sábado, abril 20, 2024

Adrián Gómez opina sobre la película 1917

Experiencia cinematográfica de primer orden, 1917 representa el regreso de Sam Mendes al género bélico, después de la infravalorada Jarhead. Tras dos incursiones en la saga Bond ( Skyfall, Spectre) el director británico nos sitúa en las trincheras de la primera guerra mundial , en donde a dos jóvenes cabos se les encomienda una misión, la de detener un ataque inminente de su propio bando. La odisea supondrá un cambio para ambos, especialmente para Schofield, interpretado por el prometedor George Mckay (El secreto de Narrowbone, X-men: First Class), quien sufre una inmersión física y emocional en el sinsentido de la guerra. Relato iniciatico pues y parece que sin novedad en el frente (en todos los sentidos). Y aquí entra el verdadero objetivo del film, pues la historia se nos cuenta en un (falso, con los obvios y sutiles cortes, que tan bien patento Iñarritu en las excelsas Birdman y Revenant) plano secuencia. Luego, lo importante no es lo que se cuenta (que también), sino como se cuenta.

Así, Schofield lleva el peso de la trama sobre sus hombros (y a nosotros con la steadycam), con un tempo narrativo que no desfallece por dicho motivo, y porque el ingenio de los encuadres y la pericia técnica en general es sencillamente magistral. A todo ello ayuda y realza, primero, la atmosférica b.s.o de Thomas Newman (Cadena Perpetua, La milla verde), compositor fetiche del realizador desde los tiempos de American Beauty y Camino a la Perdición), y, sobre todo, y por encima de todo, la extraordinaria fotografía de Roger Deakins (Blade Runner 2940), verdadero motor de la producción que adquiere cotas sublimes, como los planos nocturnos a partir del segundo acto.

De este modo, el lenguaje cinematográfico se impone, como sucedía en Dunkerke por diferente motivo. Se nos narran unos hechos desde el punto de vista del protagonista, sin necesidad de voz en off, al estilo Malick (La delgada línea roja), y nos impregna de barro, sangre sudor y leche, que convierte el periplo en un infierno y a la vez, un deleite para los sentidos.

Reminiscencias de Salvar al soldado Ryan ( casi todas las escenas violentas, especialmente las de combates cuerpo a cuerpo) , Senderos de Gloria ( todo el prólogo) y Gallipoli ( esa carrera a contrarreloj final para comunicar la orden de alto el fuego, que además nos regala uno de los planos más sugestivos , mediante un elaborado travelling, con ayuda del CGI, todo sea dicho), configuran uno de los mejores filmes del año ( y van..) , a la par que un experimento audiovisual más que satisfactorio. Sazonan el viaje las apariciones de Mark Strong (Robin Hood, Camino a la libertad), Colin Firth (Kursk, El discurso del Rey) y Benedict Cumberbatch (Descifrando enigma, War horse), siempre brillantes, que completan un cast inglés de altura.

Imprescindible verla en pantalla grande

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