El cine, como poderoso medio de comunicación y expresión artística, tiene la capacidad de moldear nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. La representación en la pantalla grande no es simplemente un reflejo de la realidad, sino que también juega un papel crucial en la construcción de nuestra identidad y en la forma en que entendemos la diversidad humana. Como dice el refrán, «lo que no se ve, no existe», y en el contexto cinematográfico, esto significa que la ausencia de representación de ciertos grupos y realidades puede llevar a su invisibilización y marginación en la sociedad.
A lo largo de la historia del cine, hemos sido testigos de cómo la falta de representación de la diversidad ha perpetuado estereotipos y ha limitado nuestra comprensión de la complejidad humana. Por ejemplo, durante décadas, las mujeres fueron relegadas a roles secundarios y estereotipados en el cine, lo que contribuyó a reforzar la idea de que su lugar estaba en el hogar y no en el mundo laboral o en posiciones de liderazgo. Del mismo modo, la falta de representación de personajes LGTBIQA+ en la pantalla grande ha perpetuado la discriminación y el estigma hacia la comunidad, al negarles la oportunidad de verse reflejadas en historias que resonaran con sus propias experiencias.
Por eso, cintas como “Todo sobre mi madre”, “Carol”, “Brokeback Mountain”, “Pariah”, “Call me by your name” o “Una mujer fantástica” han empoderado a personas LGTBIQA+ y han impulsado cambios positivos en la sociedad. Además de su importancia social, estas películas son obras de gran calidad, con historias conmovedoras, personajes memorables y una estética cuidada. Su éxito en taquilla y en festivales de cine ha demostrado que las historias tradicionalmente no normativas pueden ser comercialmente viables y atractivas para un público amplio.
Sin embargo, en las últimas décadas, hemos visto un cambio significativo en la industria cinematográfica, con un creciente número de cineastas comprometidos con la representación de la diversidad en todas sus formas. Directores como Ava DuVernay, Ryan Coogler y Lulu Wang han utilizado su arte para dar voz a comunidades históricamente marginadas, como la afroamericana y la asiática, y han demostrado que la inclusión no solo es un imperativo moral, sino también una estrategia narrativa poderosa que enriquece el cine y lo hace más relevante para un público global.
Películas como «Moonlight», «Black Panther» y «The Farewell» han roto barreras y han demostrado que las historias diversas pueden resonar con audiencias de todo el mundo, generando empatía y comprensión hacia realidades que antes eran desconocidas o ignoradas. Al mostrar la diversidad en toda su complejidad y belleza, el cine tiene el poder de desafiar prejuicios, ampliar nuestra perspectiva y construir un mundo más inclusivo y equitativo.
La protagonista de esta edición es Arima León, una cineasta emergente en el panorama cinematográfico español. Su tesis doctoral, titulada “Literatura, sexo y subversión femenina: el viaje transmedial de Fingersmith en AH-GA-SSI” ha sentado las bases para su propio trabajo creativo, que celebra la diversidad. En esta entrevista, exploramos su trayectoria, su visión artística y su compromiso con la creación de un cine más inclusivo y representativo.
¿Qué papel cree que juega el cine en la representación y visibilidad de la comunidad LGBTQ+?
Lo que no se ve, no existe. Los referentes cinematográficos tienen un poder muy fuerte en la autopercepción. Verse representadx en una historia acompaña, hace que ya no te sientas como “un bicho raro” porque se evidencia el sentido de comunidad y ese apoyo, en muchas ocasiones, funciona como bálsamo. Además, incorporar personajes y realidades LGTBIQA+ es una forma de luchar contra el pensamiento heterosexual, un concepto que propone Monique Wittig hace más de treinta años y que sigue tan vigente como entonces. Al final no deja de ser un sistema que, al igual que el capitalismo, no funciona porque solo representa a una parte muy reducida de la población. No obstante, ha sido tal la envergadura del adoctrinamiento que hemos sufridos durante siglos, que nos han hecho creer que es lo “normal”, pero ¿es esto real? No.
Al igual que la asociación CIMA publica cada año su informe sobre la representación de las mujeres en el audiovisual, el Observatorio de Diversidad Audiovisual (ODA) realiza un análisis de todas las producciones españolas (series y largometrajes) donde cuantifican la representación de la diversidad, no solo de la comunidad LGTBIQA+ sino también de personas racializadas y con discapacidad. Los datos son alarmantes porque, no solo son muy pocas las ocasiones en las que se cuentan en la pantalla con personajes diversos, sino que, además, se aglutinan en un número muy determinados de obras audiovisuales, lo que impide realmente una representatividad paritaria. Tenemos que dejar de pensar en “nichos” y trabajar en naturalizar las propuestas creativas, yo la primera. Aunque es cierto que la industria no lo pone fácil.
¿Tiene alguna película o proyecto en particular que considere especialmente significativo o que haya tenido un impacto en el público ligado a esto?
Todavía no he conseguido producir ninguna obra audiovisual con la que pueda conseguir un alcance que me permita analizar algún impacto. Sí es cierto que, a pequeña escala, con mi cortometraje “Tomate canario” he logrado poner por primera vez en práctica algunas ideas que llevaba años analizando como la mirada masculina sobre el cuerpo lésbico o el lesbian panic que desarrolla Patricia Smith. Lo que sí he sentido es el entusiasmo de la gente al ver una pequeña parte de la cultura canaria proyectada en una gran pantalla. En este caso era el trabajo enmarcado en el cultivo del tomate, al que generaciones y generaciones de canarios y canarias han dedicado su vida. Con Tal vez, mi proyecto de largometraje sobre la relación que hubo entre la escritora Natalia Sosa y la trapecista Pinito del Oro, sí espero poder llegar a esa gran audiencia y que puedan disfrutar de una historia de amor entre dos mujeres y, además, en el entorno insular.
¿En qué punto se encuentra su primer largometraje “Tal vez”?
Terminando la financiación para poder rodarla. Jamás pensé que me llevaría tantos años de mi vida levantar una película, empecé la investigación con 24 años y ahora voy a cumplir 31. En el momento en el que comencé este viaje, era completamente desconocedora del funcionamiento de la industria audiovisual. Ahora sigo siéndolo, pero con un poco más de experiencia que me permite navegar con más facilidad.
Ha culminado recientemente sus estudios de doctorado con la tesis “LITERATURA, SEXO Y SUBVERSIÓN FEMENINA: EL VIAJE TRANSMEDIAL DE FINGERSMITH EN AH-GA-SSI”. Tras el visionado de más de 60 películas lésbicas de diferentes épocas, ¿cómo considera que ha evolucionado la manera de abordar las realidades LGTBIQA+ en la pantalla?
Particularmente me gusta evitar el término “películas lésbicas” o “cine lésbico” porque ¿qué es el cine lésbico? ¿aquel protagonizado por lesbianas (aunque en muchas ocasiones se asumen como lesbianas personajes bi/pansexuales) o el que dirige o produce una lesbiana? Genera la misma problemática que el término “cine de mujeres” y esto incentiva lo que comentaba antes de la percepción de que “este cine” es para un nicho concreto. El cine ha de ser cine simplemente y su diversidad debería de estar asumida, aunque, por desgracia todavía queda para que la producción audiovisual con personajes y protagonistas LGTBIQA+ estén cerca del mismo porcentaje que “el cine hetero”.
En la última década ha habido una gran pluralidad en las propuestas generadas para abordar la representación de personajes lésbicos y bi/pansexuales. No obstante, todavía existen muchos patrones que se siguen repitiendo: cuerpos normativos desnudos, falta de utilización de planos subjetivos entre mujeres en escenas de sexo, ausencia de diversidad en los argumentos y conflictos que viven personajes LGTBIQA+, entre otros.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido tras el análisis?
Una parte de mi análisis también recaía en teorías adaptativas, cómo se formula el trasvase del medio literario al medio audiovisual, así que uno de aspectos que tuve en cuenta al abordar el análisis de estas sesenta películas fue cuántas de ellas adaptaban obras literarias y/o se inspiraban en hechos reales. El dato que más me sorprendió es que, dentro de la muestra, el mayor porcentaje de estas películas estaban dirigidas por hombres. Esto tiene sentido ya que, lejos de su realidad, se apoya en un texto preexistente para poder desarrollar su imaginario cinematográfico. En algunas ocasiones, llegando incluso a igualar la calidad representativa de sus hipotextos como puede ser La doncella (Ah-ga-ssi) de Park Chan-wook.
Tras esta investigación, ¿Fingersmith o La doncella?, ¿por qué?
Las dos. Lo que defiendo en mi tesis es que no es necesario contraponer la obra literaria original con la película porque son medios completamente diferentes, cada uno con sus particularidades. Muchas veces también se da prioridad a la obra literaria porque se entiende como “la original”, pero en realidad no existe un texto original. Sarah Waters, la autora de Fingersmith, es considerada uno de los referentes más importantes del neovictorianismo, un género que surge a finales de los noventa para “reescribir” el período histórico victoriano y Waters lo hace incluyendo personajes queer y, sobre todo, basándose en textos preexistentes de autores como Wilkie Collins, Charlotte y Anne Brönte o Charles Dickens, o un autor que me pareció todo un descubrimiento por lo controvertido de su profesión: Henry Spencer Ashbee. Bajo un pseudónimo, Ashbee se dedicaba a la compra/venta de literatura pornográfica en la época victoriana y creó el mayor índice de literatura pornográfica hasta la fecha con tres tomos donde especificaba resumen de la obra, autor y lugar donde se podía encontrar la obra. Lo curioso de Ashbee es que era un experto de la literatura de Cervantes y llegó a formar parte de la Real Academia.
No obstante, sí que me gusta recalcar que puede haber buenas adaptaciones y malas adaptaciones, pero como ejercicio de trasvase, nunca comparando texto A y texto B. La doncella me pareció desde un principio un buen ejercicio porque el director fue capaz de integrar características narrativas propias que se pueden apreciar en sus obras anteriores, reinterpretando las que Waters desarrolla en su novela. Otro ejemplo de ello para mí sería La Novia de Paula Ortiz, donde, no solo lleva a la gran pantalla Bodas de sangre, sino que sientes y ves a Lorca en muchos aspectos de su narrativa. Esto es una apreciación personal, ya que hay adaptaciones que, siendo más sencillas, también son efectivas. Un ejemplo de ello puede ser The Diary of a Teenage Girl de Marielle Heller, disfrutando de la misma forma la película que la novela gráfica de Phoebe Gloeckner.
Esta experiencia académica la nutre como cineasta. ¿Cree que el trabajo realizado en la tesis y los conocimientos adquiridos se plasmarán en su cine?, ¿de qué manera?
Empecé esta tesis porque siempre he estado convencida de que la academia, en cierta medida, ayuda al pensamiento crítico y para crear se necesita mucho de eso. Esta investigación me ha permitido ponerle nombre y apellidos a aspectos que intuía, pero no sabía explicar. Ahora sí puedo y eso genera otra dimensión en mis propuestas creativas. Al fin y al cabo, el conocimiento ayuda a ampliar y enriquecer nuestras mentes. No necesariamente tiene que desarrollarse en el ámbito académico. Hoy en día, con la democratización que ha traído Internet se pueden estudiar de diferentes formas, pero lo importante es integrarlo a la práctica. Gracias a las ideas desarrolladas en mi tesis soy capaz de trazarme unos objetivos narrativos desde antes de coger la cámara. Hace algunos años, siempre trabajaba en un 80% con mi intuición, ahora creo que soy capaz de equilibrarlo más pensando en qué personajes quiero representar, qué realidades y por qué, qué cuerpos y cómo.
Más sobre la tesis de Arima
Su tesis doctoral analiza el creciente fenómeno de la representación de realidades lésbicas y bisexuales femeninas en el cine contemporáneo, centrándose en el caso de «Ah-ga-ssi» (La doncella) de Park Chan-wook. A través de un estudio intertextual e interdiscursivo, la investigación examina la adaptación de la novela «Fingersmith» de Sarah Waters, explorando las transformaciones estéticas y narrativas que ocurren en el proceso de llevar la historia a la pantalla. La tesis profundiza en la representación de las relaciones homoeróticas femeninas, la influencia de la mirada masculina en la representación de la sexualidad lésbica y el uso de estereotipos en películas con protagonistas femeninas. Además, explora cómo herramientas narrativas como el plano subjetivo pueden ofrecer una visión innovadora del sexo entre mujeres en el cine.
Entrevista realizada por Sofía Ramos González
Fotografías cedidas por Arima León para la entrevista