domingo, diciembre 22, 2024

Ana Miralles, dibujante: “Tengo curiosidad por lo que me apasiona, por lo que me resulta indiferente, incluso por lo que detesto”. Por Noé Ramón

La dibujante madrileña Ana Miralles ha explorado sin complejos el cuerpo de la mujer con toda su sensualidad y voluptuosidad multiplicada al infinito al situar a sus personajes en decorados exóticos, harenes y decorados hollywoodenses. Prueba de ello es su última obra Ava en la que hace un homenaje a la actriz Ava Gardner durante su estancia en Brasil antes de sus turbulentos años en Madrid, repletos de desenfreno, juergas y amores toreros. 

   Miralles coqueteó con la movida madrileña colaborando en Madriz pero al igual que casi todos los que vivieron aquella época parece dudar de que haya sido algo real y asegura que apenas pasaba por allí. Cuando se le pregunta cómo resumiría su trayectoria ésta es la respuesta:

  -Resulta difícil para un autor hablar de sí mismo. En pocas palabras, diré que estudié Bellas Artes en Valencia en las mismas aulas que Sorolla, Pinazo y otros. Allí desarrollé una afición temprana a los cómics que ya llevaba de serie gracias a mis lecturas infantiles. Nada más terminar, me presenté a un concurso de Radio 3 donde me seleccionaron para exponer en su stand. Allí conocí a los grandes autores que admiraba y eso me sirvió para no querer hacer otra cosa el resto de mi vida. 

¿Cómo recuerda sus primeros años?

      -Al principio fue duro, dado que tuve que alternar mi pasión con muchos otros trabajos. En 1987 conocí a Antonio Segura y juntos hicimos dos series, Marruecos Mon Amour y Eva Medusa. Esta última me hizo salir de España y comenzar a publicar en otras lenguas. Luego vino En Busca del unicornio, adaptación de la novela de Juan Eslava Galán con guión de Emilio Ruiz. 

     -¿Antonio Segura ha sido su guionista de cabecera?

      -Con él he realizado varias historias a lo largo de mi carrera y seguimos trabajando juntos actualmente. La última aventura ha sido Ava, donde contamos un breve episodio de la vida de Ava Gardner, libro que acaba de editarse.  Anteriormente hicimos Muraqqa, una historia de harenes del siglo XVII en la India; Wáluk, un cómic infantil-juvenil que ha dado la vuelta al mundo en varios idiomas que trata sobre el destino de una pareja de osos polares. Tampoco me olvido de Mano en mano, un volumen que nos cuenta la vida de las personas que poseen brevemente un billete de 20 euros, desde que sale de un cajero hasta que termina enmarcado en un bar. Pero la serie más internacional y exitosa de mi carrera ha sido sin embargo Djinn, junto al guionista belga Jean Dufaux con el que hice trece tomos que terminamos en 2016.

     -De todas sus facetas, ¿cual es con la que se siente más a gusto? Incluido el diseño de vestuarios.

    -Me considero una dibujante. Es a lo que he dedicado más tiempo en mi vida. Claro está, que dibujar de manera realista, que es mi estilo, significa conocer, entender, tener curiosidad por las personas, expresiones, el cuerpo humano, sus objetos… ¡Una lista interminable! Ahí cabe lo que te apasiona, lo que te resulta indiferente, incluso lo que detestas. El diseño de vestuario fuera de los cómics, fue algo coyuntural. Trabajé para un grupo de danza diseñando el vestuario. De eso hace ya mucho tiempo.

-Ha recibido varias veces el premio Haxtur por la misma obra y del Salón de Barcelona que ha reconocido su trayectoria. ¿Qué importancia han tenido? 

-El reconocimiento es esencial para el artista, incluso para alguien como yo que le cuesta salir de casa y escapa de los compromisos. Los Haxtur me sorprendieron al principio de mi carrera con Antonio Segura. Hicimos una razia aquel año con Eva Medusa. Luego me dieron otro por una portada de Djinn.

-¿Y el premio del Salón de Barcelona?

-El premio fue a toda mi carrera y me llegó con 49 años, algo que me pareció prematuro. Sentí un orgullo especial al ser la primera mujer en conseguirlo, aunque tengo que decir que me dejó algo de amargura que fuera antes de Purita Campos, a la que se lo dieron al año siguiente. Ella se merecía haber sido la pionera y no yo. Era una persona maravillosa y una gran profesional.

 -¿Se puede decir que estuvo relacionada con la movida madrileña?

-Solo de pasada. Yo vivía en Valencia y frecuentaba más el ambiente de la llamada Escuela Valenciana y sus extensiones, adoradores de la línea clara donde Sento, Mique Beltrán y Micharmunt eran sus máximos representantes. De hecho, cuando comencé a trabajar con Antonio Segura fue una especie de herejía. Dejé de preocuparme por el estilo y fue entonces cuando abracé sin reparos el realismo, siguiendo la estela que me marcaban mis adorados Hal Foster y Alex Raymond, los héroes de mi adolescencia.

-¿Qué diferencia ve y cuál  cree que fue la relación de la movida con el underground barcelonés? 

  -La verdad, es un asunto que desconozco más allá que cualquiera. Puedo hablar de mi experiencia. El Madriz fue una revista pionera que dio a conocer a muchísimos autores, como fue mi caso o el de Ana Juan, compañera mía de aquel tiempo. Todo gracias a la dedicación del conocido guionista Felipe Hernández Cava, quien nos acogió con los brazos abiertos. Recuerdo La Luna de Madrid, una revista influyente de aquel tiempo y poco más. Barcelona era otro rollo, mucho más pujante editorialmente. 

    -Tres obras suyas de las que esté especialmente contenta. 

      -De la que estoy más satisfecha es la última, Ava. Hemos hecho un trabajo exhaustivo para recrear el Río de Janeiro de los años cincuenta. Hemos estudiado la vida de Ava Gardner hasta encontrar algo que nos sirviera para retratar su lado más auténtico y su personalidad fascinante, justo antes de que viniera a vivir a España. Luego diría que En Busca del Unicornio, tres años apasionantes en los que pudimos trabajar con el autor de la novela, Juan Eslava Galán quien hizo equipo con nosotros facilitándonos toda la documentación necesaria para dibujar la historia.

    Al elegir una tercera, dudo mucho. Djinn fue una historia con la que no me sentía plenamente a gusto por su forma de tratar la imagen de la mujer, pero, por otro lado, eso hizo que me esforzara en dignificarlas con mi dibujo, sus actitudes, sus expresiones… Así lo han visto multitud de lectoras, algo que me ha reconciliado con la obra. Por otro lado, me llevó a la creación de Muraqqa donde Emilio y yo hicimos un trabajo de investigación notable gracias a las láminas mogoles y las lecturas de su tiempo. Digamos que necesitaba salir del harén de cartón piedra y explicar lo que fue un harén de verdad. Creo honestamente que lo conseguimos.

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