Cuando el talento va en parejo a la modestia, uno solo puede aplaudir a una artista que se ha hecho a si misma, sin divismos, sin soberbia, con trabajo y creatividad a raudales.
«Hola, soy Maika», se presenta por fuera del Aguere Cultural, el pasado 18 de noviembre, como cierre del Docurock 2021, supurando simpatía y humildad, y haciéndonos sentir a la prensa cómodos y casi hermanados. Miguel Ángel Rodríguez le entrevista, profundizando en carrera y situación musical actual. La artista esboza sonrisas, se explaya en sus respuestas y disfruta como buena melómana, ante cuestiones como sus influencias, que van desde Nick Cave hasta la Velvet Underground, pasando por Nirvana, Bob Dylan, Neil Young, David Bowie o Los Stooges. Confiesa a un servidor, que vivió una epifanía cuando escucho de jovencita el Foxy Lady, para ir luego, corriendo a una tienda a agenciarse el Are you experience. Tras un feliz error, buscando el Perfect Day benéfico y coral noventero, se hace con el Transformer de Lou Reed, y gracias a hermanos mayores y dealers varios, consigue el primero de Jane,s Addiction, formándose musicalmente. Presenta MKMK, nuevo disco bajo el brazo, en formato troquelado, crítica la falta de hambre en la búsqueda de raíces y material de base en las nuevas audiencias («van a ver a los Strokes y no profundizan de donde vienen») y carga contra el efecto pandémico y los efectos en la cultura popular, y la hipocresía de ciertas restricciones («Voy a una discoteca después de un concierto y todos hacinados y casi sin mascarilla), y lo hace con elocuencia, sin perder el sentido del humor. Esa noche se presenta como mujer orquesta. Ella sola, sin banda, y ante un mar de mesas separadas con velas. Lleno absoluto. Sale a escena con traje carmesí, pelo recogido y botas. Se sienta al piano y va directa al grano. Se produce el feedback esperando, introduciendo canciones del nuevo disco, como Places where we used to sit, o Center of the universe, ya agarrando la guitarra. Alude a anteriores visitas tinerfeñas coincidiendo con su cumpleaños. Se le ve a gusto y se nota. Vuelve a sentarse y aporrea las teclas, utilizando su pie como percusión ( ese bombo vivo). Juan Palomo en estado puro, van cayendo clásicos y estrenos (Lava Love, Language o Love you till i die). Recupera Mademoiselle (dedicada a un antiguo novio) y defiende con bravura el Sign o,The Times, de Prince, a la eléctrica ( el único artista que ha sobrevivido en mis escuchas, desde mi adolescencia»). Se muestra jocosa («no es que el volumen esté alto, es que estás viejo) ácida (brutal la puya a los 40 criminales) y risueña en todo momento. Casi hora y media de show vibrante, de una música todoterreno, ajena a modas, concesiones comerciales, alérgica a purismos y etiquetas, y que hace ya tiempo que dejó atrás el sambenito de PJ Harvey española. Una tía que le pega a todo, desde el teatro a la televisión (La hora musa), pasando por el cine (la b.s.o de Quién a hierro mata). Y es que en la era de la estupidez de los talent shows, cansautores de autoayuda vendehumos, reggaetontos espantapájaros y gafapastas indie(ferentes), Maika es un oasis en un mar de mediocridades. Y que dure. Con un directo tan demoledor, esperamos que vuelva pronto.
Por Adrián Gómez
Fotografías de Eduardo Mesa López