jueves, abril 25, 2024

ASEDIO (Miguel Angel Vivas – 2023): Vulnerabilidad bajo la coraza. Por Pedro J. Mérida

La complacencia no forma parte del credo artístico del cineasta Miguel Angel Vivas. Y así lo plasmó, con toda la crudeza que se pudo permitir, en la escena que abría su ópera prima estrenada en 2002, Reflejos, y que omitiré relatar para mantener a salvo las sensibilidades.

Tuvieron que pasar casi ocho años para que su segundo trabajo, la muy aclamada internacionalmente Secuestrados, nos ofreciese a Vivas con un discurso bien musculado y definido, que mantenía esas directrices descarnadas en la mejor línea de cineastas afines a la violencia explícita como Michael Haneke. En aquella ocasión el director se puso a sí mismo el listón bien alto, complaciendo a propios y extraños con un título que hoy día se mantiene en el podio de cintas más ‘malrolleras’ dentro del subgénero de invasiones domésticas, tosiéndole en el cogote a obras maestras como A sangre fría (In Cold Blood, 1967) de Richard Brooks.

Entonces Vivas se propuso como reto narrar su cinta como una concatenación de doce planos secuencia que nada tenían que envidiarle a los mejores virtuosismos de Brian De Palma. Ahora, trece años después, y una plétora de títulos en su filmografía de lo más variado y heterogéneo en el camino, el director sevillano practica un ejercicio de revisionismo y regreso a los orígenes, rescatando su vertiente más incómoda a la hora de plasmar en escena la miseria humana de personajes que se han convertido en marca de la casa, y nuevamente haciendo equilibrios de funambulista sobre el ‘más difícil todavía’

Asedio (2023), protagonizada de manera absoluta por la todoterreno Natalia de Molina, define desde su título el subgénero en el que aterriza, de ahí que no nos cueste percibir a modo de eco las fuentes que pueden haber inspirado este filme, que partiendo de una intervención armada por parte de efectivos de las Fuerzas del Orden, nos trae al recuerdo referentes como Redada asesina (Serbuan maut, 2011) de Gareth Evans o Dredd (Dredd, 2012) de Pete Travis, aunque también se dejan entrever en las costuras las influencias de Walter Hill en El tiempo de los intrusos (Trespass, 1992) e incluso orgullos patrios como Rec (2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza, aunque también se hace difícil ignorar la existencia de la serie Antidisturbios (2020) de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen.

Pero aún con toda esta paella de resonancias, Miguel Angel Vivas acierta a mantener enderezado el pulso narrativo con voz propia a través del personaje de Dani (Natalia de Molina), una novata en la unidad de antidisturbios que es vista con ojos condescendientes por parte de sus compañeros y superiores, tal como le sucedía a Ethan Hawke en Día de entrenamiento (Training Day, 2001).

Dani va entrando en plano de manera sutil. Primero la escuchamos de fondo, en el rebumbio que tiene lugar durante el prólogo, que tiene como escenario el desahucio de un jubilado. Poco a poco, antes de acontecer un desenlace que marcará a la protagonista para el resto de la historia que nos ocupa, va emergiendo del desenfocado en el que el director la mantiene casi confinada. Una forma de matizar por parte de Vivas lo que le va a costar a nuestra protagonista ser visible y alcanzar sus objetivos.

Para cuando Asedio ya ha entrado en materia las cosas adquieren tintes verdaderamente frenéticos, y no van a dar tregua al espectador hasta que los títulos de crédito finales tomen por sorpresa la pantalla. Lo que en un principio parece que va a ser un thriller de acción al uso se termina por convertir, para el personaje titular, en un descenso a los infiernos que le van a hacer cuestionarse de qué lado está y cuales son los principios que la mueven a hacer lo que hace. Y es que aquí los margenes morales que plantea Vivas para Dani son igualmente difusos, por lo que aquí ya no estamos en una historia de buenos y malos, sino que el enfrentamiento entre posturas antagonistas (es decir, Dani contra todos) se convierte en un choque de ideologías desnaturalizadas que progresivamente van llevando la trama hacia una suerte de relectura de ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad.

Natalia de Molina va haciendo crecer a su personaje con cada revés y Vivas disfruta disfruta desde detrás de la cámara permitiéndole matizar cada momento de estrellato, por lo que llegados al momento del clímax final, que nos lleva a un nivel de tensión sin límites que cierra donde Carpenter en su ‘Asalto a la comisaría 13’ no se atrevió por la necesidad de dar en aquel momento un final feliz, el espectador está completamente en el filo del asiento. Y es ahí cuando Asedio bebe de cara a su conclusión de películas más personales como Infierno Blanco (The Grey, 2011) de Joe Carnahan, que acorde hasta lo entonces visto, realiza un cierre casi perfecto acorde a sus ideas de partida.

Estamos, por lo tanto, ante uno de los títulos más valientes de cine de acción nacional que ha pasado por nuestras pantallas en mucho tiempo. Pero recordemos que su autor no ha venido aquí a complacer a nadie. Avisados quedan.

Imagen promocional de la película

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