“La figura de la mujer oscila entre la maldad de Doña Urraca y la cursilería total de la chica guapita cuyo único sueño es casarse”
“En los cómics podías ver una España más real, supusieron un análisis sociológico y político de lo que eran aquellos años”
“Desde un punto de vista ideológico creo que los tebeos más violentos y agresivos durante el franquismo son los sentimentales dirigidos a las niñas”
A raíz de que España fuera el país invitado en 2023 al festival SoBD de París entre el 23 de noviembre y el 3 de diciembre en la llamada Quincena del Cómic Español que contó con la colaboración de la Asociación Cultural Tebeosfera (ACyT), surgió la idea de publicar la historia de los tebeos en nuestro país.
Efectivamente el libro fue editado primero en francés y ahora español y para ello contaron con la colaboración de conocedores de las distintas etapas de estas publicaciones, que se encargaron de cada una de ellas. Nombres como Antonio Altarriba, Manuel Barrero, Antonio Guiral, Noelia Ibarra y Álvaro Pons participan en el proyecto que acaba de ver la luz y abarca desde 1857 hasta nuestros días.
En el caso de Altarriba el período va desde la década de los cincuenta hasta 1975, fecha clave en cuanto supone el principio del final del franquismo, y unos años durante los que la evolución fue tan variada que se puede decir que es cuando más cambios se desarrollaron. Desde las penurias de la posguerra a los inicios de la relajación de la censura, pasando por la década de los cincuenta en la que era posible vender cada semana la hoy en día impensable cifra de cerca de seis millones de ejemplares. El cómic era entonces prácticamente el único entretenimiento que había a mano excepto un incipiente cine y la literatura, eso sí, hasta la implantación de la tele en todos los hogares.
Altarriba fue elegido porque había hecho en su momento un trabajo similar que llegaba hasta los años dos mil y se centraba en la época franquista que conoce a la perfección. Y es que como dice “cuando salió el primer número del Capitán Trueno yo tenía cuatro años y a partir de los ocho lo comprábamos entre varios amigos y los leíamos juntos”. Tanto en la anterior obra como en este último trabajo no sólo analiza las publicaciones sino también la ideología que había detrás de cada una o la historia de las grandes editoriales con la seguridad que da conocer de lo que habla desde el punto de vista tanto teórico como práctico. Él mismo resume el resultado de este capítulo de la obra.
-El modelo del tebeo en el régimen era defender la familia, decir cómo debía ser el comportamiento de los niños. El periodo del franquismo es muy interesante porque al mismo tiempo fue una de edad de oro en la que surgieron muchos clásicos como Mortadelo y Filemón, Capitán Trueno o El Guerrero del Antifaz y también se revelan mucha miserias de la época. Al principio el régimen no tenía medios para censurar todo lo que se editaba hasta que llegó Fraga Iribarne muy joven en 1962 y desde el Ministerio de Información y Turismo empezó a aplicarse la censura con mucho rigor. Sin duda hubo más control en los años sesenta que en los cincuenta que fue la época dorada de los cómics, me parece a mí.
-¿Por qué la definiría de esa manera?
-Porque hubo un poco de todo así que es muy difícil resumirla de una sola manera. El cómic o la historieta como lo llamábamos estaba en un espacio mediático muy diferente al actual. Es decir que la competencia realmente era el cine y sólo a partir de los sesenta entra en escena la televisión que se instala en todos los hogares y se convierte en un competidor importante a la hora de repartirse al público, sobre todo el juvenil e infantil por lo atractivo que resulta la imagen y ser mucho más barato que el cine. El cómic fue hasta entonces el rey de los medios de comunicación, el que tenía más público y vendía más ejemplares. Por ejemplo, algunas de las cabeceras más importantes llegaban a vender cientos de miles cada semana. Calculando por encima se puede decir que mensualmente se podían alcanzar los seis millones, algo que hoy resulta impensable. Además era un medio que no tenía un solo visionado como el cine, sino que los cómics se prestaban, se cambiaban… es decir un sólo ejemplar igual lo leían quince o veinte personas, de manera que el efecto en la población era muy importante.
-¿En concreto, cuál sería ese efecto que tuvieron entre los lectores de aquella época?
-Pues que la influencia en la población fue muy importante en unos años muy grises, muy de censura, porque suponía un contraste con el discurso oficial, franquista de una España en la que no se ponía el sol y no sé qué, cuando en realidad la población se moría de hambre. Por eso los lectores se identificaban con esa España real porque los censores pensaban: “bueno como son para niños, no tienen la misma importancia que las publicaciones adultas”.
-Ahí surgen personajes como Carpanta que siempre tiene hambre como mucha de la población de aquellos tiempos.
-Sí, era un personaje real, porque esa era su principal característica, que pasaba hambre, que en la España grande y libre del Non Plus Ultra y todo eso, en realidad la gente no tenía para comer. Entonces se identificaban con un señor que sólo conseguía una aceituna para alimentarse en todo el día y además la perdía o un oficinista que estaba siempre pidiendo un aumento de sueldo porque no llegaba a final de mes, un montón de detalles cotidianos. Así que los cómics se convirtieron en un medio muy atractivo porque podías ver una España más real y supusieron un análisis sociológico y político de lo que fueron aquellos años.
-Usted abarca desde la década de los 40 a 1975 cuando muere Franco, un período muy amplio y con muchísimos cambios, quizás cuando las historietas más evolucionaron.
-Está claro que una etapa fueron los primeros años cuarenta en plena posguerra en los que España estaba destrozada, no había ni papel por lo que apenas se publicaba, ni editoriales porque la guerra civil lo había destrozado todo. Luego en la segunda mitad de esta década comienzan a salir las primeras revistas con periodicidad intermitente hasta alcanzar una cierta regularidad y finalmente se empiezan a asentar sobre todo a partir de los años cincuenta, que es el momento más brillante de las historietas.
-¿Cuál es el motivo?
-Porque tenías todavía una España que no había conocido el desarrollo de los años sesenta y no estaba sometida a tanta censura como ocurrió luego, porque se consideraban publicaciones inofensivas, sólo para niños. Después aparece una comisión de publicaciones infantiles y por decreto se prohibieron desde enero de 1952 los cuentos de crímenes, suicidios, aparición de “personajes repulsivos que puedan perjudicar al sistema nervioso de los niños”. O que se despertara curiosidad insana “entorno a los misterios de la generación”, en referencia al sexo o se ridiculizara la vida familiar y los engaños entre parejas y además la mujer sólo podía aparecer haciendo los menesteres del hogar y estar al servicio del marido. Fue a partir de la llegada de Fraga cuando estas normativas se empezaron a aplicar con mayor rigor, hay más control y se reflejan menos pobreza y penurias.
-Pero siempre aparecen personajes como Doña Urraca que rompe esos esquemas, sobre todo los de la mujer sumisa que sólo piensa en casarse.
–Doña Urraca también pasa a ser menos mala en los años cincuenta y luego en los tebeos de aventuras se sustituye la flecha y la espada por un mamporro que es menos sangriento. De hecho en el Capitán Trueno, desaparecen los personajes acribillados por flechas o heridos con la espada.
-Y los castigos brutales a Zipi y Zape también se vuelven más suaves.
-También, es decir tanto la violencia como todo lo que tenga que ver con la parte más cruda de la vida social se dulcifica y sustituye por un humor más blanco, las peleas son como de barrio, sólo ves un ojo hinchado, amoratado y ya está, no hay mucha sangre ni muchos muertos ni nada de eso.
-El papel de la mujer está muy marcado, prácticamente en todas las épocas que analiza.
-Sí, como decimos oscila entre Doña Urraca y la cursilería total de la chica guapita cuyo único sueño es tener un novio. Protagonistas femeninas hay muy pocas, entre ellas Doña Urraca que aparece como un personaje odioso y violento, que tiene un temperamento sádico, podríamos decir. Pone cáscaras de plátanos en el suelo para que la gente se resbale y se haga daño, le gusta romper paraguas en las cabezas de los señores o señoras que le caen mal… es una persona muy agresiva con la que te acabas riendo porque sus maldades y sus planes malévolos casi siempre fracasan. Y luego están las Hermanas Gilda, unas solteronas que sueñan con actores de cine, con príncipes, que las rescaten y se casen con ellas aunque quizás la delgada es la que está más frustrada.
-¿Y en los cómics para adultos también se mantiene esa imagen?
-Sí, en las publicaciones dirigidas al público más adulto, la mujer es la tía buena, con las formas marcadas mientras que los hombres son calvos, con tres pelos en la cabeza, narizotas y con unos ojos que se salen de órbitas literalmente al ver aquel bombón de mujer. La visión está muy idealizada, son muy guapas y muy buenas chicas, a veces son pobres, están en dificultades, por ejemplo, son la hermana mayor de una familia que se ha quedado sin padres y tiene que hacerse cargo de siete u ocho hermanos pequeños. Pero todo lo hace con mucha resignación, sin protestar por lo que siempre al final es premiada de la misma manera, consiguiendo un novio. Desde un punto de vista ideológico creo que los tebeos más violentos y agresivos son los sentimentales dirigidos a las niñas.
-¿Y eso?
-Porque si eres una desgraciada pero eres una buena chica y te resignas a todos los males que te caen encima, entonces al final serás recompensada siempre de la misma manera: con un príncipe azul que se fijará en ella y al que precisamente lo que más le atrae es su capacidad de resignación y humildad. Entonces llega él, la saca de la miseria, se casan y al final todos los cuentos invariablemente terminan en boda.
-¿La religión tuvo tanta influencia en el mundo de los cómics como por ejemplo en el cine?
-Sí, porque todas las comisiones de censura estaban muy controladas por asociaciones católicas como Padres Cristianos y la iglesia era la que fundamentalmente decidía estos contenidos y ejercía la censura. Aparte de que hubo algunos curas y órdenes religiosas que también tuvieron su propia publicación. Desde el punto de vista de la ética había dos pilares clarísimos y que se veían en las comisiones de censura como era la falange y las asociaciones que tenían conexiones con la iglesia.
-Luego está el fenómeno muy curioso al que da lugar el aislamiento como es la aparición de nuestros propios superhéroes copiados de los americanos.
-Sí tuvimos una primera versión de Batman que se llama El Hombre Murciélago o un Superman que se llamaba Ciclón, tanto por el aislamiento como por la obsesión de tener la seguridad de que se controlaban los contenidos porque España era un mercado muy cerrado al exterior. Al país entraban muy poquitas cosas, con lo cual la producción española fue tan abundante porque tenías que competir con los americanos que en los años, treinta, cuarenta y cincuenta vivieron su época dorada y surtían de historietas a todo el mundo. Pero en España sus versiones siempre tenían problemas. Por ejemplo en la adaptación de Tarzán, a Jane no la podían poner medio desnuda, así que la tapaba y retocaban con una falda más grande y menos escote.
-¿Y cuál diría que fue el papel de personajes como El Jabato, Capitán Trueno y El Guerrero del Antifaz?
–El Capitán Trueno y El Guerrero del Antifaz, tienen diferencias. Por ejemplo el último siempre lleva la cara tapada y no se le ve muy bien el rostro, ni siquiera los ojos, con lo cual tiene muy poca expresividad. Al Capitán Trueno por el contrario se le ve la cara, sonríe, se estresa… es más cercano. Las aventuras del Guerrero del Antifaz parten de que ha sido secuestrado por los musulmanes y entonces él quiere recuperar su señorío porque es conde y también reconquistar España. Luego el Capitán Trueno es un noble catalán que abandona su feudo para recorrer el mundo y salvar a los más desfavorecidos, se dedica a liberar a los más pobres o a los esclavizados por las fuerzas del mal. No sólo es un personaje más simpático sino que también es más cercano porque no está siempre tan tenso como el Guerrero del Antifaz en perpetuo rescate de su nombre. El Capitán Trueno, por ejemplo, también tiene una novia que se llama Sigrid, que es vikinga con lo cual siempre ha existido el chiste de que fue el primer español que se ligó a una sueca. Su particularidad es que no se trata de una mujer frágil porque aunque cuando está en dificultades el capitán va a rescatarla, si la atacan no duda en coger una espada o una estaca y ponerse a repartir leña entre los enemigos.
-Pues sí, las diferencias son notables.
-Es que detrás de El Capitán Trueno hay un guionista bastante excepcional como es Víctor Mora, un hombre muy comprometido socialmente, que militaba en el Partido Comunista por lo que fue encarcelado por Franco y residió durante bastante tiempo en Francia, así que al conocer otras ideas era más moderno.
-¿Y El Jabato?
-En realidad se trata de un lanzamiento oportunista editorialmente, porque si te fijas se parece mucho físicamente al Capitán Trueno y además resulta gracioso por ese personaje como es Goliath y el joven Crispín, una tríada en la que se representa al fuerte, al bueno y el gracioso. El Capitán vive en la Edad Media y El Jabato en la época romana pero hacen cosas muy parecidas, recorrer el mundo y resolver injusticias.
-Y luego está la gran revolución que es la llegada de Ibáñez y de Escobar.
-Escobar llega en los años cuarenta con Zipi y Zape o Petra la Criada, que es cuando aparece Bruguera y Pulgarcito con un humor fundamentalmente social. Por ejemplo, la criada que acaba de llegar del pueblo y que es muy habitual en aquellos años, como le ocurrió a mi propia madre, que vienen a la ciudad “a servir” como se decía entonces, en la casa de un burgués. El gran cambio que introduce Ibáñez es que sus personajes ya no están basados en la realidad, ni son una especie de sátira de la situación social que se vive sino que son una parodia. Por ejemplo Mortadelo y Filemón en los primeros cómics imitan a Sherlock Holmes, aparecen vestidos de la misma manera y fuman aunque la diferencia es que sus aventuras siempre acaban de una manera catastrófica. Luego se modernizan y llega todo eso de la TIA que es una imitación de la CIA, lo de los agentes secretos, los disfraces y en definitiva una serie muy dinámica porque en casi cada viñeta Mortadelo está disfrazado de una manera sorprendente y hay mucha agitación gráfica.
-Su capítulo también aborda el último tramo del franquismo en el que la censura se relaja y aparecen las primeras publicaciones más críticas como Hermano Lobo con el expresivo subtítulo de “Revista de humor dentro de lo que cabe”, que resulta muy elocuente.
-Aparece en el 73 más o menos cuando el franquismo ya está en fase declinante y sí, es un subtítulo que lo dice todo. En esos años se publica El Rrollo Enmascarado, La Piraña Divina, El Carajillo Vacilón y una serie de producciones independientes y de fanzines de distribución underground. Lo que se busca es burlar los límites de la censura o forzarlos intentando contar lo que hasta entonces no se podía como todo lo relacionado con el sexo, las drogas, la vida cotidiana en unos tiempos en los que la caldera a presión a la que está sometida España ya no puede aguantar más las normas. Entonces era muy habitual lo de secuestrar los números. Nosotros en Zaragoza hicimos un fanzine en el que nos reíamos de la Virgen del Pilar ¡Imagínate tú!, sólo con eso podías acabar en la cárcel por ofensas a la religión católica. Escapamos porque había llegado Suárez pero publicar suponía andar por un alambre muy fino como les ocurría a los de El Jueves o El Papus y otras revistas que sufrieron la censura y secuestro. Siempre se estaba en esa batalla de ver cómo se podía colar algo y transgredir los estrechos límites en los que nos movíamos.