“Sigo creciendo”, con esta frase la autora madrileña, Carla Berrocal resume su vida desde que siendo una niña utilizaba el dibujo para escapar de las tragedias que la rodeaban, hasta el momento actual en el que se ha convertido en una de las principales figuras de la ilustración española. A su padre no le hizo especial ilusión que se dedicara a este mundo pero tampoco mostró demasiada oposición. El resultado fue su desembarco en el cómic tras realizar varios trabajos más que resultaron totalmente frustrantes como el de cajera o en una empresa de creatividad donde salió a flote su alergia a la autoridad. Esta autora destaca por su activismo feminista y defensa de la comunidad LGTBI, sin complejo alguno. Así explica lo que ocurrió tras decidir dedicarse en exclusiva al dibujo, tras aquellas frustrantes experiencias laborales.
-Al final me dije: mira antes de tener que soportar a nadie prefiero lanzarme un poco a mi bola y a ver qué pasa. Y me lancé. Pero también debo decirlo que lo hice con la ayuda de mi pareja de entonces, que tenía un trabajo fijo, una nómina y todo eso. Me apoyó mucho, aunque yo también cobraba un subsidio.
-¿Cómo recuerdas tus inicios?
-Muy duros, hacía todo tipo de encargos, era algo muy mercenario porque no tenía esta marca autoral de ahora. Hacía lo primero que pillaba.
-Entonces la oposición de tu padre no fue tan fuerte como en otros casos de dibujantes.
-Mi hermana quiso estudiar arte dramático y no la dejaron pero yo creo que con los hermanos menores siempre se les permite que sean más díscolos. En mi caso no había muchas alternativas más. Yo era de letras y algunas carreras que me gustaban te exigían notas muy altas que no alcanzaba, como en Ciencias de la Información porque me interesaba el mundo audiovisual, la publicidad, el periodismo y cosas por el estilo. Hice la prueba de Bellas Artes, suspendí y la sensación fue terrorífica, todo un drama. Pero entonces mi madre, que es chilena, me dijo que en su país existía algo que se llamaba Artes y Oficios y que seguramente también habría algo parecido en España, así que al final estudié Formación Profesional. Hice el examen de artes gráficas y de ilustración y me cogieron para esto último, así que como era el único sitio en el que me habían admitido tiré p’alante.
-¿Se podría decir que en realidad eres bastante autodidacta?
-No del todo, doy mucha importancia a la formación y creo que en el mundo de las artes es muy importante tener conocimientos técnicos. Desde pequeñita era muy culera, un rato nerviosa y mis padres siempre me han dicho que dibujar era la única forma de que me quedara tranquila, porque me daba mucha paz. Así que en realidad siempre he estado vinculada al dibujo, siempre me ha gustado. Tuve una adolescencia terrible porque una prima mía murió de cáncer y recuerdo todo aquello como una etapa bastante horrorosa, al descubrir de forma accidental algo tan terrible como es la muerte. En esa época encontré una papelería de mi barrio en la que vendían cómics, me refugié muchísimo en ese mundo y me convertí en una especie de niña extraña. Tuve una crisis existencial al ver morir a alguien más joven que yo y me volví muy solitaria. Además, estudié en un colegio muy católico y me sentía como un bicho raro, no encajaba y me volqué muchísimo en leer tebeos y en dibujar como algo muy terapéutico. Mi padre tuvo muchísima sensibilidad conmigo.
-Ilustración, dibujo, colaboradora de radio, docente… ¿Qué diferencias hay?
-Me dedico a la ilustración, y la verdad es que cuando empecé a estudiar no sabía lo que era exactamente y ahora es lo que me da de comer pero en realidad si fuera una viuda rica tengo clarísimo que seguiría haciendo lo mismo que ahora porque lo que me gusta es contar historias y dibujarlas. Lo de la ilustración está bien pero al final es la parte más comercial de todo lo que hago. La diferencia es que dibujar es algo hipersolitario porque estás muy encerrada en tu cabeza, así que los otros trabajos compensan un poco esa soledad, porque si no te vuelves loca. Trabajar con alumnos me gusta porque compartes ideas y proyectos y luego en la parte de la comunicación también me atrae porque siempre me ha interesado el periodismo y la comunicación. Lo de la radio en realidad se cruzó de forma un poco accidental en el camino. En su momento colaboré en la emisora del Círculo de Bellas Artes y de forma muy torpe al principio, ayudaba en los guiones y luego me fui metiendo como colaboradora,. Aquello era un programa ratonero porque no lo escuchaba nadie pero me dio mucha experiencia a la hora de hablar en público porque tienes que pensar muy rápido lo que vas a decir.
-Entonces no te gusta mucho el teletrabajo que es algo casi obligatorio para los dibujantes.
-He hecho teletrabajo y trabajo sola. Lo creativo tiene una parte en la que te encierras demasiado en ti misma y eso es peligroso para la salud mental. Luego hay gente que necesita estar muchas horas sola pero yo tengo un lado social aunque tampoco me vengo muy arriba porque me encanta estar en mi casa con mi gato y ver películas clásicas.
-Muchos dibujantes que sufren tragedias como la que viviste con tu prima luego lo plasman en algún cómic. ¿Lo hiciste tú?
-Creo que lo hice pero de una forma más discreta porque es algo muy vinculado a mi adolescencia. Luego también se suicidó una tía mía y ahí sí que hice un cómic titulado El Brujo, que hablaba de un personaje desde la ficción que iba en busca de la muerte y la verdad es que me vino muy bien tratar todo eso porque era algo que me estaba doliendo muchísimo, fue muy terapéutico. Más adelante, traté el asunto más frontalmente porque me presenté a un concurso de cómic periodístico y conté la historia personal de mi tía. Aquello me sirvió para afrontar mejor su duelo.
Hablaba de salud mental y de psiquiatría pero desde un punto de vista antipsiquiátrico, un poco desde el activismo loco. Pero también fue una de las cosas más dolorosas que he hecho porque tuve que mirar fotos de mi tía, leer textos que había escrito… cuando acabé creo que ha sido una de mis mejores historias. A veces pienso que no voy a hacer nada mejor en mi vida. Al final tuve una sensación de paz muy grande porque la muerte es algo de lo que no se habla absolutamente nada en nuestra sociedad y por eso me pareció muy sanador y una buena manera de exorcizar tus demonios.
El relato tiene diez páginas y lo comparto en redes cada vez que se celebra el día de la salud mental. Como no lograba publicarlo lo di a conocer de forma gratuita. Mucha gente me escribió en privado diciéndome: “Oye muchísimas gracias porque a mí me ha pasado algo parecido”.
-En su momento fuiste objeto de críticas por tu aportación a la obra colectiva Todas Putas, incluso llegaron a decir que hacías apología de la violación.
-Su autor, Hernán Migoya, me ofreció coordinar la adaptación de los cuentos que conformaban Todas Putas y me planteó hacer una adaptación de una historieta y la verdad es que me pareció muy interesante el proyecto. Se debería tener claro que cuando un autor habla en primera persona, como ocurría con este violador, no significa que lo seas. Es como si escribo sobre un psicópata y la gente se cree que yo lo soy. La ficción no siempre tiene que ser agradable, me parece que se pueden traspasar ciertos límites aunque incomodes.
Estoy muy de acuerdo con esa libertad de expresión y apoyar a autores que se enfrentan a polémicas como aquella que fue algo absolutamente ridículo porque al final solo se trataba de un uso político, de una persona concreta que estuvo en el momento perfecto para montar una campaña contra el Instituto de la Mujer y su directora.
Me considero absolutamente feminista pero creo que la ficción está ahí para explorar distintos campos, no se debe confundir al autor con un relato porque es algo abominable. Recuerdo que hubo críticas de personas que ni siquiera se habían leído el relato y además en el libro habían otros mucho más duros pero algunos se quedaron con lo del violador y no se dieron cuenta de que era una ironía. Que se tomase como apología de la violación no me cabe todavía en la cabeza.
-¿Sería un ejemplo del retroceso que se vive en ciertos aspectos?
-Creo que debemos explorar todas las posibilidades de la ficción, otra cosa es que al final el mensaje sea interesante o no. La literatura es un espacio patriarcal, pero afortunadamente la sociedad ha cambiado. Si continuas perpetuando un sistema machista en tus novelas, pues allá tú, pero también debes asumir que estás sujeto a la crítica.
Para mí lo interesante no es censurar esas obras si no crear discursos alternativos que lo cuestionen todo. Tal vez la solución sea poner las cosas en contexto y explicar cuándo y cómo fueron creadas. Existe una visión excesivamente canónica y patriarcal de algunos asuntos y debes ser consciente de que siempre habrá algún imbécil que va a decir estupideces.
-¿Por qué crees que han proliferado tanto las autoras en los últimos años hasta el punto de que quizás superan ya a los hombres?
-Para mí una de las razones fundamentales es la aparición del manga porque cuenta historias de mujeres, con personajes femeninos y nos ha permitido entrar en un mercado en el que hasta entonces no estábamos representadas o lo estábamos muy mal. Por lo menos ese era mi caso porque en los otros cómics los papeles femeninos eran Wonder Woman, Tormenta… cosas así muy limitadas. Pero cuando eres adolescente y tienes las hormonas en plena ebullición, propuestas como el manga es lo que te pide el cuerpo, con esas chicas guapísimas, los triángulos amorosos…
Cuando las niñas comenzaron a interesarse por el manga surgió toda una nueva generación de autoras potenciales dispuestas a hacer historias en las que se sientan representadas. Las mujeres somos el cincuenta por ciento de la población pero hemos sido ignoradas y aún más en un mundo tan hipermasculizado como el del cómic.
-Un hito importante en tu carrera es haber hecho el cartel del Salón del Cómic 2022, cuando se cumplía el 40 aniversario de la que quizás sea la cita más importante de este tipo en España.
-Fue algo muy emotivo, porque el Salón es muy importante para mí. De pequeña mi padre me llevaba porque compartíamos esta afición, así que es algo muy unido a mi memoria sentimental. Por eso cuando de repente me piden hacer el cartel fue todo superemocionante aunque también me dio un poco de miedo. Eran unos años muy polémicos pero quería apoyar a la nueva dirección y a su equipo que estaban haciendo un trabajo excepcional.
Así que cuando me lo ofrecieron dije: “Ok, pues lo hago”. Mi idea era precisamente homenajear a toda esa generación de autoras del pasado y darles visibilidad y también a las del futuro. El cartel gustó mucho, tuve libertad total para hacerlo y me lo pasé muy bien.
-Otra de tus características es el compromiso con la diversidad de géneros y sexual.
-Es algo que me apela y por eso estoy comprometida con lo que soy. Veo un retroceso en nuestros derechos y eso me asusta mucho porque creo que en general la derecha y ultraderecha están metiendo mucho ruido con este asunto y causando mucho daño a estos colectivos más vulnerables.
Me asusta que la violencia esté volviendo un poco a tomar las calles y en ese contexto creo que debemos reivindicarnos más que nunca y no permitir que esta gentuza nos obligue a dar un solo paso atrás.
-¿Esta militancia te ha traído algún problema profesional, te ha hecho perder algún trabajo o todo lo contrario?
-Quizás haya perdido alguna oferta pero la verdad es que me la traería al pairo porque no me interesa en absoluto trabajar con gente que no esté comprometida con los derechos humanos básicos. Se debe trabajar desde la honestidad, desde lo que te interesa y gusta y a partir de ahí generar proyectos y propuestas que te motiven y te ilusionen.
Me gustan los trabajos politizados pero también disfruto mucho con los divulgativos, educativos o con hacer un cartel. No me gustaría que me pusieran el adjetivo de artista bollera porque me da la impresión de que las etiquetas son más bien una estrategia de marketing. Como ocurre en las librerías que ponen una sección dedicada a la literatura queer, simplemente por tener un personaje o una temática de este tipo, cuando debería estar en aquella en la que se basa la historia. Esa es mi aspiración, me gustaría dejar de ver en una esquina de las librerías a las novelas LGTBI y que simplemente sean contempladas como novelas.
-Por último. ¿Cómo definirías tu estilo?
-No me gusta definir mi estilo, la verdad. No me corresponde categorizar mi trabajo, me parece algo muy difícil.
-¿Pero desde el punto de vista técnico como lo explicarías?
-Pues tampoco sé que decirte. La técnica que más me gusta es usar mucho pincel y el entintando en blanco y negro. Eso me encanta.