lunes, octubre 27, 2025

José Luis Martín – JL Martín: “Hubo un tiempo en el que íbamos a los juzgados una semana sí y otra también pero no lo vivíamos como algo dramático”. Por Noé Ramón

El dibujante José Luis Martín, JL Martín no llega a ser un dios pero en el universo paralelo del cómic es el autor de El Dios, un personaje que marcó su carrera y ha sido el que más repercusión y popularidad le ha dado. Y todo ello pese a sus cíclicos pasos por los juzgados, condenas incluidas, en una época marcada por una visión casi intocable de la religión que ellos se atrevieron a ridiculizar a base de humor.

La trayectoria del autor que pasó unos días en la Isla asistiendo al Salón del Cómic de Santa Cruz, está ligada a El Jueves, del que fue fundador y se distanció por decisión propia al considerar que con sesenta años se situaba fuera del grupo de lectores jóvenes al que va dirigida la revista. También es el padre de Quico el progre un personaje que refleja la evolución por los distintos estados que debemos cruzar los humanos como caída del pelo, aumento de la barriga y demás inevitables fases físicas y mentales de eso que algunos llaman madurez.

-El hecho de que haya nacido en Barcelona con la tradición de cómics que existe allí no creo que haya sido casual a la hora de decidirse a ser dibujante.

-Pues no porque yo realmente crecí entre tebeos de Bruguera y de hecho con diecisiete o dieciocho años entré en la redacción con mi carpeta y dibujos intentando que me publicaran algo. No lo conseguí, pero tenía el consuelo de que estaban a apenas media hora de mi casa.

-Supongo que como todos los dibujantes sentiría desde pequeño pasión por dibujar.

-Me recuerdo siempre dibujando. Tengo dibujos antiguos guardados de cuando tenía nueve o diez años. En el colegio también dibujaba siempre en la revista y así seguí durante la adolescencia. A mí de pequeño me impresionó mucho Tintín y Lucky Luke, así que me dediqué a hacer historietas largas que nunca he llegado a publicar. Siempre he dibujado y cuando de pequeño me preguntaban qué quería ser de mayor respondía que dibujante.

-¿Y sus padres le apoyaron? No siempre ocurre así.

-Me apoyaron sobre todo porque éramos una familia muy humilde y mi padre me dijo en su día que debía trabajar, así que lo hice. Primero estuve en un banco y después lo dejé y me metí de dibujante. Cuando salieron mis primeros dibujos mi padre estaba muy enfermo y creo que esa fue la mayor alegría de su vida, los recortaba de las revistas, lo guardaba todo, poniéndole la fecha… Sí, estaba muy contento.

-Normalmente los padres no suelen verlo muy claro y no siempre apoyan a sus hijos.

-Sí, además como dije tenía un trabajo seguro en un banco en el que te podías jubilar tranquilamente pero yo lo dejé a los 23 años. Tampoco es tan extraño, Ibáñez también trabajaba en un banco porque entonces las plantillas eran enormes. En principio estaba allí por las mañanas y por la tarde dibujaba hasta que al final me arriesgué y me puse a sólo hacer monigotes.

-Todo un salto mortal, vamos.

-Sí, la verdad es que sí.

-¿Cómo surge la idea de hacer un personaje como El Dios que ha sido el más popular y por el que es más conocido?

-Pues fue una casualidad. En el año 1977 fundo El Jueves con Tomo y Romeu y dentro de aquel humor absurdo que hacíamos se me ocurrió que un personaje podía ser un tal Dios, al que se le rompía el trono celestial y no sabía como arreglarlo por lo que tenía que comprarse un manual. Era algo así. Pero al cabo de un rato pensé ¡caramba esto sí que puede ser todo un personaje! Así que al principio fue un hallazgo casual pero luego lo vi muy claro. Debe tenerse en cuenta que veníamos de una España en la que todo el mundo había tenido una educación muy religiosa en el colegio así que conocíamos lo que eran las sagradas escrituras y el Nuevo Testamento, y por lo tanto las referencias eran muy conocidas y comunes.

-¿No tuvo miedo de cómo iba a ser aceptado el hecho de convertir a Dios en un personaje de cómic en esa España tan religiosa?

-Entonces eran unos tiempos en los que íbamos a los juzgados una semana sí y otra también pero siempre digo que todo aquello no lo vivimos en absoluto de forma dramática. Nos lo tomábamos como gajes del oficio. Estábamos en plena transición, allá por el año 77, Franco había muerto pero aún no se había aprobado la Constitución aunque poco a poco las leyes iban cambiando y los jueces por lo tanto también. Lo que no quita que de vez en cuando nos dieran un auténtico bofetón. Pero ya digo no lo recuerdo como algo dramático, entre otras cosas porque éramos muy jóvenes, yo tendría entonces unos 23 años y entonces te quieres comer el mundo y no conoces la palabra miedo. Incluso ahora podría pensar que fuimos un poco irresponsables. Antes existía la censura pero en la actualidad hay muchas cosas que no se pueden decir o hacer por eso que se llama “lo políticamente correcto”. Incluso diría que me asusta más lo de ahora que la censura y las leyes que había entonces.

-Partían con la ventaja de querer contar algo nuevo, que era casi todo.

-Claro teníamos la sensación de jugar un partido que íbamos a ganar aunque nos metieran goles, nos hicieran faltas o nos lesionaran, pero la conciencia clara es que íbamos a ganar. Esa era la ilusión que había en la Transición. Sabíamos que todo tenía que cambiar y que lo íbamos a conseguir.

-Algún autor de aquellos tiempos dice que no estuvieron del todo convencidos de la democracia hasta que vieron como se resolvió el golpe de Estado del 23-F.

-Ahí hubo un momento curioso porque nosotros nos reíamos muchísimo de los fachas. Los más extremistas siempre fueron pasto de nuestras críticas más feroces y los ridiculizábamos mucho. Nadie pensaba que se pudiera dar un golpe de Estado y ¡ostia aquella tarde cuando entró un coronel con un arma en el Congreso y empieza a sonar una música militar en la radio todo el rato es cuando nos dimos cuenta de que tal vez el panorama podía volver a girarse otra vez! Por suerte duró poco y a la mañana siguiente nos liberamos de aquella inquietud y digamos que sí, que ayudó a consolidar la democracia y de hecho después fue cuando ganaron los socialistas, como si fuera una especie de reacción o revancha.

-Precisamente hoy (por el jueves) se ha estado especulando todo el día sobre la muerte de Tejero.

-Sí, al parecer algunos ya lo han matado pero después parece que no, en fin.

-Supongo que habrá visto con sorpresa la polémica que surgió en Francia en 2015 con los atentados terroristas después de que una revista ridiculizara a Mahoma, algo parecido a lo que usted hacía con Dios, aquí en España.

-Fue algo bastante fuerte, algo muy bestia. Mataron a doce personas.

-¿Y qué pensó entonces?

-Que era una vuelta al pasado. De pronto hay gente que en nombre de la religión te prohíbe hacer cosas, algo que teníamos superado y que ocurrió en España durante muchos años. Con el agravante de que además de prohibir encima estaban dispuestos a matar. Antes te podían multar o llevar a la cárcel pero no a fusilarte por hacer un dibujo de Dios, así que lo vi como un retroceso muy grande.

-Supongo que participó en el número que se hizo después en homenaje a los fallecidos.

-Hicimos un número especial, claro porque estábamos totalmente impresionados por lo ocurrido porque imagínate ver a unos tipos con un arma kalashnikov que entran en la redacción y van preguntando uno por uno los nombres a ver quién eres y en caso de que fueras al que buscaban te tenías que joder. Eso para mí fue lo más impresionante. Pero también me llamó la atención que a la semana siguiente sacaran la revista cachondeandose de los terroristas porque si eso me pasa a mí estaría llorando en un rincón durante meses. Impresionante.

-Algo parecido a lo de Salman Rushdie.

-Lo mismo, escribió una novela hacía cuarenta años y después le condenan con una fatua y tiene que estar toda la vida escondido y aún así un día alguien le agrede y pierde un ojo.

-¿Y las querellas que les presentaban a ustedes en qué se basaban?

-Entonces había una ley para evitar la mofa y la befa a las creencias de los españoles, -no es una broma ese era el verdadero nombre de la ley-, y claro nos acusaban de atentar contra las creencias religiosas de los españoles, de todo un país. Nuestro abogado nos defendía diciendo que siempre hay gente que es creyente y otra que no… pero bueno eso ha quedado para la historia.

-¿Ganaron los pleitos con ese argumento?

-¡Qué va! Yo fui condenado a prisión un mes y un día, lo que pasa es que al no tener antecedentes estuve en libertad provisional durante cuatro años.

-¿Y cómo existía ese control en aquellos momentos?

-En aquel entonces existía la figura del fiscal de prensa que se dedicaba a mirar este tipo de historias, revisar todo lo que se publicaba y en caso de que no le pareciera bien nos denunciaba.

-Vamos que actuaba de oficio.

-Sí, él se dedicaba a eso. Fue una figura que duró unos años hasta mitad de los ochenta y luego todo eso se olvidó.

-Bueno, todavía hubo casos muy duros, alguno de los cuales incluso los sufrieron ustedes directamente como fueron los encontronazos con la monarquía.

-En El Jueves a lo largo de los primeros cuarenta años hubo casos muy sonados, la verdad, pero si lo miras con perspectiva en realidad fueron muy pocos.

-Supongo que algún creyente a título personal también le habrá dicho directamente que se sentía ofendido.

-Claro, pero nosotros trabajábamos en un circuito cerrado, quiero decir, lo que hacíamos iba dirigido a los lectores de El Jueves y sólo a los que compraban la revista y la leían. No tenía por qué verlo nadie más. Así que cuando alguien venía y me decía: ¡Oiga a mi me ofende lo que usted hace! Yo le preguntaba siempre lo mismo: “Perdone pero ¿usted compra El Jueves?” Y si me decía que no entonces le respondía con todo el respeto del mundo que su opinión no me interesaba. A mí lo único que me importaba es que estuvieran contentos mis lectores, los que compraban la revista. Pero eso se rompe con internet porque ahora todo el mundo puede leer sin restricciones y entonces se indignan, cuando como yo les digo lo que tienen que hacer es no mirar. En la actualidad todo está al alcance de todos y cualquiera se convierte en una especie de Tribunal Supremo y se creen con el derecho a estar juzgando continuamente.

-¿Esa es la gran diferencia de la evolución del trabajo que hacían entonces con el de ahora?

-Sí, antes sólo respondíamos ante nuestros lectores y en todo caso era el fiscal el que tenía que encontrar el delito, pero ya digo para nosotros si no comprabas la revista no tenías por qué enterarte de nada y por lo tanto de ofenderte.

-De todas formas la imagen que daba de Dios no era pornográfica ni insultante sino la de un personaje amable y simpático. El auténtico choque era hacer de Dios un personaje humorístico.

-Lo más escandaloso fue al principio, los primeros años. Después he tenido algunos testimonios de curas que según me confesaron, utilizaban mis historietas para explicarle a los jóvenes la biblia de una forma más atractiva, amena y cercana. Me dicen que como son historias simpáticas y divertidas a los chicos les gusta y se fijan más en el mensaje. Eso me lo han dicho en varias ocasiones.

-Ahora El Jueves está a punto de cumplir medio siglo. Todo un logro.

-Faltan apenas dos años. Más que nada por edad ya estoy fuera pero estuve de editor hasta 2012 y como colaborador hasta 2016 y luego me dediqué a otra cosa porque se supone que la revista va dirigida a los más jóvenes. Cuando me fui ya tenía sesenta años, así que no era muy joven que digamos.

-Seguir publicando en papel se puede considerar algo casi heróico.

-Sí y además lo están haciendo muy bien, consiguen publicar una vez al mes, lo que tiene más mérito aún en tiempos como los actuales en los que el papel ha caído en picado.

-¿Cuál sería su reflexión sobre el momento que vive el cómic en la actualidad?

-Creo que atraviesa un momento fantástico, hay grandes autores y muy buenos dibujantes, el problema es que se vende muy poco y me entristece que la gente no pueda vivir del cómic, un mundo con una gran calidad pero en el que no existe toda la clientela que sería deseable. Hay muy poca gente aficionada en España, no ocurre como en Francia. Nosotros en nuestra época, sin embargo, pudimos vivir holgadamente dibujando nuestras paginitas todas las semanas pero ahora es mucho más complicado para los autores.

-Y en cuanto a temáticas ¿Cuál sería la evolución?

-Yo es que ya soy un abuelito pero a mí me parece que se reiteran demasiado las historias tristes, quiero decir que hay mucho cómic sobre enfermedades, guerra civil, gente maltratada o vulnerable, lo cual está muy bien y por supuesto no digo que no se deba hacer. Pero echo en falta el cómic divertido, de aventuras, de detectives… ¡Yo que sé! Un poquito de más variedad. Casi todo lo que veo es triste, ahora la evasión no está muy bien vista, parece que todo tiene que tener una causa, un motivo y una conciencia

-Por ejemplo, ¿como ven ustedes que vivieron aquellos tiempos en primera línea la actual reivindicación de la memoria histórica?

-Me parece bien pero creo que hay más temas, que ahora todo se ha circunscrito un poco a eso, como pasa también en el cine, con un montón de películas sobre la guerra civil. Y uno dice, vale pero el mundo es muy amplio. Me parece todo un poco recurrente.

-Da la impresión de que hay más interés por la dictadura ahora que justo después de morir Franco.

-Claro, en los ochenta nadie se acordaba de Franco, se hablaba de lo que ocurría en la actualidad, del rey y todo eso pero a Franco lo teníamos olvidado.

-¿Y cómo observa que ahora la dictadura esté idealizada por parte de las nuevas generaciones después de que ustedes tuvieron que combatirla y sufrirla en primera línea?

-Ese es para mí el problema y dado que estamos en democracia debemos combatir ese punto de vista democráticamente, atacar con argumentos sus falacias, mentiras y bulos. Y creo que eso es lo que hace todavía El Jueves. Desnudar a toda esa gente y decirles: “lo que ustedes cuentan es pura demagogia, es falso, por esto y por lo otro”. Esa es la forma de luchar en una democracia y me da la impresión de que en general no se está haciendo así, de que se recurre mucho a lo de “cuidado que vienen, cuidado que vienen”. Los jóvenes tienen muy poca información real de lo que fueron aquellos tiempos.

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