El pasado viernes 2 de mayo, en el marco de la 24.ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, tenía lugar, dentro de la sección oficial, el estreno en España de la ópera prima en el largometraje del director Murat Fıratoğlu: One of Those Days When Hemme Dies (Hemme’nin Öldüğü Günlerden Biri, 2024), que se alzó con la Lady Harimaguada de Plata de la presente edición.

El cineasta de origen turco y exabogado llegaba a la capital grancanaria con el premio del jurado de la sección Orizzonti del Festival Internacional de Cine de Venecia bajo el brazo, con un proyecto independiente y autofinanciado entre préstamos y la ayuda de amigos y familiares. La cinta en cuestión, que el espectador patrio etiquetaría de forma acomodaticia como «costumbrista», va mucho más allá; con un planteamiento a priori sencillo, lleva implícita una filosofía tan humanista como esperanzadora.

Murat Fıratoğlu dirige y protagoniza su ópera prima, que arranca en Siverek, al sudeste de Turquía, bajo un sol abrasador. Ya desde el primer plano nos deja claro que los paisajes de su Turquía natal serán un personaje más. Campos cubiertos de deslumbrantes lonas blancas bajo los rayos del sol y rebosantes de jugosos tomates de un rojo maduro e intenso, todo ello rodeado de montañas estériles y de un cielo tan azul que parece irreal; diríase que estamos en el Edén. Pero aquí el director quiere mostrarnos la adición humana, principalmente masculina, no exenta de su toxicidad antropológica.
Nuestro protagonista, Eyüp, arruinado y endeudado, se ha visto obligado a abandonar la urbana Esmirna para trabajar como jornalero en el secado del tomate en Siverek, en poco menos que régimen de esclavitud. Entra en juego el capataz, el Hemme que el título vaticina que algún día morirá. Este no es más que otro eslabón dentro de la jerarquía capitalista; pero, claro, es el martillo que golpea sobre Eyüp, quien, ahogado por las deudas y la presión, sumado a los retrasos en los pagos de Hemme, acaba teniendo un violento encontronazo con este. Y es aquí donde arranca lo que bien podría ser Un día de furia (Falling Down, 1993) de Joel Schumacher. Pero no es esto lo que Murat Fıratoğlu nos quiere contar.

Comienza aquí el viaje de Eyüp, un viaje cargado de furia, de frustración, de sentirse siempre el eslabón más débil. Toma su modesto ciclomotor con una idea fija en mente, no verbalizada, pero de la que, como espectadores, somos partícipes. A partir de aquí, el director nos lleva de la mano a través de largos planos secuencia en el viaje de ira de Eyüp, en busca de la estabilidad y la dignidad necesarias, y en los diferentes accidentes y encuentros fortuitos que tendrá a lo largo de un día.
A través de la poesía e introspección que destila el vía crucis del protagonista —ora teniendo problemas con su ciclomotor, ora ofuscado en llamadas telefónicas para resolver sus problemas, o encontrándose con familiares y amigos que, sin saber sus intenciones (recoge un arma de fuego en su casa), lo ralentizan y calman de forma inconsciente—, el director insta al espectador a vivir al ritmo de Eyüp, su ansiedad, sus dudas. En definitiva, nos muestra la filosofía de la necesidad de tomarse un respiro, de la reflexión, de dejar que las pulsiones más primitivas se diluyan, y de ser conscientes de lo esencial y de la belleza que nos rodea.
Llega el atardecer y una llamada telefónica recuerda a Eyüp que tiene que acudir a una boda, que se nos muestra al inicio y al final de la cinta como celebración de lo que nos hace humanos; finalmente este desiste de su violento plan. Hemme morirá algún día, pero no será hoy ni será a manos de Eyüp. Con este mensaje humanista brotando del campo de batalla en el que demasiada población se ve inmersa, cierra la opera prima de Murat Fıratoğlu, merecida ganadora de la Lady Harimaguada de Plata y un director al que seguirle la pista.

Fotografías pertenecientes al Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
Imagenes promocionales pertenecientes a Luxbox (www.luxboxfilms.com).