La cantante y compositora tinerfeña comparte con Culturamanía el viaje emocional que la llevó a alejarse de la música y, años después, a redescubrirla desde un lugar más libre y genuino. En esta entrevista, María habla sobre sus comienzos, su proceso creativo y el regreso a los escenarios con nuevas canciones que presentará el 24 de octubre en el Festival DocuRock, dentro de MusiCanarias.
Comenzaste a cantar muy pequeña, primero en el coro del colegio y luego en el instituto. ¿Qué recuerdos guardas de esa etapa en la que la música era una parte tan natural de tu día a día?
Me maravillaba escuchar música y cantar. Al hacerlo se despertaban en mí sensaciones únicas. Cantaba a todas horas, en todas partes.
Era fácil generar vínculos especiales con quienes compartían conmigo esta afición. Se creaban relaciones muy bonitas.
Fue en esa época cuando comencé a actuar en diferentes escenarios y averigüé cuánto me apasionaba.
Siempre actuaba en las fiestas colegio y luego también en las del instituto. Lo hacía con el coro, pero también comencé a hacerlo con un pequeño grupo de músicos y, a veces en solitario. Esto me marcó.
Tu padre te regaló tu primera guitarra a los 12 años. ¿Qué papel jugó ese instrumento en tu relación con la música y en tu manera de expresarte?
Hasta entonces había explorado bastante con mi voz, pero apenas había tocado otros instrumentos. Cuando mi padre me regaló esa primera guitarra se abrió un mundo de nuevas posibilidades. En seguida comencé a aprender los acordes de las canciones que ya cantaba. Además, uno de mis pasatiempos también era escuchar canciones con grandes solos de guitarra. Me hipnotizaban. Poco después llegó mi primera guitarra eléctrica y comencé a explorar el mundo de la improvisación, y a aprender también algunos de mis solos favoritos.
Más adelante estudié el Bachillerato de Artes Escénicas, Música y Danza, donde continué explorando acerca de la actuación y tuve la oportunidad de subirme al escenario con mis guitarras.
Durante muchísimos años me limitaba a interpretar versiones de canciones. Hasta que a mis 18 años comencé a estudiar guitarra eléctrica en el Conservatorio y empecé a tocar también el piano. Ahí comenzaron a surgir ideas propias y nació mi primera canción, a piano y voz, en inglés. A partir de ese momento se sembró en mí la necesidad de crear mi propio mundo musical.
Ahora, tanto la guitarra como el piano, forman parte de mi proceso compositivo.
Has pasado por momentos en los que la música se convirtió en una obligación más que en un disfrute. ¿Cómo fue ese proceso de distanciamiento y qué te hizo decidir volver a reconectar con ella?
Desde años antes de entrar al Conservatorio, y aunque no quería aceptarlo, ya me había estado distanciando de la música. Me había ido sintiendo menos “yo” al interpretar canciones ajenas.
Fui practicando cada vez menos y cuando lo hacía, lo hacía presionada (principalmente por mí misma). Se suponía que era lo que tenía que hacer. Era a eso a lo que siempre había deseado dedicarme y “tenía que practicar”.
No es que ya no quisiera tocar ni cantar en realidad, pero no sabía cómo volver a hacerlo de nuevo de una manera que me hiciera sentir bien.
Dolía tanto, que en un punto decidí abandonarla. Dejé el Conservatorio. Decidí soltar las expectativas de que dejaría de sentirme así y de que volvería a sentirme como lo hacía de pequeña. Esas expectativas me estaban haciendo sufrir. Además, había creado mi identidad alrededor de la música. ¿Quién sería yo sin ella?, ¿a qué dedicaría mi vida?. Estas preguntas me atormentaban.
Distanciarme de la música fue mucho más que simplemente dejar de cantar y tocar. Continuar mi vida sin ella y sin saber qué hacer entonces, fue difícil. Una de las cosas que también dejé de hacer fue escuchar música por las mañanas, hábito que formaba parte de mi rutina desde que tenía uso de razón. Me incomodaba hacerlo.
Cada vez que veía mis guitarras y mi teclado cogiendo polvo, algo dentro de mí se retorcía. Fue duro. Quería romper con el vínculo tóxico que había creado con la música, pero no sabía cómo lograrlo.
El tiempo fue pasando, y yo había dado por hecho que la música había dejado de formar parte de mi vida. En algún punto terminé aceptándolo, y entonces comenzó una etapa en la que fui alejándome mentalmente de las expectativas que tenía tan arraigadas acerca de cómo iba a ser mi vida en el futuro. Ya no tenía nada claro.
Más adelante retomé actividades que realizaba de pequeña. También comencé a interesarme por otros temas e inicié un proyecto al que aún hoy sigo dedicándome. En fin, éstos últimos años han sido importantes porque he ido descubriendo otras cosas que me apasionan. Y al sentirme a gusto con mi vida supongo que de manera bastante natural la música ha ido volviendo a estar presente.
Desde el momento en que comencé a sentirme incómoda hasta que fui dejando poco a poco de estarlo han pasado muchísimos años. De hecho, aún hoy en día sigo en el proceso de recuperar la relación natural, bonita y saludable que teníamos la música y yo al principio.
En los últimos años has dado pasos importantes para reencontrarte con la música, como asistir a clases de canto, masterclasses, o participar en televisión y radio. ¿Qué ha significado para ti cada una de estas experiencias?
Me sentía oxidada. Había perdido el hábito de practicar, de aprender canciones. Me di cuenta de que retomar la música me estaba resultando complicado. No lograba ser constante.
Pero dejé de presionarme a mí misma, me había prometido que en esta ocasión sólo cantaría y tocaría cuando me apeteciera. El objetivo era volver a tenerla presente en mi vida de manera saludable.
Salir de mi zona de confort y empezar a hacer las cosas de manera diferente con respecto a la música fue una prioridad. Buscaba reencontrarme con el disfrute.
Asistir a clases y vivir nuevas experiencias ha significado un cambio de perspectiva. Ha sido retador y apasionante a la vez. La inseguridad, la vergüenza y el miedo me han acompañado, pero a pesar del batiburrillo de emociones comenzaron a moverme las ganas de nuevo.
Y lo que más me ha ayudado sin duda alguna a ir reconciliándome con la música ha sido compartir el proceso con otras personas a las que también les apasiona la música.
En Granada, durante la convivencia de Makana Sonidos Rurales, nació tu primera canción en español, Hogar. ¿Qué supuso ese momento para ti como compositora y qué aprendiste de esa vivencia?
Nunca había participado en nada parecido. Surgió la oportunidad y me lancé a por ella sin pensarlo.
Hogar llevaba gestándose casi un año. Faltaba darle forma, agregarle letra…estaba bloqueada.
Aproveché mi estancia allí para tratar de vencer ese bloqueo. No era la primera vez que comenzaba a desarrollar alguna idea y luego no sabía cómo continuarla.
Observar a los demás y hablar cada uno acerca de sus procesos compositivos me hizo darme cuenta de que no hay una sola manera de crear. Cada quien lo hacía de formas totalmente diferentes. Y claro, aquí me surgió una pregunta: ¿cuál era mi manera de crear? No lo tenía claro.
Durante varios días me senté en la habitación a solas con mi guitarra, una libreta y la grabadora de mi móvil. Hogar logró salir adelante gracias a muchas conversaciones, pero sobre todo a dos personas.
Daniel Blacksmith fue uno de los músicos que nos dio clase a los participantes de la convivencia musical. Él me enseñó algunos trucos para agregarle acordes diferentes a alguna parte de la canción.
Tras un par de días ya tenía clara la estructura, la parte de la guitarra y la melodía de la voz. También sabía de qué quería hablar, solo faltaba escribir la letra. Me puse manos a la obra.
Después de varios paseos por la naturaleza, en los alrededores del Cortijo donde nos estábamos hospedando, la letra por fin comenzó a brotar.
En una llamada de 3 horas con mi pareja le dimos forma al mensaje que quería transmitir y a la manera de expresar algunas frases.
Me di cuenta de cuán valioso es hacer equipo, aprender de los demás, dejarse ayudar… Hogar nació gracias a cada una de las personas que de una manera o de otra influyeron en su creación. Y no lo hubiera hecho tal cuál lo hizo sin las personas que organizaron y estuvieron presentes en la convivencia musical.
Ahora estás creando nuevas canciones que todavía no has presentado en directo. ¿Cómo es tu proceso creativo y qué sensaciones tienes antes de mostrar ese repertorio inédito al público?
Mi proceso con cada una de las canciones es distinto, dejo que cada una nazca a su manera. A veces surge de una idea en la guitarra o el piano, a veces de una melodía que canto improvisadamente, a veces de un mensaje concreto que quiero comunicar o de una conversación con alguien.
La manera en la que me siento cuando canto canciones ajenas o canciones propias es totalmente distinta.
Mostrar mis canciones se siente como exponerme vulnerable ante los demás. Incómodo y transformador a la vez. Es una manera más de ser yo misma, de mostrarme real. No sé cómo se sentirán desde fuera las canciones que compongo, pero sé que conectarán con quien tengan que hacerlo.
El próximo 24 de octubre actuarás en MusiCanarias dentro del Festival DocuRock. ¿Qué puede esperar el público de tu actuación y habrá alguna sorpresa con esas nuevas canciones que mencionas?
Llegado el momento descubriremos qué esperar, entre canción y canción. Lo que sí sé es que será un espacio cercano, íntimo y familiar. Puede que más que un concierto se convierta en una reunión donde compartir historias y sensaciones.
Cantaré versiones, y sí, también canciones propias que aún no han visto la luz.