sábado, noviembre 23, 2024

Eduardo González: «Mararía es Lanzarote de una forma pura y dura»

Este año tienen lugar una inusual cadena de coincidencias en torno a la novela Mararía, la obra literaria más conocida de Canarias. En concreto, se cumple el centenario del nacimiento de su autor, Rafael Arozarena, medio siglo desde que se publicó el libro y el veinticinco aniversario del estreno de la película con el mismo nombre. Para celebrar esta serie de sincronías, la Fundación Cine+Cómicha organizado una exposición itinerante por todas las Islas que comenzará en febrero, en la que se podrá ver cómo se traslada esta historia al mundo del cómic. La exhibición en realidad ya ha comenzado y lógicamente lo hizo en Lanzarote, donde se desarrolla la novela y donde permaneció abierta durante un mes, ocupando dos salas de la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz de Arrecife. En Tenerife también se realizó una especie de prueba con bocetos y dibujos originales.

El cómic, de más de cien páginas, ha sido elaborado por el dibujante, Eduardo González y supone una recreación casi milimétrica de la obra literaria, en estilo muy realista y a color. Es la primera vez que este autor trabaja basándose en una novela. Por eso, cuando acudió a la inauguración de Lanzarote estuvo muy pendiente de las reacciones de la gente y así comprobó en primera persona que fueron muy positivas y que en general gustó, lo que espera que se mantenga en el resto de las Islas.

Al público lo que más le llamó la atención fue el uso del color por su expresividad, en sintonía con los paisajes conejeros, protagonistas también principales de la novela. Hablamos de una naturaleza virgen, por supuesto anterior al desarrollo turístico e incluso a la reinterpretación que el artista, César Manrique hizo de sus paisajes. “La isla de la novela es muy salvaje, muy rural… en la que dominaban los volcanes, el mar…”.

La exposición se compone de alrededor de ochenta cuadros en los que se puede observar casi la mitad del cómic, tanto en los bocetos en blanco y negro como su resultado final. El autor se arriesgó a experimentar y empleó el sistema digital que permite dar mayor textura al color. De esta manera quienes visiten la exposición podrán visualizar todo el recorrido creativo emprendido por el dibujante.

El hecho de que la inauguración haya tenido lugar en Lanzarote, por supuesto no es casual y supuso un doble reto. Por un lado, al ser el lugar donde se desarrolla la obra, el público fue más exigente pero a la vez también demostró su gratitud porque se siga valorando la obra que mejor ha reflejado los paisajes y el espíritu conejero. “Tuve la suerte de jugar en casa. Mararía es Lanzarote de una forma pura y dura”, dice el autor, sobre la presentación de la exhibición.

La obra que cumple ahora medio siglo relata la tragedia de una joven cuya belleza cautivó a todo un pueblo de Lanzarote pero cuyos amores acabaron siempre en tragedias, de las que los vecinos la culpaban a ella y que la condenaron a pasar su vejez convertida en poco más que una sombra.

La legataria de los derechos de autor de Rafael Arozarena, María José Pérez Andreu, fue quien propuso trasladar la obra al mundo del cómic. Pese a que no había tenido mucha relación con este mundo, le gustaba el resultado de otras iniciativas parecidas. En principio tenía cierta reticencias pero comentó la idea con el editor de Arozarena, Francisco Pomares a quien le pareció una estupenda iniciativa y quien a su vez pensó en González como autor. Entre ellos ha existido una amplia relación, buena sintonía y confianza mutua a la hora de trabajar. Al recibir el encargo el autor se enfrentó a dos sentimientos encontrados; por un lado la alegría de realizar un trabajo de esta envergadura y por otro, saber estar a la altura de una obra maestra que ya había leído siendo niño en el colegio.

Las posibilidades de cómo concretar el libro en viñetas eran infinitas, al igual que la libertad que le dieron para llevar ese proceso adelante. El dibujante al principio eligió realizar los dibujos en blanco y negro pero la idea inicial cambió. Consideró que el paisaje de Lanzarote exige que la obra se refleje en colores y que además el cómic debía ser absolutamente fiel al argumento de un libro “a cuyo servicio me puse totalmente”. Las variaciones sobre la obra original son puntuales pero también inevitables cuando de lo que se trata es de trasladar una pieza literaria al mundo del cómic. Pero el fin es que quien vea los dibujos sea capaz de reconocer el libro, valore que el trabajo está bien adaptado y es fiel al estilo de Arozarena.

En total el proceso creativo se extendió a lo largo de un año y medio. Un tiempo de trabajo duro del que está satisfecho aunque por supuesto piensa que siempre habrá algo que se pueda mejorar. “Prefiero no mirarlo mucho ni pensar en cómo podía haber hecho las cosas mejor. Ya está acabado y en la calle. Ya no me pertenece a mí, sino a los lectores”. El objetivo era transformar capítulo por capítulo, de una forma lo más concreta posible, las palabras en imágenes y más aún cuando se trata de un autor cuyo estilo es muy detallista y lírico. “Las descripciones son fantásticas, eso es algo que en el cómic nunca vas a poder reflejar”, indica. Todo un reto y “por eso su consejo es claro: “Léete el libro y también el cómic, porque son la misma historia pero con dos estéticas distintas: la de la imagen y la del lenguaje itinerante”.

La escena que más le costó reinterpretar es la que transcurre en una playa donde se encuentran una serie de personas con antorchas. Esa viñeta reviste una gran carga dramática pese a su aparente sencillez. “Me costó muchísimo esfuerzo, tuve que repetirla una y otra vez porque no sabía muy bien cómo enfocarla, cómo fundir el agua y el cielo oscuro con los protagonistas. Y eso que aparentemente es una composición sencilla”.

Otro reto añadido es que se trata de la primera vez que trabaja interpretando una obra literaria. “Me lancé a la piscina un poco. Cogí el libro, me lo llevaba a todos lados, iba haciendo bocetos y de tarde en tarde enseñaba el resultado a los responsables de la editorial, a los que les gustaba lo que veían y además no me presionaron en ningún momento”.

En cuanto a la película, prefirió verla al final de su proceso creativo, quizás para que no le influyera. Comprobó que a diferencia de lo que sucede en el cómic, se introducen algunos cambios sobre la historia original, lo que en su momento creó controversia entre los más puristas. “Pero como película me gusta, está bien hecha, cuenta con buenos actores, el resultado final está muy bien… aunque es verdad que se dejan fuera muchas cosas que sí están en el libro”. Algo que también podía haber hecho Eduardo Gonzalez, dada la libertad con la que trabajó, pero prefirió ser fiel a la novela en todo lo posible: “Aquí quien ha mandado en todo momento ha sido Arozarena”, indica.

El autor

El autor tinerfeño, Diego González es un apasionado del dibujo desde pequeño y no ha perdido esta pasión con el paso de los años, sino más bien al revés; con el tiempo siguió siendo un devoto de “los colorines”. Tuvo la enorme suerte de que su padre le alentó a dedicarse a aquello que le gustaba y en su momento le dijo: “Cómo sólo se vive una vez lo mejor es que te dediques a lo que más te apasione”. Y González tenía clara su vocación, lo único que hacía falta resolver en la ecuación era cómo conseguir vivir de ella. Dice que por el momento el resultado ha sido positivo: “Vives en la cuerda floja pero hasta ahora he podido conseguirlo, he escapado, aunque dentro de un año ya te diré”.

En el caso se une a la vez la labor de dibujante con la de guionista, lo que no suele ser del todo habitual en el mundo del cómic. Su objetivo no es tanto pintar sino contar pequeñas historias a través de las imágenes y le gusta salir de lo que define como zona de confort y trabajar con otros creadores para ampliar sus posibilidades y alcanzar nuevos límites.

Su estilo dentro del realismo, abarca diversas formas según el formato y contenido. Por ejemplo, en el periódico La Opinión de Tenerife, se ocupaba de unas tiras humorísticas pero a veces tiende al surrealismo, a una línea más oscura. “Todo depende del tipo de historia y ahí es donde se te exige un dibujo diferente y más particularizado”.

En estos momentos se encuentra entregado a una adaptación del libro La pistola que Millán-Astray le regaló a mi abuelo, del propio Francisco Pomares, una especie de repaso a la historia de una familia militar después de la posguerra. De sus trabajos anteriores resalta Autobiopsia, básicamente el relato de una persona que se realiza a sí misma una operación muy dolorosa y que exige la máxima precisión para localizar en su organismo el tejido afectado y extraerlo sin anestesia. Las células están repletas de recuerdos en las que se encuentran las claves de lo que somos. El resultado fue calificado por el experto en cómics, Antonio Altarriba como “de una gran belleza”. Pero en general su obra es tan variada que le cuesta elegir una concreta, “de cada trabajo que he hecho he conseguido sacar algo”.

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