El Festival de Música de Cine más antiguo del mundo cerraba ayer su decimonovena edición por todo lo alto con la interpretación de la banda sonora de Gladiator en directo, donde Lisa Gerrard fue la voz invitada y protagonista y bajo la impecable dirección de Diego Navarro.
Aún quedaba un poco de arena decorando el cielo de Tenerife cuando tropas de gente, armadas solo con sonrisas y una notable ilusión, llegaban al coliseo de Santa Cruz. Como si de una escena de película se tratara, nuestras manos tocaban delicadamente los asientos hasta llegar al que teníamos asignado. Sabiendo que estábamos ante el último sold out de FIMUCITÉ 19, las expectativas eran especialmente altas, pero, una vez más, la imaginación no llegó siquiera a acercarse a la grandeza de lo que estábamos a punto de presenciar.
Las puertas se cerraron por fin sin dar tiempo a que feroces tigres hicieran acto de presencia. Sonó entonces la voz de Máximo Décimo Meridio, «comandante de los ejércitos del norte, general de las legiones Félix, leal servidor del verdadero emperador”, quien se declaró fan del festival y dio paso al inicio del espectáculo. Lisa Gerrard, compositora (junto a Hans Zimmer) y cantante principal e inigualable de esta banda sonora, salió a escena, recibiendo una primera ovación que, sin duda, marcó precedente. Acto seguido, el maestro Diego Navarro hizo lo propio, arrodillándose ante el público y tomando en sus manos la “arena” del Auditorio tinerfeño antes de comenzar su particular batalla.
Fuerza y honor
Al silencio le siguió el ruido; a la vida, la muerte; a la muerte; la vida. Batuta o espada, cualquiera sabe, empezó a blandirse en el aire por parte de nuestro particular César, marcando el ritmo, transmitiendo fuerza y sentido en cada compás. Ficción en la pantalla, realidad sobre el escenario. Por momentos resultaba imposible diferenciar la una de la otra. Estábamos dentro de cada batalla, de cada diálogo, de cada paso. Entendíamos las miradas de admiración, celos o pasión. El corazón nos latía más fuerte a medida que la banda sonora nos llevaba a lo más alto, y bajábamos las pulsaciones cuando quedaban solo las voces. Cuánta historia, cuánto imperio romano, cuánto amor y cuánto odio.
La mirada de Máximo iba y venía, se debatía entre lo terrenal y lo divino. Herido en su físico pero no en su espíritu, entendió que no solo querrían acabar con él, sino con lo que él más quería. Corrió lo más rápido que pudo hacia su hogar, pero no llegó a tiempo de evitar tanto dolor, un dolor que se hizo aún mayor por la impresionante música que nos acompañaba. Algunas lágrimas rodaron por las mejillas, sonaron algunos suaves “oh…”, algún que otro “ah…”. En ese momento, toda fuerza se disipaba, al contrario que el honor, que se hacía mayor.
Uno de los momentos sonoros más sorprendentes fue el que llegó después. Un ambiente tribal con costumbres y entretenimientos que nos quedan muy lejos, apareció en pantalla con una musicalidad característica que se salía de los violines y clarinetes. Para ello, un grupo de músicos especialistas, ubicados en el lateral izquierdo del escenario, hicieron auténtica magia. Sí, esa es la palabra: magia. Por mucho que sepamos que es posible viajar a través de la música, vivirlo tan de cerca siempre llega de una manera especial.
“Tendré mi venganza, en esta vida o en la otra”
Tras un riguroso descanso de veinte minutos, que pasaron realmente rápido, todos los legionarios volvimos al interior de la Sala Sinfónica. No nos vamos a engañar, entramos queriendo venganza, pero primero nos llevamos una reflexión tan sincera como humana: “Sea lo que sea lo que salga de estas puertas, tenemos más posibilidades de vivir si trabajamos juntos. ¿Lo entienden? Si permanecemos juntos, sobreviviremos”. Y así fue, así es. Con la música más épica posible como base, presenciamos una batalla espectacular que se llevó los vítores del pueblo romano por inesperada y sorprendente. En el Auditorio, sentimos ese éxito como propio.
La historia seguía su curso con una impecable interpretación de Lisa Gerrard, la Orquesta Sinfónica de Tenerife, el Tenerife Film Choir, el Coro Contemporáneo de Tenerife y el Coro EnArmonía. Diego Navarro, dejó ver, como es ya habitual, que la música es sangre de su sangre y le hace vibrar en consecuencia. La delicadeza con la que mueve sus manos contrasta con la enorme fortaleza que transmite con ellas, acompañadas siempre de una sonoridad sencillamente perfecta.
Con todo ello, llegamos a la recta final de Gladiator. Por fin llegó lo que todos estábamos esperando: el cruel, el malvado, el arrogante y engreído, ejecutor de las mayores injusticias por pura envidia, cayó vencido sobre la arena del Coliseo. Nadie lloró por él, nadie fue a por él, nadie sintió lástima. Pero al mismo tiempo sí que sentimos el romper de nuestros corazones cuando Máximo, nuestro protagonista de corazón grande y pureza de alma, ordenó la liberación de los esclavos, recordó lo que el anterior César quería para el pueblo de Roma y pidió que se respetara. Después, cayó. “¿Vale Roma la vida de un buen hombre? Lo creímos una vez. Creámoslo de nuevo. Él era un soldado de Roma. Honradle”. Y así lo hicimos. Honramos su historia, esfuerzo y sacrificio con una ovación a la altura de las circunstancias.

Un nuevo hogar para Lisa Gerrard
En el final de la película y durante los créditos, la voz de Lisa adquirió más fuerza que en todas las escenas anteriores. Su turbante amarillo, en contraste con el vestido negro, su mirada calmada como si su voz fuera de este mundo, nos dejaron sin aliento. Cuando su intervención finalizó, se sentó en su sitio hasta que finalizó la última nota, y fue entonces cuando alguno de los músicos de su alrededor le dedicó alguna palabra de enhorabuena. Se notó porque, acto seguido, ella sonrió desde el corazón, inclinando levemente la cabeza hacia esa persona.
Antes de que los músicos, el coro, Lisa y Diego pudieran darse cuenta, el público al completo ya estaba en pie, aplaudiendo sin pausa, con una fuerza impresionante y sonriendo de manera profundamente inevitable. “Bravo”, silbidos, palmas cada vez más vigorosas. Todo se quedaba corto ante lo que acabábamos de vivir. La película, per se, es historia del cine, eso ya lo sabemos. Sin embargo, lo que ocurrió la pasada noche en el Adán Martín fue la mayor de las victorias de Gladiator: el cariño y reconocimiento de todas las personas presentes.
Más allá de una voz propia de una ensoñación, Lisa tiene un corazón enorme y una manera de ser tan carismática que, aun con metros de por medio, te hace llegar la belleza de su personalidad. Sonreía con un encanto especial, dirigió sus besos al entregado público que la recibió con los brazos abiertos y no ocultó su sorpresa al recibir el galardón de FIMUCITÉ 2025. Sus palabras al tener el premio entre sus manos, aparte de entrecortadas por la emoción, solo atinaron a decir: “Hans Zimmer debería estar aquí ahora recogiendo este reconocimiento conmigo”. Cariño, admiración y respeto de una artista hacia otro referente indiscutible del panorama cinematográfico mundial. Tenerife se convirtió así en un lugar especial que, sin duda, acompañará para siempre a esta maravillosa cantante y compositora.
La pregunta de siempre
Al concluir la pasada edición de FIMUCITÉ, una pregunta se apoderó de nosotros: “¿Y ahora qué?”. Habíamos vivido una experiencia tan intensa, tan colmada de arte, emoción y excelencia musical que era difícil imaginar un paso más allá. Pero la respuesta no tardó en llegar y fue rotunda: Italia. Su historia, su cultura inagotable y su legado cinematográfico de incuestionable grandeza se convirtieron en el hilo conductor de una edición memorable. Aquello que parecía insuperable volvió a ser superado, confirmando que siempre hay espacio para lo inesperado, para sorprendernos una vez más y seguir elevando el listón.
Hoy nos encontramos en ese mismo punto: maravillados por lo vivido, con el corazón todavía palpitando al ritmo de la música que nos acompañó, pero con la mirada fija en el horizonte, en lo que está por venir. El futuro es todavía un misterio, pero hay un dato que resuena con fuerza en el calendario: en el 2026 llegará el vigésimo aniversario de este festival. Serán dos décadas celebrando la música del cine con una pasión y una calidad que lo han convertido en un referente internacional.
Y si algo ha demostrado FIMUCITÉ a lo largo de estos años es que nunca se conforma, nunca baja el ritmo y siempre logra sorprender. Por eso no tengo dudas de que nos espera algo extraordinario, digno de una ocasión tan especial. En resumen, solo me queda decir: Ave, FIMUCITÉ, los que vamos a vivir te saludamos.

Fotografías de Fimucité, cedidas para la crónica.