«Un relato de supervivencia fascinante y un thriller psicológico aterrador. Merece un lugar junto al clásico inmortal de Alfred Lansing, Endurance». NATHANIEL PHILBRICK
«Wiencke fue uno de los pocos inmunes al mal que se había adueñado del barco. Mientras sus camaradas se retorcían, sacando la cabeza por la borda, él seguía obedeciendo órdenes con el mismo celo, brincando por la agitada cubierta, subiendo y bajando por la jarcia sin preocuparse demasiado de su propia seguridad. Con sus mejillas imberbes y sus rasgos redondeados, Wiencke parecía aún un niño. Se había enrolado en el barco para vivir aventuras y el día antes de partir había cumplido veinte años. Era inteligente y curioso, no le tenía miedo al trabajo y toda la tripulación le adoraba. En
público, nunca mostró otra cosa que no fuera devoción rendida hacia la expedición. Sin embargo, su diario permite descubrir que albergaba grandes dudas acerca de quienes la dirigían.
“El capitán Lecoint [sic] mostró hoy un lado sumamente negativo de sí mismo. Sverdrup hacía sus necesidades en cubierta. El capitán se encontraba mareado, no vio dónde pisaba, y allí que fue. Se enfadó tanto que agarró al gato por el cuello y lo lanzó por la borda. El pobre animal estuvo nadando y maullando hasta que lo perdimos de vista. Esa clase de comportamientos no le ayudan a llevarse bien con la tripulación”».
UN MANICOMIO EN EL FIN DEL MUNDO. LA ODISEA DEL BELGICA EN LA ANTÁRTIDA
En agosto de 1897, el joven comandante belga Adrien de Gerlache partió de Amberes hacia una expedición de tres años a bordo del Belgica, un barco ballenero reequipado. Su destino era el extremo inexplorado de la Tierra: el continente helado de la Antártida.
Pero los planes de Gerlache de ser el primero en llegar al Polo Sur magnético se torcieron rápidamente. Tras una serie de costosos contratiempos, el comandante se enfrentó a dos malas opciones: dar marcha atrás derrotado y evitar a sus hombres el devastador invierno antártico, o perseguir temerariamente la fama adentrándose en las gélidas aguas.
Gerlache tomó la decisión de seguir navegando y, a partir de ese momento, todo lo que podía salir mal, salió mal. El Belgica quedó atrapado en las heladas aguas del mar de Bellingshausen. Cuando el sol se puso por última vez sobre el magnífico paisaje polar, los ocupantes del barco fueron condenados a meses de noche interminable.
En la oscuridad, acosados por la enfermedad y asediados por la monotonía, los tripulantes del Belgica descendieron a la locura. La privación prolongada de luz, el escorbuto y el envenenamiento con cianuro atormentaron a los miembros de la expedición hasta el colapso mental. Incluso el gato que llevaban a bordo en la nave se deprimió.
Durante las largas horas del confinamiento, el comandante Gerlache se apoyó en el único estadounidense de la expedición, el Dr. Frederick Cook —mitad genio, mitad estafador—, y en el primer oficial del barco, que pronto sería el legendario Roald Amundsen. Juntos planearon una huida a la desesperada que grabaría sus nombres en la historia o los condenaría a un terrible destino en el fondo del océano.
Los tripulantes del Belgica escribieron durante su cautiverio diarios de abordo que, al pasar del tiempo, han resultado ser un extraordinario tesoro para Sancton, que los ha utilizado para desentrañar sus personalidades, miedos y rivalidades, así como las constantes preocupaciones financieras de Gerlache y su tensa relación con el rey Leopoldo II.
En Un manicomio en el fin del mundo, Sancton aporta un toque novelesco a una historia de supervivencia extrema tan extraordinaria que, aún hoy, la NASA la estudia para investigar los efectos del aislamiento para sus futuras misiones a Marte. A partes thriller marítimo y horror gótico, esta historia épica de aventuras y horror es un inolvidable viaje para la posteridad.
SOBRE JULIAN SANCTON
Julian Sancton (Nueva York, 1981) creció entre Nueva York y las afueras de París, donde terminó
el bachillerato. Más tarde se licenció en Historia en Harvard y, en 2003, empezó a trabajar como
periodista en la revista Vanity Fair. También ha escrito para Esquire, Departures, The New Yorker,
GQ, The guardian, Wired y Playboy, entre otras. Ha realizado reportajes en todos los continentes,
incluida la Antártida, que visitó por primera vez mientras investigaba para este libro.
Actualmente vive en Larchmont, Nueva York, con su pareja, Jessica, y sus dos hijas. Sancton se topó con la historia de Un manicomio en el fin del mundo, su primer libro, al leer un artículo del New Yorker hace siete años: «Se trataba de los planes de la NASA para una misión tripulada a Marte y de los estudios que habían realizado sobre el efecto que el confinamiento y el aislamiento prolongados en
circunstancias extremas podían tener en los astronautas. Parte del trasfondo de la historia mencionaba esta expedición polar de 1897. Me sonaba a Edgar Allan Poe o a [Samuel Taylor] Coleridge. Algo encajó». Cuando empezó a investigar, se dio cuenta de que de los diecinueve hombres que partieron a bordo del Bélgica, once escribieron algún tipo de relato cotidiano de primera mano. Era el sueño de un historiador. A partir de ahí, estuvo investigando varios años, durante los cuales viajó a Bélgica y la Antártida.
La publicación de Un manicomio en el fin del mundo es, además, más pertinente ahora que nunca, tras una pandemia durante la cual todos nos hemos enfrentado a nuestras propias versiones de una pesadilla de aislamiento. El relato meticuloso y comprensivo de Sancton sobre la malograda tripulación del Belgica resulta especialmente conmovedor tras esta experiencia común: «El libro explora los
efectos mortíferos y desgarradores que pueden tener el confinamiento y el miedo. Ver las mismas caras en la mesa del desayuno, aunque las quieras, durante setenta días en los que no sale el sol definitivamente tiene consecuencias psicológicas»
RESEÑAS
«Un clásico de primera». The Sunday Times
«Una vívida historia de terror, emocionantemente relatada». The New York Review of Books
«En cuanto lo terminas, quieres volver a leerlo». Daily Mail