aludida, resulta un cruce indigesto entre Jack Johnson y Ed Sheeran. Defiende su cancionero con dignidad, pero no llega..y es que el talento no se hereda. Nuevo parón, hasta que suenan los primeros acordes de Message in a Bottle.. hemos captado el mensaje ( nunca mejor dicho)..somos muchos náufragos..más de los que quieren muchos. El SOS ha sido enviado y el público está rendido. Somos aliens ilegales?. Englishman in New York es la segunda tonada. Con éste comienzo sólo se puede bajar..nada más lejos de la realidad…Every Little Thing She Does is Magic es seguida por Set Them Free. Sting está en plena forma e intercala sus éxitos en solitario con el repertorio de la banda que impactó a medio mundo en plena New Wave. Hay hambre de The Police, y el bajista lo sabe. Se desenvuelve bien a las cuatro cuerdas , y lleva un colchón sonoro de primera línea, desde el harmonicista hasta los coros. El fiel Dominic Miller no es un Guitar Hero, pero se desenvuelve con soltura y elegancia. No le veo mucho sentido al micrófono con pinganillo. Puedo entenderlo en performances más bailables tipo Madonna o Michael Jackson, pero no lo concibo aquí. Tampoco en Mick Jagger… en fin.
La sucesión de himnos es imparable (If i Ever lose my faith in you, Brand New Day, Fields of Gold) y llega el momento de bajar el pistón. Nos relajamos con (la inesperada) Why Should I Cry for You (dedicada a su padre) y la bellísima Shape of my Heart. El británico ha rockerizado su repertorio, acorde con las regrabaciones de sus clásicos en el disco My Songs, motivación de ésta gira. Volvemos a pisar el acelerador ante un público que chapurrea en inglés y salta con Mad About You, Walking on The Moon o So Lonely, con guiño especial al No Woman no Cry , de Bob Marley. Los arreglos arábigos de la enérgica Desert Rose, nos acercan a la recta final. Suena una de mis favoritas; la ecologista y emotiva King of Pain, del último disco» policiaco». Every Breathe You Take, incunable de la radio, y soberbia oda sobre la obsesión y la incapacidad de asumir una ruptura (nada que ver con la lectura » stalker» de la ofendida generación de cristal) pone fin a la velada. O casi… pues Roxanne , ese hit que repudiaban los punks y que vuelve a poner a la audiencia en pie, retumba como colofón. Nos quitamos de la luz roja para un único bis. Frágile, otra preciosa pieza con arreglos brasileños y nuestro hombre a la guitarra acústica. Una maravilla. El sonido, la ejecución y el feeling..
Deseamos repetir, aunque en mejores condiciones… espero que alguien reciba mi mensaje en la botella.
Fotografía de Adrián Gómez