Museo Arqueológico de Alicante (Marzo-Octubre 2024)
El Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) organiza cada año una gran exposición con carácter internacional, como puede ser Etruscos, el amanecer de Roma (2021) Gladiadores, héroes del coliseo (2022) o Los Guerreros de Xi’An, el legado de las dinastías Qin Han (2023), por solo citar las últimas dispuestas, que suelen ser exposiciones ampliamente documentadas y marcadas por las últimas técnicas museográficas que transforman la visita al museo en una verdadera inmersión al pasado.
En esta ocasión, la exposición agendada se centra en el surgimiento de los primeros estados europeos, El Argar (España), Unetice (Alemania) y Otomani-Füzesaboni (entre Rumanía y Hungría), completamente desconocidos por el público en general y que muestran unos vínculos sociales, económicos y culturales que rompen con los paradigmas vigentes hasta hace muy pocos años en el análisis de la prehistoria de Europa. Y todo esto, en un contexto, entre el 2.200 al 1.500 a.n.e. en donde, por ejemplo, en Egipto se levantaron las pirámides de Guiza o el crómlech de Stonehenge en Inglaterra.
El descubrimiento del bronce, primer metal creado artificialmente por el ser humano supuso una profunda transformación que se muestra en el surgimiento de las clases sociales y especialistas de todo tipo, entre los que destacan los guerreros profesionales, los sacerdotes o los artesanos relacionado con la producción del bronce. Estos especialistas a tiempo completo necesitaban alimentarse y, por ello, se incrementó la producción agrícola, con nuevas técnicas como el arado o el regadío, al tiempo que se desarrolla la rueda y los barcos a vela. Esta situación dio lugar a una explosión demográfica, desconocida hasta el momento, y la creación de unas estructuras coercitivas que permitieran a una élite expropiar esos excedentes en beneficio propio. Y justamente, la exposición nos habla de esas élites que surgen en estas tres zonas de Europa, élites que tuvieron que mantener unos estrechos lazos de comunicación entre sí, como denota la similitud en diversos elementos culturales como pueden ser los adornos y las armas. No es casualidad la estandarización de la forma y peso de las hachas de bronce por toda Europa, que ha sido interpretado como un arcaico sistema monetario. Pero no solo eso, también la capacidad de los recipientes cerámicos muestra un sistema común de medidas. Los últimos resultados arqueogenéticos, nos señalan cómo esas élites se relacionaban entre sí, por medio de intercambio de mujeres, que creaban lazos de solidaridad familiar y expanden prácticas culturales. Y, sin embargo, 600 años después de su surgimiento, estas tres culturas colapsaron casi al unísono seguramente por varios motivos, como pueden ser las tensiones internas por la quiebra de las redes comerciales (no se pueden obtener los materiales de prestigio que actuaban de cohesión social), la pérdida de conocimientos (las élites habían acaparado todo el conocimiento, de tal manera que cualquier situación de quiebra social supone la pérdida de esos conocimientos transmitidos de manera oral) o la situación de caos generada por la caída del sistema de palacios de la cultura minoica en Creta (estalla la Isla de Théra, actual Santorini, que arrasó con el Mediterráneo oriental de donde obtenían estas culturas europeas buena parte de sus materiales de prestigio).
Organizada en tres salas, la exposición abarca desde el surgimiento de estas élites a través de los ajuares funerarios (Sala 1), la obtención de los minerales necesario para la creación del bronce, con un espléndido diorama sobre la minería y trabajo de los metales, acompañado de los moldes, martillos, crisoles, etc. (Sala 2) y la expresión pública de este poder, con joyas de oro, armas rituales o elementos de prestigio como el ámbar o el marfil (Sala 3). Y siempre utilizando un objeto destacado como elemento que resuma lo expuesto en cada sección, como son joyas, ornamentos o elementos de prestigio social. Así, tenemos el que se considera el primer sistema de calendario, como es el disco celeste de Nebra, los sombreros de oro como el de Schifferstadt (vinculados a los sombreros rituales del Imperio Hitita) o la espada simbólica de Guadalajara.
Aunque la exposición es una ocasión única para ver juntos objetos que están depositados en más de una veintena de museos de siete países, lo cierto es que no podemos dejar de señalar algunas deficiencias en el montaje que hacen que no sea una exposición al nivel que nos tiene acostumbrado el MARQ. Por un lado, la escasa iluminación de las salas que hacen casi imposible apreciar algunas de las piezas con el detalle requerido, sobre todo en las piezas cerámicas cuya iluminación se realiza desde abajo y, aunque parezca contradictorio, esa misma iluminación provoca muchos reflejos en los cristales que protegen toda la exposición. Por otro lado, la colocación de las cartelas, situadas a escasa altura del suelo y sin contraste con el fondo, convierte su lectura en verdadera odisea. No obstante, como hemos dicho, es recomendable la visita a la exposición pues va a ser muy difícil volver a ver juntos todos estos objetos.
Texto y fotografías de Álex Ro