“Tanta gente se ve reflejada en Las Locuritas de Úrsula, que es como un retrato generacional de los que tenemos cuarenta y pico años”
“Nuestro público es diferente al del festival el Barcelona, por eso nos resulta complicado emplear allí tres días”
“Editamos cuatro libros al año cuando tenemos dinero y ya está, así evitamos depender del mercado”
Dicen del dibujante catalán Sergi Puyol que aunque dosifica mucho sus trabajos, al final merece la pena la espera por larga que sea. En estos días presenta su nueva obra, Las Locuritas de Úrsula en la que aborda los problemas cotidianos y tribulaciones de una mujer que atraviesa la cuarentena, más o menos su edad y con unas circunstancias parecidas. Puyol justifica que sus obras se publiquen de forma tan esporádica porque para sobrevivir ejerce de diseñador gráfico y cuando puede se dedica a elaborar cómics en los que hace a la vez de dibujante y guionista. Nacido en Barcelona siente admiración por la generación underground que le precedió y por ello se califica como alternativo, sin por ejemplo, hacerle ascos al manga.
Su recorrido es muy similar al de otros artistas; desde pequeño pintaba hasta en las paredes, se forma y luego entra sin permiso en el proceloso mundo de los fanzines, hasta que crea la editorial Apa-apa, junto con otros compañeros, un proyecto muy específico con un público devoto y limitado. Su primera novela gráfica llevaba por título Cárcel de Amor, después junto con Irkus M. Zeberio, Francisco y Leopoldo II hizo otra publicación entorno a los dictadores. A partir de aquí llega La sangre Extraña que ya va por su segunda edición hasta la reciente publicación de la actual Las Locuritas de Úrsula. Él mismo nos explica su última obra.
-Pues mi percepción del libro ha cambiado mucho desde que salió porque al principio lo veía como un trabajo muy personal, como que estaba poniendo toda la carne en el asador, en el sentido de que me estaba desnudando un poco delante de todo el mundo, como si estuviera haciendo bromas sobre mis pensamientos. La verdad es que no es exactamente como pienso, porque había cosas en las que sí creo pero me daba que no iban a funcionar y así poco a poco el personaje fue cogiendo su propia personalidad. La mayoría son pensamientos que me vienen en forma de pequeñas reflexiones y luego como tanta gente se siente reflejada, al final lo ves como un retrato generacional de los que ahora tenemos cuarenta o cuarenta y pico años. De gente que llevamos ya 20 años trabajando, hemos alcanzado cierta estabilidad económica, sin ser nada espectacular y sin lujos. Por ejemplo, la propia Úrsula ya no tiene que compartir piso pero también ha dejado muchas cosas por el camino como el amor y más cuestiones que no he tratado porque sino el libro sería mucho más largo.
-¿Cómo definirías a Úrsula? ¿Es una persona estable emocionalmente o sobrepasada por su propios problemas?
-Úrsula sí es una persona estable. Lo de las “locuritas” es como darle un toque gracioso porque el libro está hecho en clave de humor, es como decir de alguna manera que al final todos acabamos un poco locos. Busqué una forma graciosa de decir las movidas que tenemos absolutamente todos a esa edad, esas pequeñas locuritas y reflexiones que te creas para ti. Normalmente no le dices a la gente: “¡Ostias el otro día se me cayó un libro al suelo y estuve media hora rayado porque se me chafó la portada!” Si explicaras eso la gente te diría: “Mira, está loco”, pero la verdad es que eso le pasa a muchísimas personas, así que lo mejor es contarlo como algo gracioso, reírse y ya está. El libro va de eso de las pequeñas locuras cotidianas.
-Por estilo y supongo que también por vivir en Barcelona has estado influido por el underground de esta ciudad.
-Aquel fue un movimiento muy anterior a mí pero desde adolescente tuve acceso a algunos números de El Víbora y me flipaba mucho todo aquel rollo. Me molaba mucho el trabajo de Miguel Ángel Martín, Nazario… un montón de cosas que salían en aquellos momentos. Luego había otras que no entendía tanto como las eróticas pero como en esa época lo estás descubriendo todo, también te acababan gustando.
-¿Has conocido y tenido contacto con la gente de aquella generación?
-De mayor fui conociendo a mucha gente de ese tiempo porque claro, compartes espacios en los festivales en los que te encuentras como a Emilio Bernárdez, actual director de La Cúpula. Somos todos muy colegas. Yo participé en una antología de esta editorial sobre cómic erótico hace ocho años y estuvo muy bien la experiencia. También he conocido a un dibujante que había trabajado en Creepy, un cómic que consumía con mi hermano, sobre todo la segunda época que fue como a finales de los años ochenta. Justo las historias que más nos gustaban eran la de Enrique Corominas, que se llamaba Tragadalbas y al que además de conocerlo compartimos una antología. Así que fue todo muy guay. Tengo mucho cariño a toda esa escena.
-Dada la diferencia de edad tu relación con estos autores cómo la calificarías ¿De fan o de compañeros de profesión?
-Hombre de igual a igual no es, más bien de admiración total. Pero hablamos de dos épocas distintas, con un tipo de cómic muy diferente, aunque sé que a ellos también les mola lo que hacemos nosotros desde hace unos quince años cuando empezamos con Apa-apa, Fatbottom, Graf y Gutter Fest en esta ciudad. Todos habíamos consumido underground y sin eso seguramente nunca habría existido lo nuestro.
-De ti dicen que tus obras son muy espaciadas en el tiempo. ¿A qué se debe, a que te lo piensas mucho o a que simplemente te falta tiempo?
-El problema es que como tengo mi trabajo de diseñador gráfico, que es lo que me da de comer, pues a veces tardo un poco. Ha habido años en los que me lo he tomado con más calma y algunos son más productivos que otros, pero siempre estoy dibujando. A veces hay dos meses en los que no puedo ponerme a hacer un cómic, aunque esté dibujando. Es cierto que por ejemplo entre La Sangre Extraña y Las Locuritas de Úrsula han pasado seis años porque lo empecé en 2020, pero desde hacía tiempo ya me lo venía planteando. Luego me puse también con un cómic que hago y que se han convertido en una especie de saga que se llama El Diamante, del que hay tres entregas: El Diamante, Mundo diamante y ¡Corre, diamante, corre! y luego están las colaboraciones. Mi trabajo es el diseño y lo demás lo saco de mi tiempo libre.
-¿Qué tipo de colaboraciones?
-Cosas que han estado muy guays como hacer carteles de un grupo musical que se llama Khruangbin en los que invertí mucho tiempo o el disco de Guay. Cositas que molan pero que tampoco te permiten seguir haciendo cómics.
-¿Y cuáles son las principales diferencias o evolución que ves entre cada uno de los cómics que has hecho?
-Trabajos largos he hecho tres: Cárcel de Amor, La Sangre Extraña y Las Locuritas de Úrsula. Y la verdad es que veo mucha diferencia entre ellos, sobre todo porque en el dibujo siempre intento mejorar y por eso entre Cárcel de Amor y La Sangre Extraña, veo un cambio muy grande que para mí supone un gran salto. No digo que una obra sea mejor que otra, ni más o menos correcta, simplemente que intento estilizar y practicar más en aspectos como la anatomía humana. Ahora tengo una especie de diario de viaje donde dibujo mucho al natural y copiando fotos y eso me ha dado más soltura a la hora de pintar a Úrsula, lo que para mí ha supuesto un gran avance con respecto a la anterior Sangre Extraña. Y luego está también todo lo referente a la evolución sobre como plantear un cómic.
-¿Y antes del primer gran trabajo que hacías?
-Antes hacía muchísimos relatos cortos tal vez demasiado cortos. Entonces aún estaba buscando o encontrando mi estilo y hacía un poco lo que podía, a base del método de acierto-error y así al final acabé esa primera novela. Luego con La Sangre Extraña ya tenía más experiencia y empecé a hacerla un poco para presentarla al Premio Salamandra y de hecho quedé segundo, me hicieron una mención. Ahí ya tenía esas dieciséis páginas y la historia estaba un poco más pensada. Y ahora con Úrsula el planteamiento es muy diferente porque partí de tiras de páginas y así fui conformando una historia. Esa es la gran diferencia con las otras dos.
-¿Siempres has hecho el guión y el dibujo, a parte de las colaboraciones que mencionas?
-Sí, normalmente lo hago todo, pero también he hecho algunas colaboraciones como una con Salvador Macip, que es un médico investigador, en la que hablamos de la Inteligencia Artificial. Concretamente, sobre el primer libro escrito con IA y el resultado me pareció muy interesante, aunque la verdad es que nunca llegué a tener un contacto directo con él, simplemente me enviaron el guión y yo lo adapté. Eso fue hace como un año y medio para la Semana del Libro en catalán en Barcelona. Fue muy interesante y me gustaría repetir esas experiencias si tuviera tiempo pero como no lo tengo… A mí me resulta fácil inventarme historias, lo más complicado es tener tiempo para dibujarlas.
-¿Cómo definirías tu estilo?
-Me cuesta un poco definirlo, supongo que de afuera será más fácil verlo. Creo que tengo un estilo de cómic alternativo, que bebo de varias fuentes y luego me sale el mío propio porque es lo que sé hacer. Aunque me encataría imitar a Daniel Clowes, tampoco lo copiaría al 100% porque es impecable. Lo mismo con Robert Crumb, Chris Ware, Charles Burns o Julie Doucet que para mí son los grandes, aunque ya digo lo que me sale hacer es lo mío, que se ve como cómic alternativo y underground, como lo son ellos también.
-En el panorama nacional ahora mismo las historias más frecuentes son la Memoria Histórica, defender derechos de minorías sociales o superhéroes. Me da la impresión de que no encajas en ninguna de estas corrientes.
-Como hay tantos cómics, tantas novelas y tanta ficción que van de lo mismo, pues en Úrsula se me ocurrió hablar de las personas que tienen cuarenta años, como si fuera una especie de nicho no cubierto.
-Lo cierto es que la cuarentena es una etapa de la vida que se ha quedado un poco entre medio de la juventud y de los relatos de mayores. En una especie de territorio de nadie.
-Sí, siempre se habla de jóvenes precarios o sobre la vejez y luego está esa franja de edad en la que nos pasan cosas muy típicas que no se han contado mucho. Un montón de gente me ha dicho que se sienten reflejados, que no suele ser habitual que se hable de los años que van desde la treintena hasta los cincuenta.
-¿Qué relación tienes con los festivales? Ahora mismo acabas de llegar de uno que se ha celebrado en Bolonia.
-Sí, nos invitaron y fuimos un poco a ver qué pasaba y bueno, la verdad es que nos queda grande. Aquello más bien va de vender y comprar derechos, y no tanto de vender nuestros libros directamente al público como sí hicimos hace algunos meses en Treviso, donde el público nos compró muchos libros y nos fue superbién. En Bolonia no es que nos haya ido mal, es que más bien se trataba de hacer negocios y nosotros en general con Apa-apa publicamos pocos libros al año. La parte positiva es que hemos conocido a mucha gente de un montón de editoriales, a ilustradores que nos gustan y hemos visto la ciudad. O sea que ha estado muy guay.
-¿Entonces a qué festivales sueles ir?
-Para nosotros los más importantes son dos que se celebran en Barcelona, el Graf y Gutter Fest. Aparte de que somos amigos de muchas de las personas que los montan, también considero que son los que más reflejan nuestro interés y visión de los cómics. Estos festivales encajan totalmente en nuestra línea de cómic alternativo y de fanzines que es de donde venimos.
-Precisamente ahora se celebra el festival de Barcelona.
-No solemnos ir porque no nos compensa tanto, a parte de que tenemos nuestro trabajo y no nos viene muy bien invertir tres días allí. Hemos estado alguna vez y tampoco nos ha ido tan mal. El año pasado Cornelius de Marc Torices ganó el mejor cómic nacional, estaba nominada María Medem y este año lo está Pepa Prieto. Pero así y todo lo cierto es que no es nuestro público. Seleccionamos mucho los festivales a los que vamos a acudir. Tenemos unos lectores muy concretos que en cuanto sacamos un libro seguro que hay un cierto número de gente que lo va a pillar porque confían en nuestro criterio. Es un proyecto muy pequeño y arriesgado.
-¿La proliferación del manga les ha hecho daño?
-No, yo creo que nada hace daño a nada, todo convive, hay tipos de cómics para todo el mundo. A mí me encanta el manga y no lo veo como una competencia, al revés, estamos generando entre todos una escena mucho más amplia que si solo hubiera una editorial que publicara libros concretos.
-¿Entonces cómo sobrevive el underground hoy en día?
-Pues ya digo a base de festivales, como los que he comentado o como el PATAC que se hace en Lleida, muy pequeñito y muy guay. Nosotros nos planteamos editar cuatro libros al año porque si quisiéramos sacar más no podríamos cuidarlos tanto. Cuando tenemos dinero para publicar uno, lo hacemos y ya está. Así no dependemos tanto del mercado.