Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 11-02-2025
Moderado por Maravillas Aguiar Aguilar, el islamólogo y profesor del pensamiento árabe e islámico de la Universidad de Sevilla, Emilio González Ferrín presentó su monografía Alandalus (Editorial Shackleton Books, 2024) en donde aborda la construcción de la historia de España en los últimos doscientos años y cómo el mito se ha impuesto a la realidad en relación con el mundo musulmán en la Península Ibérica.
La historia, que siempre ha sido un instrumento en manos del poder, en este caso ha servido para legitimar y apuntalar una monarquía, la de los Borbones en el siglo XIX, que veía socavados sus pilares de legitimidad. Por ello, durante el reinado de Isabel II fue necesario entroncar su figura con la última reina de España, Isabel I, más conocida como la Católica.
Auspiciado por la Academia de Historia, se produjo un ejercicio de revisionismo para lograr apuntalar la monarquía, sin importar a los historiadores áulicos que ambas reinas pertenecieran a distintas dinastías. Lo importante era construir un relato que unificara el país y buscar a quién echar todas las culpas de los males de la nación. Y ahí se encontró al moro, como se le denominaba con un tono muy peyorativo, como perfecta cabeza de turco. Porque si Isabel I había logrado expulsar a los musulmanes de la Península, Isabel II continuaría su labor, llevando al país a una guerra en el Norte de África como continuación de la Reconquista. Y es que este término se construye justamente desde la Academia de la Historia para dar contenido ideológica al reinado de Isabel II. Hasta el siglo XIX se había empleado el concepto de Restauración, pero ahora había que crear una nueva idea como era la defensa militante del origen de España. Para ello, no solo se defendía una más que dudosa continuidad entre los Visigodos y la representante de los Borbones, sino que se añadía la existencia de un objetivo desde el mismo siglo VIII como era eliminar a los usurpadores musulmanes.
En este terreno de la licitud, jugará un papel muy importante el Vaticano pues se prestó a canonizar a Isabel I (lo que servía a Isabel II para legitimar su reinado) a cambio de que el estado español se comprometiera a entregar, entre otras cuestiones, la educación en exclusiva a la Iglesia Católica.
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De este contexto histórico beberá el nacionalcatolicismo franquista que profundizó en la idea de la Reconquista hasta el punto de imponer las listas de los reyes godos como los únicos reyes de la Península Ibérica. Pero también actuó sobre el vocabulario historiográfico como ocurre con los términos de Al-Ándalus y taifa. Para Emilio González, el utilizar Al-Ándalus con guion, supone aceptar que Alandalus es un artificio, un concepto no natural y, por lo tanto, ajeno a nosotros (no escribimos al-calde por alcalde, ni al-bornoz por albornoz, por ejemplo, pero sí Al-Ándalus). En el caso de taifas se enmascara el propio nombre que los distintos gobernantes musulmanes pusieron a sus reinos buscando transmitir un desorden absoluto que solo se iba a solucionar con la reconquista cristiana. Sin embargo, ¿por qué no se utiliza el mismo término para designar a los reinos cristianos, fraccionados y divididos de la misma manera que los musulmanes? Obviamente, es una decisión no inocente, cargada de una fuerte impronta ideológica centralista.
Tras esta encendida defensa de la historia al margen de los mitos con relación a Alandalus, se produjo un interesante debate que permitió conocer en mayor profundidad el pensamiento del autor con respecto a la forma de hacer historia que ha regido en este país y cómo algunos historiadores, a sabiendas, comulgan con claros fraudes pues estos refuerzan su posición nacionalistas. Una velada muy productiva la organizada por el Instituto de Estudios Canarios en donde se creó un espacio abierto al debate y la discrepancia, tan falto en los últimos tiempos.
Fotografías de Álex Ro