El día a día de Benito Camela era un auténtico infierno. Cada vez que el maestro pasaba lista, este alumno brillante maldecía a su padre por esa secular y absurda tradición de perpetuar el nombre en la saga familiar generación tras generación. Muchos años después, Benito ejerce como maestro y nombra a sus pupilos solo por el nombre de pila… evitando que sufran la humillación que él padeció.
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