lunes, diciembre 9, 2024

Día 08 en el Planeta La Mar de Músicas (Cartagena). Por Álex Ro

Viernes 26 de julio

Estamos en esos días en que empezamos ya a hacer planes para el festival del próximo año. ¿Qué grupos traerán? ¿A quién darán los premios? ¿Cuál va a ser la temática? Porque está claro que La Mar de Músicas es un festival que engancha y se anhela a lo largo del año con expectación.

El viernes comenzó con la actuación de Mavica en la Plaza del CIM, una joven voz cartagenera residente en Londres que representa esa nueva generación que produce sus composiciones en su propia casa, en lo que se conoce como bedroom pop, y que explota de manera inteligente los medios digitales para darse a conocer. Sobre ritmos electrónicos, sazonados con guitarra (en uno de los temas es acompañada por el músico local Pablo Serrano), va construyendo sus canciones con un tono muy intimista empleando el inglés como lengua para transmitir su mensaje, algo muy positivo para llegar a un audiencia internacional pero que resta conexión con el público cuando este es mayoritariamente español.

Johan Papaconstantino, francés de nacimiento pero con raíces corsas y griegas, es otro ejemplo de la nueva generación de músicos autodidactas, que producen y distribuyen sus propias composiciones, habiendo publicado en los últimos años dos discos (Contre-jour y Premier degré). Acompañado de percusión y teclados, Papaconstantino desplegará en el escenario de la Plaza del Ayuntamiento esa mezcla de culturas que se encuentra en su ADN, fusionando ambos extremos del Mediterráneo en un pop con texturas orientales producto del bouzouki griego, esa especie de laúd también conocido como guitarra del sol, y el característico sonido del darbuka.

Y el testigo de la fusión propuesta por Johan Papaconstantino fue asumido por Ángeles, Víctor, Gloria y Javier en el Patio del Antiguo CIM. En 2022, estos músicos recibieron el encargo de darle forma musical a Poema del Cante Jondo de Federico García Lorca, llevando su propuesta a una especie de flamenco dub, en donde se mezcla la música electrónica, jazz y el propio flamenco. Y lo hicieron con tal maestría que ese proyecto nacido con un carácter tan efímero como para no poner nombre al grupo, ha tenido tal éxito que tras la grabación de dos singles, Suspiro tierno y La guitarra, terminaron publicando un disco a finales de 2023 con nueve canciones, Tengo tres estrellas y veinte cruces, y girando con bastante éxito por diversos festivales. Sin embargo, al final, como anunciaron durante la actuación, este viaje musical, improvisado como los grandes viajes, está llegando a su fin lo que es una verdadera lástima porque era una propuesta innovadora y rompedora. Siempre nos quedará el recuerdo de su disco.

En el Auditorio Paco Martín asistimos a todo un curso de cómo llenar un escenario y conectar con el público. Dos propuestas, dos formas de encarar este desafío: Rita Payés y María José Llergo.

En la primera actuación, la esperada Rita Payés dispuso a sus músicos formando en arco muy abierto con luces planas que iluminaba toda la escena. La música, intimista por momentos, fluía de manera orgánica con una Payés actuando como directora. De voz sutil y embriagadora, su trombón daba esa sonoridad tan típica del jazz. Aunque mantenía la distancia con el público, fue creando distintos ambientes con sus músicos, como ocurría cuando cantaba sola con su cuarteto de cuerdas, o interpretaba a dúo con su marido Pol Batlle el tema que había grabado con Lau Noah, No és la Llum. Y es que su familia es tan importante para ella que en su grupo cuenta con su marido y su madre, la guitarrista Elisabeth Roma, con quienes interpretó el tema Juna, dedicado a su primera hija. Verdadera metáfora de la vida: abuela, padre, madre e hija representada por una caja de música sonando sobre la guitarra. Distancia no significa en este caso desconexión pues la barcelonesa fue capaz de hacer que todo el auditorio actuara de coro en uno de sus temas (tras haberles dado una clase exprés de canto). No hizo falta mucho más para convertir este concierto de presentación de su último disco, De camino al camino, en un acto a recordar para siempre.

María José Llergo representa la otra manera de llenar un escenario. Acompañada por solo dos músicos, el espacio escénico se le quedó tan pequeño que terminó su actuación interpretando el tema Pena, penita, pena, de la inmortal Lola Flores, entre el público, caminando y cantando por todo el auditorio. Con una base instrumental potente y una vigorosa voz, empleó de manera muy creativa las luces, jugando a los contraluces con su vestuario. Promesa de la música cuando en 2021 inauguró el Premio Paco Martín a la Artista Revelación de las Músicas Globales, los años no han hecho más que convertirla en una de las grandes voces del panorama flamenco español, sobre todo en su vertiente más vanguardista ya que no tiene ningún problema de beber de fuentes tan diversas como el bolero, la copla, el pop o la música urbana (sea lo que sea lo que signifique esta etiqueta). Muchas son sus referencias pero, María José Llergo solo hay una y ella es fiel a sí misma. Simpatía sentida, fue un torbellino que sacudió el Auditorio Paco Martín con su último disco, Superbelleza.

Rita Payés y María José Llergo, dos maneras de concebir un espectáculo, dos formas de entretener y conectar con el público, dos grandes artistas demostrando porqué lo son.

La noche del viernes terminó en el Castillo Árabe cuando la turca Gaye Su Akyol subió al escenario para proponernos una sesión de baile mezclando propuestas vanguardistas con letras que beben del folklore de su país. Con una estética cercana a la escena disco de los años setenta, salpicada con toques burlesques y cabareteros, su sesión fue una sucesión de ritmos bailables producidos por el guitarra y batería que la acompañan como banda. La Luna nos espera para acompañarnos en el final de La Mar de Músicas.

Fotografías y texto de Álex Ro

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