viernes, noviembre 7, 2025

Chico Pinheiro: “La guitarra es mi amiga, mi confidente, mi terapeuta y mi principal canal de expresión.”

El reconocido músico Chico Pinheiro actuará el sábado 8 de noviembre de 2025 a las 20:00 horas en el Auditorio de Tenerife, en Santa Cruz de Tenerife, para cerrar por todo lo alto la 22ª edición del Festival Tensamba. Será el último evento de una programación que, durante semanas, ha convertido a las Islas en un punto de encuentro imprescindible entre Brasil y Canarias, reuniendo a artistas de primer nivel y a un público cada vez más entregado a los ritmos y a la diversidad de la música brasileña.

  1. Chico, naciste y creciste en São Paulo. ¿Cómo influyó ese entorno urbano y cultural en tu formación como artista?

São Paulo es, sin duda, la ciudad más cosmopolita de Brasil, en todos los aspectos. Río de Janeiro ya fue el gran polo cultural, pero hoy ese lugar lo ocupa São Paulo. Allí encuentras cultura y arte provenientes de todas partes y de distintas épocas. Desde museos importantes hasta arte urbano contemporáneo en cada esquina —del grafiti al rap, de la música clásica a los malabaristas de semáforo, artistas plásticos relevantes, cineastas, poetas, gente cantando en las calles y en los bares, desde el centro hasta la periferia—, en fin, un caldo cultural muy efervescente y único. Haber nacido y crecido en una ciudad con esas características fue muy importante para mi formación musical. Siempre estuve muy estimulado, tanto por mis padres como por mis amigos y contemporáneos músicos en São Paulo, a explorar y absorber toda la variedad artística que la ciudad siempre ofreció.

  1. ¿Recuerdas la primera vez que tuviste una guitarra en tus manos? ¿Cómo fue ese momento? ¿Qué representa ese instrumento para ti, en tu vida y en tu forma de expresarte?

Lo recuerdo perfectamente. Tenía unos cinco años, y mi madre tenía una vieja guitarra de la marca Del Vecchio que dejaba apoyada en casa. Ella siempre tocaba. Un día, cuando se fue a trabajar, fui a su habitación, tomé la guitarra y comencé a sacar de oído “Dear Prudence”, de los Beatles. Cuando mi madre regresó y escuchó, se puso a llorar. Desde entonces, la guitarra pasó a ser una de las cosas más importantes de mi vida. Mi amiga, mi confidente, mi terapeuta, mi compañera constante y mi principal canal de expresión.
De niño era muy tímido, hablaba poco. La guitarra se convirtió en mi mejor forma de expresarme. Una vez, el compositor y cantante brasileño Criolo, al verme tocar, se me acercó y dijo: “Parece que la guitarra forma parte de tu brazo, impresionante, ustedes dos son la misma cosa.” Me pareció muy interesante lo que dijo, y de hecho me siento así: como si la guitarra fuera parte de mí. Nos entendemos muy bien.

  1. ¿Cómo describirías el proceso de encontrar tu propio estilo musical?

Creo que ese descubrimiento fue un proceso natural. Nunca fui de escuchar un solo género. Siempre escuché de todo: desde MPB hasta música instrumental brasileña, de bossa nova a rock progresivo, rock pesado, jazz (y todos sus subgéneros), música clásica, R&B, yacht jazz (The Doobie Brothers, Steely Dan, Toto, etc.).

Cada uno de esos géneros me influyó de distintas maneras. La vieja guardia del samba, por ejemplo, me influyó por sus letras, su cadencia, su ritmo, su swing. La MPB, por los elementos armónicos sofisticados, el lirismo y, a veces, la irreverencia. El jazz, por el fraseo, la improvisación, la técnica y la fluidez. Bach, por la perfección con la que construía los contrapuntos y el voice-leading, en fin.

La forma en que reprocesaba todo eso siempre fue natural, nunca forzada. Creo que todos somos una síntesis de lo que escuchamos y con lo que nos identificamos, sumado a lo que llamo nuestro ADN artístico, que es único e intransferible.

  1. ¿Cómo entiendes la relación entre el jazz y la música brasileña? ¿Dónde dialogan y dónde se desafían?

Primero, es importante decir que esa es una pregunta bastante profunda, ya que tanto la música brasileña como el jazz tienen subgéneros y variaciones dentro de sí.
Pero, en general, tanto la música brasileña como el jazz son el resultado de distintas diásporas y mezclas con raíces fuertes en África y en Europa, y dialogan a través de esos subgéneros.
Armónicamente, existen muchas semejanzas y correspondencias entre Brasil y Estados Unidos. El bebop y el choro tienen mucho en común, especialmente en el fraseo.
La gran escuela de la canción brasileña, que viene desde la era del radio y desemboca en la bossa nova y la MPB, tiene mucho en común con la escuela de los grandes compositores del Tin Pan Alley como Cole Porter, Gershwin, Richard Rodgers, Jerome Kern, etc.
No es casualidad que, a partir de la bossa nova, ambos países empezaran a frecuentarse e influirse mutuamente, con grandes discos nacidos de esa relación.
Las dos músicas se diferencian en la forma: el jazz está estructurado alrededor de la improvisación —el improvisador es la gran estrella—, mientras que en la música brasileña, aunque hay grandes improvisadores, su esencia está en la melodía, el ritmo, la composición y el canto. La improvisación no es su columna vertebral. Esa es mi modesta opinión.

  1. ¿Cómo es tu proceso de composición musical?

Varía, pero generalmente empiezo con un motivo, una idea. A veces armónica, a veces melódica. A partir de esa génesis, desarrollo el tema o la canción. Hay técnicas involucradas, claro, pero siempre me guío por el oído. Si suena bien de manera intuitiva, eso es lo más importante.

Hay también un componente “Calder” en el proceso: muchas veces, un fragmento interesante no funciona en el conjunto, y entonces debo descartarlo o dejarlo a un lado para que la canción funcione mejor como un todo. Es un proceso de “tamizar”, de eliminar lo innecesario, incluso si es interesante, siempre en favor del conjunto.

A veces tarda una hora, otras veces días o semanas. Y en ocasiones dejo ideas incompletas para retomarlas después.
Como dice el gran compositor brasileño Edu Lobo: “Componer es 20% inspiración y 80% transpiración”. Tiene razón.

  1. ¿Qué suele inspirarte a escribir una nueva pieza?

Músicas que me encantan o me encantaron, una nueva novia, un partido de fútbol, una puesta de sol, una escena de una película. La chispa emocional, para mí, es tan importante como la inspiración sonora.
Uno desarrolla profundamente sus herramientas musicales y sus técnicas de composición, pero cuando estoy componiendo, olvido todo eso y me dejo guiar por la intuición, en el 90% de los casos.
Si lo que estoy escribiendo me emociona, eso es lo que conservo para la obra final.

  1. ¿En qué momento decidiste dedicarte a la música?

Desde la primera vez que tomé una guitarra, supe que era mi pasión. Cuando tenía 13 años y comencé a grabar profesionalmente, ya sabía que eso era lo que quería para mi vida. Desde entonces decidí dedicarme completamente a la música.

  1. Muchos artistas hablan sobre la honestidad en la música. Para ti, ¿qué significa ser honesto musicalmente?

Esa es una pregunta muy importante. Para mí, ser honesto musicalmente significa mantener intactas tus motivaciones e ideales, el encanto por el instrumento. No podría sobrevivir tocando un tipo de música que no me gusta o en la que no creo. Cuando era más joven, recibí muchas invitaciones para tocar en bandas grandes con las que no me identificaba. Preferí dar clases —y di muchísimas— para poder vivir y dedicarme a lo que realmente creía.


Sé que no siempre eso es posible, y que muchos necesitan tocar cosas que no les gustan o en las que no creen; respeto mucho a mis colegas en esa situación.
Creo que cada músico sabe muy bien qué le gusta y qué quiere. Sea lo que sea, dedícate al máximo a aquello en lo que crees y amas, aunque temporalmente debas hacer otras cosas dentro de la música. Sigue tu llamado, pase lo que pase, y el resto el mundo se encargará de llevarte donde necesitas ir. Aunque tengas que dar ocho o diez clases al día durante un tiempo —como hice yo, durante años.

  1. Ya colaboraste con varios artistas —¿qué aprendiste de esas experiencias?

He colaborado con muchos artistas. En cada experiencia aprendí que nunca dejamos de aprender. Siempre hay algo interesante y valioso que intercambiar.


También noté algo increíble: la gran mayoría de los ídolos con los que trabajé son profundamente humildes. Eso no significa que no conozcan su valor, sino que también están en constante búsqueda de aprendizaje y perfeccionamiento a través de sus vivencias.

Ver eso de cerca fue una lección muy fuerte y valiosa para mí. Otra cosa que aprendí es que, cuando te llaman para un proyecto de alto nivel, es porque tenía que ser tú, y ningún otro músico. Y ahí volvemos a la importancia de tener un “RG” o un ADN artístico. Encontrar tu propia voz es realmente fundamental.

  1. Entre tus discos, ¿hay alguno que sientas como un punto de inflexión en tu carrera?

Mi primer álbum, Meia Noite Meio Dia, fue fundamental. Por ser el debut, y por mostrar quién soy y de dónde vengo.
Y mi penúltimo álbum, City of Dreams, que fue nominado al Grammy estadounidense en la categoría Latin Jazz Album, marcó un nuevo momento en mi vida y en mi música: acababa de mudarme a Nueva York.

  1. En tu opinión, ¿el talento es algo con lo que se nace o algo que se construye con el tiempo y la disciplina?

Una combinación de ambas cosas. Pero saber estudiar es muy, muy importante.
Los músicos y artistas tienen talentos muy distintos: algunos tienen facilidad para ciertas cosas y no tanta para otras.
Hay una “fauna” muy rica y diversa entre los músicos. Es fundamental reconocer nuestros puntos fuertes y débiles para poder trabajarlos de forma específica.
John Coltrane, por ejemplo, lo hizo con absoluta maestría —de manera exhaustiva—, al igual que Michael Brecker y tantos otros grandes artistas que admiramos. Debemos inspirarnos en ellos.

  1. ¿Qué lugar ocupa hoy la identidad brasileña en el panorama global?

Creo que la identidad brasileña ya está plenamente consolidada en el imaginario colectivo del mundo —mucho más allá del Carnaval, Carmen Miranda o Pelé.
Especialmente en lo que respecta a la cultura. Dondequiera que voy, encuentro personas que conocen y admiran la obra de Niemeyer, Lina Bo Bardi, el cine brasileño, Luis Fernando Veríssimo, Machado de Assis y Clarice Lispector.
Aquí en Nueva York, por ejemplo, Lispector es un verdadero fenómeno.
La música brasileña, sin duda, se ha convertido en una de las principales escuelas del mundo, junto a la música estadounidense.
Hoy ya no se resume a la bossa nova. Caetano Veloso es un ícono en cualquier lugar, así como Gilberto Gil, Milton Nascimento, Djavan, Os Mutantes, Novos Baianos, Gal Costa, Edu Lobo, Chico Buarque, Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Guinga, Lenine y tantos otros.
Hay toda una nueva generación de música brasileña ya consolidada internacionalmente, con la cual el público se identifica tanto como con Tom Jobim y João Gilberto.
La cultura es, y siempre será, lo que distingue a un pueblo de otro. Es a través de ella —de la gastronomía, las costumbres y la forma en que nos relacionamos— que nos reconocemos como parte de un lugar.
En el caso de Brasil y del brasileño, hay una forma de ser que parece encantar al mundo: un espíritu festivo y alegre, incluso ante las dificultades y desafíos del país. Siempre que digo que soy brasileño, la gente sonríe —casi en cualquier lugar del planeta.

  1. ¿Qué te gustaría que las personas sintieran al escuchar una canción tuya?

Me gustaría que las personas sintieran un poco de lo que yo siento al componer —y también al escuchar mis propias músicas.
Una vez oí al gran trompetista estadounidense Wynton Marsalis decir que el oyente más importante es el propio músico que interpreta.
Cuando él se emociona, el público inevitablemente se emociona también.
La conexión entre el artista y el público nace precisamente de esa emoción compartida.
Alegría, miedo, ternura, rabia, soledad, pasión, júbilo: la música puede despertar una infinidad de sentimientos que, cuando se viven en conjunto, se potencian.

  1. Has viajado con tu música a distintos países —¿percibes diferencias entre los públicos según el lugar? ¿Hay algún sitio donde hayas sentido una conexión especial?

Sin duda. Cada público es único, dondequiera que uno vaya.
Tengo un cariño especial por el público europeo, siempre muy respetuoso. Holanda, Alemania, Italia y España —todos tienen características propias y son especiales a su manera.
El público estadounidense es exigente, pero también muy cálido, y me encanta tocar aquí, especialmente en Nueva York.
En Japón, el público es extremadamente respetuoso y, al mismo tiempo, muy afectuoso.
El público latinoamericano, como el de Ecuador y Uruguay, es entusiasta y vibrante, igual que el brasileño.
Y, por supuesto, tocar en Brasil siempre es algo distinto: es estar en casa. Eso hace que cada presentación sea especialmente significativa.

  1. Si pudieras elegir hoy a alguien para compartir el escenario o colaborar, ¿quién sería y por qué?

He tenido la suerte de tocar con algunos de mis ídolos, como Herbie Hancock, Ron Carter, Brian Blade, John Patitucci, Plácido Domingo, João Donato, Johnny Alf, Brad Mehldau y Kathleen Battle…
Pero sería un sueño poder colaborar algún día con Pat Metheny. Nos conocemos, hemos hablado muchas veces, pero aún no ha ocurrido.
Metheny, sin duda, es el guitarrista que más ha influido en las generaciones posteriores. Es un artista visionario que sintetiza, como pocos, el espíritu del jazz al transitar entre géneros con libertad y profundidad.

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