jueves, noviembre 7, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película «Spider-Man: No Way Home»

Cuando ya nadie esperaba nada fresco y original del MCU en general, y de Spiderman en particular, van y nos regalan un magnífico espectáculo navideño. No exagero. Aún no he empezado a beber. Este film es un homenaje y una celebración a los 60 años del personaje (algo así como No time to die, respecto al Bond cinematográfico), a los 20 años de la adaptación de Raimi, y a los diez del Amazing de Marc Webb (500 días juntos). Jon Watts supera con creces las dos anteriores entregas (tampoco era muy difícil) con un inicio sin respiro, retomando la trama de la escena post-créditos de Far from home. Esto es, el mundo entero conoce la identidad del superhéroe, gracias a j.j.Jameson (un recuperado J.K simmons, reconvertido en periodista televisivo).

El arranque con este cliffhanger recuerda a propuestas parecidas en los 80, tipo Rocky o Karate Kid, donde se sucedían las secuelas, exactamente, desde el punto donde había finalizado la anterior. Peter (Tom Holland), M.J (Zendaya)… y la tía May (Marisa Tomei) están en el ojo público, y su vida se convierte en un infierno mediático. En un planteamiento asombroso (nunca mejor dicho), y al más puro estilo Marvel team Up, Spidey recurre al doctor Strange (grandioso Benedict Cumberbatch) y… empieza la fiesta. Un hechizo conjurado a trompicones desata la locura…la aparición de diferentes situaciones y realidades arácnidas, donde el catálogo de Sony campa a sus anchas. Un ejercicio de nostalgia y un intenso relato bien hilado, que supone el Endgame del Spiderverso… porque tras la excelencia del film animado del mismo título, aquí se riza el rizo. Si ya nos habían puesto los dientes largos con la aparición del Hombre sin miedo (exactamente), las sorpresas se solapan con ritmo y emoción. Un fan-service apoyado en un guión, que parece escrito por Straczinsky, y que hubiera hecho las delicias de Stan Lee, Ditko y Romita Jr. Se abandona el tono infantil de las anteriores, y nos colgamos de la tela, sorteando el penoso humor del colega samoano (único lastre, junto con el prescindible Happy de Jon Favreau), esquivando tentáculos y calabazas explosivas, quitándonos arena de los ojos, escurriéndonos cual lagarto en una tormenta eléctrica. Dos horas de puro goce audiovisual con clímax en La estatua de la libertad, e invitados especiales. Atención a los diálogos del trío maravillas (la diatriba con el lanzarredes… ni Tarantino) y a las dos piezas entre (y post) créditos. Éste es el camino. Al fin. Porque» un gran poder conlleva una gran responsabilidad» y Kevin Feige lo ha entendido, ha sentado a sus guionistas, y han estrenado algo potable, que puede ver un adulto. Tan emocionante como emotiva. Todavía no me lo creo. Cortesía de tu amigo y vecino… Spiderman. Lo mejor de Marvel desde Winter Soldier… y ha llovido

Fotografía en portada: Cartel o escena, público y distribuido para su publicidad de la película

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