jueves, octubre 16, 2025

Al son de la utopía, de Michel Krielaars. Por Álex Ro

Al son de la utopía: Los músicos en tiempos de Stalin, de Michel Krielaars,

Galaxia Gutenberg, 2025

En 1936, Stalin sale enfadado del palco del Teatro Bolshói AAAAA. No ha terminado de ver la ópera Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakóvich. No le ha gustado. Esto supone la caída en desgracia de su compositor y la prohibición de su representación durante años (hasta 1962). No hizo falta que Stalin dictara una orden, no fue necesario que dijera nada. La maquinaria se puso en funcionamiento solo con este gesto de desagrado.

En 2025, un humorista hace un chascarrillo sobre un atentado. A Trump no le gusta esa broma. La cadena de televisión ABC inmediatamente despide a Jimmy Kimmel. No hizo falta que Trump dictara una orden, no fue necesario que dijera nada. La maquinaria se puso en funcionamiento con solo este gesto de desagrado.

Los totalitarismos, del signo que sea, no soportan las artes libres y a esto dedica Michel Krielaars su libro, a analizar la impronta de la dictadura bolchevique en la música soviética y cómo el régimen fue moldeando los gustos a su gusto. A partir de la biografía, en tono de ensayo, de algunas de las estrellas del panorama musical ruso del S.XX, el autor va trazando la huella dejada por la maquinaria totalitaria en el campo de la música, con situaciones totalmente surrealistas si no fuera porque se jugaban la vida en ello: se premiaba con el máximo galardón a compositores que a los pocos días veían prohibidas sus composiciones y quedaban abocados al ostracismo social, desapareciendo sus grabaciones. No hay buenos ni malos en esta narración, solo personas que buscaron mantenerse a flote en esta marejada de arbitrariedad y sinrazón. Ni Shostakóvich ni Prokófiev fueron héroes ni Jrennikov fue un villano en este teatro en donde por un comentario a destiempo o una simple nota de más en sus composiciones se cerraba el telón de su existencia. Unos pasaron por los gulags, otros sufrieron exilio interior, algunos tuvieron que ejercer cargos sin posibilidad de rechazarlos, ninguno tuvo la libertad de tener las riendas de su vida en sus manos. Y aunque pareciera que con la muerte de Stalin se abrían nuevas esperanzas, como si fueran fieles a la máxima de Lampedusa, todo cambió para que nada cambiara, porque el PCUS había fagocitado al propio PCUS y seguía las mismas consignas estalinistas, aunque ya Stalin no estuviera al timón. Porque ese es el problema del totalitarismo triunfante, que deja un poso ponzoñoso que, como brea, se agarra a los pies y no deja avanzar. A eso dedica su libro Michel Krielaars quien, escribiendo en 2021 parece que hable de hechos que estamos viviendo en estos momentos. Y no es que el autor fuera clarividente, sino que el totalitarismo siempre actúa de la misma manera. Por eso son necesarias obras como estas para comprender cómo la libertad puede ser cercenada con una mirada, un simple gesto de disgusto, una mala cara del dictador de turno, ya llegue este al poder por medio de una revolución o unas elecciones. Porque siempre habrá acólitos dispuestos a actuar en su nombre.

Popular Articles