domingo, mayo 25, 2025

Fanzines, estado de independencia. Por Noé Ramón

Publicaciones a base de fotocopias fueron el origen del cómic más radical y la vía para poner en contacto a autores y lectores declarados en rebeldía 

Los fanzines han permitido canalizar las tendencias más radicales de los cómics y ser una eficaz manera de que los autores puedan dar a conocer su trabajo y llegar a lectores que demandan otro tipo de historias a las habituales. Prácticamente todos los dibujantes más conocidos han recurrido y recurren aún a este formato basado en fotocopias y poco más,  por lo atractivo y eficaz que les resulta. En la actualidad la irrupción de internet ha hecho que casi desaparezcan en papel pero se han multiplicado en progresión geométrica en las redes, quizás con menos provocación pero con más posibilidades de difusión. La práctica totalidad de los autores coinciden en que la época más fructífera tuvo lugar durante los años ochenta en paralelo con la explosión cultural de esos tiempos, aunque también los hubo antes, los hay ahora y seguramente nunca desaparecerán. Los dibujantes aprecian que les permite trabajar con menos presiones, por lo tanto con plena libertad y además son económicos. Como ejemplo de su supervivencia nombrar los festivales, Festimad y Gráff, Gutter Fe que se centran exclusivamente en estas publicaciones. 

Almudena Villar, fanzinera: “Supusieron un medio de divulgación de músicas e ideologías minoritarias”

Para la experta madrileña en fanzines, Almudena Villar, estas publicaciones supusieron un medio de divulgación de músicas e ideologías minoritarias y de hecho colaboró en todos los números de  (RIP), -Revista de Intervención Punk según unos o Rabia I Patalea según otros-, que vieron  la luz a partir de 1984. “No solo hablábamos de música, aunque era el principal asunto, también hacíamos crítica de cine, siempre independiente y como todo fanzine que se precie incluíamos unas viñetas y una pequeña historieta de cómic”, recuerda.

La autora dice que les gustaba hacer entrevistas a grupos de punk, tanto españoles como ingleses, pero también abarcaban campos como el teatro y en este punto recuerda el artículo que escribieron sobre Fura dels Baus cuando visitaron Madrid por primera vez. Lógicamente, la edición y maquetación eran muy básicas, rozando lo artesanal y apenas consistía en el corta y pega y la fotocopia. Eso se notaba y se convirtió en su seña de identidad, declaración de intenciones y principal atractivo que sigue ganando con el tiempo. 

Por aquellos tiempos el movimiento okupa no estaba muy implantado en la capital española, lo que no evitó que en su momento escribieran un artículo titulado Squat. De la primera mitad de los ochenta recuerda varias publicaciones sobre todo centradas en la música con una vida muy efímera, pero cuyos nombres le resultan inolvidables: Ediciones Moulinsart, 96 Lágrimas, La Pluma Eléctrica, Mental, de los hermanos Teruel o Penetración, más centrado en el movimiento okupa.

Pero hay más títulos como  El Embajador o El Aberración de la historietista Marta Guerrero, el Rockokó con fotografías de Miguel Trillo, cuyo formato casi invariablemente era el de cuartilla aunque también se utilizaba el folio simplemente porque era más fácil de encuadernar. Villar indica que fue muy común hacer los envíos por correo -desde luego no electrónicos- para intercambiar ideas y publicaciones, al igual que ocurría con los cassettes en los que se grababan las maquetas, cuyo sonido era igual de rudimentario y rompedor a la vez.

En la segunda mitad de los ochenta y primera de los noventa la corriente fanzinera derivó hacia el movimiento okupa y el hardcore pero ya entonces Villar se alejó un tanto de este mundo. Indica que en el centro social La Enredadera de su barrio, Tetuán hay una fanzinoteca “impresionante” que abarca tanto la época en la que ella estuvo más activa como las posteriores que se diferenciaron en ser “más oscuras”. 

Sergi Puyol, dibujante: “Me permitieron publicar cuando era imposible hacerlo en una editorial” 

El dibujante catalán Sergi Puyol cree que los fanzines han jugado un papel básico para el desarrollo de lo que denomina “subculturas y políticas alternativas”, en cuanto que “dan rienda suelta a la creatividad y expresión artística y política menos mainstream”. 

Su involucración se ha centrado en los que se ocupaban del mundo del cómic y por lo tanto “me permitieron en su momento publicar de alguna manera cuando no tenía tan claro, incluso parecía imposible, que pudiera hacerlo en una editorial”. Una vez consolidada su carrera dice que “siempre he seguido haciendo fanzines porque también me permiten experimentar con el medio y dibujar con menos presión”.

Antes del 2000 era aficionado a aquellos cuyo contenido giraba sobre la música, punk, mods, indie, cine de terror “y cosas así”. Por ejemplo, de los años setenta considera como “muy precursor” del movimiento El Víbora o El Rrollo Enmascarado, con autores que luego tuvieron gran trascendencia como Nazario o Mariscal. En los dos mil empezó a adquirir números de Fanzine Enfermo, Argh, Lunettes… publicaciones que califica de “muy locales”. Resalta a otros autores como Conxita Herrero, Ana Galvañ, Irkus Zeberio, Gabriel Corbera, hasta sumar un largo número y también otros más europeos como los elaborados por Sammy Stein o Alexis Beauclair. Y en cuanto a los de EEUU, los de C.F., “me volvían loco”, confiesa.

Guille Martinez-Vela: “Durante mucho tiempo han sido el único medio asequible para canalizar las ganas de expresarse por escrito y en dibujos”

El que fue director  de una de las pocas revistas que han conseguido sobrevivir y tener implantación en España como es El Jueves, indica que este tipo de publicaciones a base de fotocopias “han permitido que cualquier persona con muchas ganas y pocos recursos pueda publicar”. Y además hacerlo sobre todo en épocas en las que cualquier tirada en imprenta resultaba prohibitiva por su coste para la mayoría de bolsillos de estos inquietos autores. “Durante mucho tiempo los fanzines han sido el único medio asequible y popular para canalizar las ganas de expresarse por escrito y en dibujos. Si querías que te leyesen y los canales convencionales no te abrían sus puertas, no te quedaba otra que montártelo por tu cuenta sacando tu fanzine. Publicar era importante, pero también muy caro y ésta era la única alternativa asequible frente a las editoriales”. 

En su caso comenzó a colaborar en Los Miserables que sacaba junto a unos amigos del instituto, con fotocopias en blanco y negro y grapado a mano para luego venderlo a las personas de su círculo más cercano y distribuirlo en tiendas de Barcelona. El número cinco salió a la calle coincidiendo con un Salón del Cómic de la capital catalana en la que llegaron a alquilar un “modesto” stand donde consiguieron vender toda una tirada. “Considero que mi etapa fanzinera fue mi primera gran escuela de cómic. Todos los pasos que he podido dar a continuación tienen como cimiento aquellos primeros años”. 

Con cariño recuerda los elaborados con fotocopias que llevaban nombres como Monja Jamón y Chuck Norris y además había otros con más medios pero también con espíritu contracultural como Mondo Brutto y Flandis Mandis. Para el autor la implantación masiva de internet eclipsó a este tipo de publicaciones, sobre todo al ser técnicamente posible publicar y leer el contenido de forma muy sencilla. 

    “Creo que tuvieron más relevancia cuando todavía no existían los blogs ni las redes sociales. Si quieres llegar a la gente, internet te lo pone más fácil que distribuir fanzines de fotocopias por tu ciudad. El concepto ‘publicar’ ya es irrelevante, no como antes. Hoy todo el mundo está constantemente publicando cosas en redes, lo raro es lo contrario”, dice. La consecuencia es que aquellos fanzines artesanales que aún perviven se han convertido en piezas de arte sofisticadas en las que predomina más “lo arty” que lo punk. 

Cels Piñol, dibujante: “Muchos nacieron de las tertulias alrededor de las librerías de cómics”

Para el exitoso autor de Fanhunter la definición de los fanzines es que son el I+D de los cómics, de la ilustración, de la edición y ahí se sitúan sus comienzos. Define a estas publicaciones como “un lugar de entrenamiento para futuros trabajadores del mundo editorial, tanto en la parte industrial como en la creativa. Y, ante todo, han sido un escaparate donde los autores pueden dar a conocer su obra, incluso ahora, en la era de internet, cuando esas revistas manufacturadas tienen un valor nostálgico y artístico, como los vinilos, los videojuegos de cartucho… Y además supone un medio de promoción y difusión de los tebeos”. 

En su caso publicó el primero en 1989 recopilando él mismo algunas de las ilustraciones y chistes que enviaba a las editoriales, sobre todo a Cómics Forum de Planeta-DeAgostini, en la que acabó trabajando. Pero en realidad nunca ha abandonado este formato ni dejado de publicarlos. “Cada cierto tiempo vuelvo a hacer alguno promocional para anunciar un lanzamiento o similar. Me encanta maquetar, encuadernar, plegar, grapar…”.

En su primer fanzine que se llamó Kiusap, se extendía sobre los fans como él pero riéndose con ellos, “no de ellos”, matiza “y eso marcó la diferencia”. En este mundo, recuerda descubrir a autores y redactores que, sobre todo en Barcelona, acabarían trabajando como él en la edición de cómics. Sus nombres son Roke González, Raimon Fonseca, Miguel G. Saavedra, Sergi Mas, Alejandro M. Viturtia, Toni Guiral, Joan Navarro y muchos más. “Compraba o intercambiaba El Clan, Ragnarok, Plot, Sneeze Gang, Gorka, Studio, El Dado, Repartidor y muchos más. En ellos descubrí a Pasqual Ferry, Garcés, Josep Busquet y una gran cantidad de artistas que empezaron con aportaciones en este tipo de publicaciones”. 

Piñol cree que la mejor época son los años ochenta coincidiendo, no por casualidad, con la explosión cultural que vivió España y el nacimiento del mercado de las librerías especializadas. Fue en esos lugares donde los fanzines, muchas veces dejados “en depósito”, tenían su espacio propio y además, los autores se encontraban habitualmente para intercambiar impresiones, dibujos o ideas. Así nacieron muchos de ellos de las tertulias alrededor de las librerías de cómics.

Su propia leyenda comenzó cuando lanzó la saga Fanhunter, una historia serializada de humor y acción en un futuro donde todas las expresiones de ocio y cultura han sido prohibidas y los fans luchan contra la tiranía utilizando sus conocimientos. Esa historia ha sido su indudable mayor éxito, plasmado en cómics, novelas, merchandising o juegos, llegando al  ámbito internacional. 

Marta Guerrero, dibujante: “Sin duda son una plataforma de lanzamiento para los aficionados y futuros autores”

Marta Guerrero recuerda de la época en la que más se involucró en este medio con títulos como, 96 lágrimas, La pluma eléctrica, Ediciones Moulinsart y particularmente su participación en Aberración Periodística. Esta dibujante que vivió directamente tanto en la movida madrileña como en el underground barcelonés,  indica que “todas las épocas son buenas para los fanzines, es una manera de comunicarse y publicar, sin censuras con total libertad y siendo el auténtico testimonio de cada momento. Hoy gracias a todos ellos hay ferias, encuentros como Festimad y Gráff, Gutter Fest…

“Sin duda son una plataforma de lanzamiento para los aficionados y futuros autores, también una diversión y exploración en muchos campos: literario, experimental, cómic…”

Lysbeth Daumont, historietista: “Hoy en día es mucho más común encontrar estas alternativas en formato digital o en redes”

La historietista cubana indica que el hecho de poder hacerse con bajos presupuestos y escasos medios para su diseño, edición y distribución, ha permitido en muchas ocasiones la aparición de un cómic de autor, o de historias menos abordadas, como es el caso del comix underground en Estados Unidos. 

“Creo que su importancia radica en mostrar la autoedición como una vía expedita a la publicación, ya sea de autores independientes o de colectivos creativos”, señala. En Cuba ha sido una herramienta necesaria para la supervivencia de los tebeos después de la crisis económica de los 90, que acabó con las publicaciones en papel. Colectivos como Manga Cubano o Supervivo, bajo su punto de vista, fueron ejemplos de que era posible continuar la creación a pesar de no contar con los medios necesarios para la difusión. 

En su caso, participó en 2012 una experiencia de un solo número titulado El Invento, junto a jóvenes historietistas cubanos, lo que recuerda como “un momento de gran entusiasmo para todos al poder ver que con un presupuesto limitadísimo y con la mínima calidad de impresión, se podía lograr salir a la calle”. Relata que a partir del 2009, la revolución tecnológica hizo que adoptaran la forma de blogs, por lo que no tuvo prácticamente acceso a fanzines hasta conocer a artistas de otros países que en sus inicios lo utilizaron. Por ejemplo el autor de Quebec, Philippe Girard, quien fundó junto a otros artistas Tabasko! 

En su día pudo ver una exposición de Julie Doucet, ganadora del Premio de Angulema, cuyo fanzine Dirty Plotte, considera un medio eficaz para comunicar sus ideas feministas, además de una herramienta de promoción de su trabajo. “Sus experiencias de microedición fueron tan revolucionarias que terminaron influyendo en muchísimos artistas. Hoy en día, es mucho más común encontrar estas alternativas en formato digital o en redes sociales, pero creo que se seguirá apreciando su variante impresa por mucho tiempo”, dice. 

En cuanto a la mejor época, Daumont cree que fue la década de los años sesenta con la aparición del cómic underground, cuyo principal protagonista según ella fue Robert Crumb. “Utilizó la polémica y la censura como leit motiv, pero junto a él hubo muchísimos otros exponentes, menos recordados. Art Spiegelman, con Raw, por ejemplo o Trina Robbins con Wimmen’s Comix. “Hoy día quizás se han abandonado las temáticas más complejas para el lector promedio, pero se siguen desarrollando cómics independientes o alternativos que se enfrentan a las grandes industrias y creando nuevos caminos para los autores y el público”, dice por último.

Moño, dibujante: “Era una forma de compartir lo que hacía sin esperar nada a cambio”

La autora majorera Moño cree que los fanzines han servido “un montón para dar visibilidad a cosas más underground, tanto en la música, el collage, el cómic y una vía libre para expresarse sin tener que pasar por lo típico de publicar con una editorial o entrar en círculos más cerrados. Es como un canal más directo, sin filtros, y muy sincero”, sentencia.

En su caso comenzó a sacar, imprimir y repartir sus propios fanzines por 20 céntimos cuando vivía en Barcelona. Recuerda dárselos a gente random y dejarlos en sitios dispares de la capital catalana para que alguien los encontrara porque “era una forma de compartir lo que hacía sin esperar nada a cambio, solo por el gusto de expresarme. Fue como la semilla de todo, los cimientos de lo que hago ahora como dibujante”, apunta.

Esta autora asegura que dispone de una colección enorme de fanzines en su casa de todo tipo: música, graffiti, colaboraciones raras, cómic… Así que no puede decir nombres concretos, “porque hay muchísima gente haciendo cosas muy potentes, muy diferentes. Más que autores en concreto, me quedo con esa mezcla de voces y estilos que tienen los fanzines, esa energía”.

En cuanto a la mejor época supone que habrá sido la década de los ochenta que ella por edad no vivió pero que considera un período “muy potente” dado que fue cuando explotó eso que se ha dado en llamar “lo alternativo”, pero en realidad no cree que haya un momento mejor que otro. “Cada uno tiene lo suyo. Hoy en día se siguen haciendo estas publicaciones y además hay más acceso, más formas de compartirlas. Mientras haya gente con ganas de expresarse, los fanzines van a seguir vivos, así que cualquier época puede ser buena”, dice por último. 

Popular Articles