Samir Delgado (Canarias, 1978) Poeta y crítico de arte, Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Laguna y Máster en Bellas Artes en la Universidad de Castilla-La Mancha. Es autor de libros de poesía como “Banana Split”, “Galaxia Westerdahl”, “Las geografías circundantes”, “Pintura número 100”, “La carta de Cambridge” y “Jardín seco”, dedicado a la pintura del artista Fernando Zóbel que actualmente se expone en el Museo de El Prado en Madrid. Fundador del Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas en Tenerife, ha recibido reconocimientos como el Premio Antonio Machado, Premio Luis Feria o Premio Tomás Morales. Integra la redacción de la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares y es miembro del proyecto “Leyendo el turismo” junto a David Guijosa y Acerina Cruz. Forma parte de la Audioteca de Literatura Canaria Actual del Gobierno de Canarias y es beneficiario de la beca de Movilidad Internacional para Autores Literarios del Ministerio de Cultura.
P- ¿Despertó su vocación alguien o algo en particular?
R- La literatura es una necesidad vital cuando se asume como un derecho de ciudadanía, a los diecinueve años comencé a escribir a la luz de la vela en mi habitación de estudiante de filosofía en el viejo campus central de La Laguna, una ciudad que a finales de los 90 todavía disfrutaba de la atmósfera alternativa de las luchas estudiantiles. La universidad me regaló un espacio generacional donde convivíamos jóvenes de todas las islas. Eran los tiempos de auge del EZLN y de Manu Chao, de la antiglobalización, hubo muchas plataformas ciudadanas en defensa de la ecología y participé en las movilizaciones por la paz y contra la guerra de Irak. Vivir la universidad a pleno pulmón fue mi mejor experiencia y del compromiso social transité a la creación literaria como un paso natural. La literatura de las islas es un acelerador de partículas para la utopía de un mundo mejor, yo provengo de una ciudad turística del sur de Canarias donde el “Quijote” llegó a la biblioteca pública muy tarde, y a pesar de todo los libros fueron una salvación. Incluso con veinte años tuve la suerte de conocer a Isaac de Vega, el escritor fetasiano, que me animó a seguir leyendo y ser un autor, busqué todos los bustos de los poetas laguneros que hay en la ciudad y a investigar sobre la poesía insular, asistía a presentaciones literarias en el Ateneo y mis primeros libros juveniles fueron escritos entre un ático lagunero y la casa de mis abuelos en Anaga.
P- ¿Qué influencia literaria ha tenido en sus obras?
R- Siempre me he declarado un “cronopio” militante, he sido lector de Julio Cortázar desde siempre y para siempre. La novela “Rayuela” me hizo cambiar la forma de ver el mundo, igual que Whitman o Lorca. Una noche de protesta y ocupación estudiantil del Rectorado universitario leímos “Poeta en Nueva York” en voz alta y aquello no se olvida. Recuerdo el descubrimiento de los “Campos de Castilla” de Antonio Machado y los primeros libros de literatura canaria que adquiría cada semana en la librería de ocasión “Tenifer”, la más parecida a las librerías de Zócalo en Ciudad de México donde he pasado mañanas enteras desde que llegué al país que ha sido mi nueva casa. Sin duda siento una predilección por la Generación del 27 y la literatura del exilio republicano, desde Max Aub a María Zambrano, también tengo preferencia por la literatura caribeña, últimamente leo mucha traducción de literatura norteamericana, aunque mis libros de cabecera y que colecciono desde hace años son de poesía canaria, de Manuel Padorno, Andrés Sánchez Robayna o Lázaro Santana, a quienes dedico mi tesis doctoral sobre el imaginario atlántico insular ya en curso.
P- ¿Qué importancia tiene Canarias dentro de sus publicaciones?
R- Las islas son de origen volcánico, su magia reside en lo inmemorial, haber nacido en Canarias representa un signo radical de cosmopolitismo, es nuestra mejor carta de presentación. No hay fronteras para la orilla insular, por ello desde el primer libro de poemas, titulado “Última postal desde Canarias” de 2006, entendí el designio de la teleología insular, como decía el poeta cubano Cintio Vitier, donde la literatura es una expresión de la conciencia de pertenencia a un espacio y su destino. Aquel volumen juvenil casi escrito en décimas y que se tradujo al portugués en Cabo Verde, fue una suerte de bautismo para dar el paso adelante como escritor, luego llegó un libro extraño dedicado al sur turístico, “Canarias al sur” muy barroco, que valió como exorcismo del mundo de los hoteles y del sol del turismo de masas que me marcó durante los primeros veinte años de mi vida. Gracias a esa experiencia, pude reconocerme en la generación de jóvenes autores de las islas que habíamos nacido en el sur, iniciando el periplo del proyecto “Leyendo el turismo” con David Guijosa y Acerina Cruz. Y más tarde encontré en el filón del diálogo poético con la pintura un camino para toda la vida, los museos se convirtieron en mi laboratorio de escritura, a “plein air”.
P- ¿Cómo define Delgado su estilo poético y cómo se diferencia de otros poetas contemporáneos?
R- Siempre he defendido la pluralidad y la diferencia como un valor de riqueza literaria, todas las voces y miradas tienen derecho a existir. Me reconozco deudor de la poesía insular, de la tradición vanguardista, creo en la legitimidad de todos los estilos sin ortodoxias y monopolios. Un libro de poesía es como un grito lanzado al espacio sideral, universaliza la belleza de las soledades compartidas. Aunque no siento especial inclinación por la confesionalidad monotemática, y tampoco frecuento la idea de cierta poesía hecha para y desde las redes, siempre abogo y felicito creación literaria de exploración y del conocimiento, de la corporalidad y de la ecología. Por mis valores de izquierdas me he interesado mucho por la literatura queer y decolonial, tuve por suerte una formación académica feminista, de ahí que cada vez madure más mi ideal de un activismo heterosexual en lucha permanente contra el patriarcado y el sistema, siempre he sido un evocador nostálgico de aquel París de mayo del 68, afín a la pintada y al adoquín que descubre las playas.
P- ¿Qué inspira a Delgado para escribir sus poemas? ¿Cómo se enfrenta al papel en blanco?
R- Sobre los procesos de escritura hay unas anécdotas que me parecen providenciales, cuando escribí el poemario “Galaxia Westerdahl” inspirado en el museo y la colección del crítico de arte Eduardo Westerdahl, recorté la imagen de todas las pinturas de un catálogo que reunía la obra de los artistas de todo un siglo, y escribía los poemas de cada cuadro durante semanas, como una baraja o un arcoíris de experiencias y sentidos, interiorizando las posibles panorámicas en diálogo con el imaginario artístico. Eran como nuevos paisajes, nuevos idilios, nuevas libertades necesarias. Así sucedió igual con el poemario dedicado a Manuel Millares, que publicó el Gobierno de Canarias en 2016, durante mi etapa de vida en Castilla-La Mancha, estuve meses visitando las arpilleras de Millares en un museo de Cuenca, todo nevado, me plantaba frente a los homúnculos y tomaba notas a mano frente a la mirada extrañada del vigilante, eran apuntes de sensaciones y recuerdos, llegué a tener pesadillas y no regresé hasta mucho tiempo después a la Sala Millares, ya con el libro en mano. Fue una reconciliación con las islas, y de igual modo, lo fueron los demás poemarios sobre artistas como César Manrique o Fernando Zóbel, cuadro a cuadro, poema tras poema, el puente creativo entre lo poético y lo pictórico prolongaba la experiencia de mirar el fuego o las estrellas, los cuadros son ventanas a nuestro propio yo, es el mundo y la vida.
P- Fue fundador del Festival 3 orillas, y del Tren de los poetas, ¿puede comentar ambas iniciativas?
R- En Tenerife, la referencia a la Revista Gaceta de Arte en los años de la II República y a la tradición surrealista ha tenido mucha influencia, en especial su ideario internacional, la idea de Westerdahl fue crear una residencia para escritores y artistas del mundo. A partir de ahí el Festival 3 Orillas empezó en 2007 como un proyecto de invitar a tres autores o autoras de los continentes, para reivindicar las islas como lugar de encuentro literario, así sucedió milagrosamente, gracias a un altruismo cultural, sin apenas apoyos institucionales, que nos visitaron personalidades como Aitana Alberti y poetas de Colombia a Nueva Zelanda, pasando por Marruecos con la experiencia de un poeta bereber en lengua amazigh, junto a voces actuales de literaturas como la vasca, con Kirmen Uribe, o la asturiana, con Xuan Bello, que nos brindaron oportunidad de conocer la cercanía y la magia de otros acentos y de idiomas. En 2013, tras mi viaje a Castilla-La Mancha, se inició el nuevo proyecto del Tren de los poetas que era un homenaje a los escritores y las escritoras que viajaron desde América Latina para asistir en 1937 a un congreso de solidaridad con la República, en plena guerra civil. Hubo un viaje en Tren donde coincidieron Neruda, Octavio Paz, César Vallejo y muchos más que se detuvo en la provincia de Cuenca, y así fue que en esa ciudad estuvimos programando durante varios años una visita mensual de poetas del mundo, que leían su obra en la biblioteca o en los institutos de bachillerato, el Tren de los poetas tuvo también su etapa en México, y ha sido un proyecto de futuro para el fomento de la lectura en ambas orillas. De esos antecedentes nació hace un año la Poeteca en la ciudad de La Laguna, coordinada por el escritor Ramiro Rosón. Hay una colección de libros firmados por los autores de todos estos proyectos, algunos ya fallecidos, como el uruguayo Elder Silva o el senegalés Amadou Ndoye.
P- Con motivo de la exposición del artista Fernando Zóbel en el Museo del Prado de Madrid, ¿nos podría hablar de su libro “Jardín seco»?
R- La editorial Bala Perdida, dirigida en Madrid por Lorena Carbajo, publicó en 2019 el poemario “Jardín seco”, inspirado en la pintura del artista nacido en Filipinas, Fernando Zóbel. Fue el impulsor del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, que representó uno de los museos pioneros en Europa y que rompieron el silencio de la dictadura franquista. Ese libro es muy especial, un diálogo con los cuadros de Zóbel y con los paisajes castellanos, para su escritura dediqué varios años, investigando su obra en catálogos virtuales y visitando lugares de su trayectoria vital como Boston y los bosques y ríos de Massachusetts. El libro se presentó en más de veinte ciudades españolas, incluyendo una galería de arte en Italia, donde falleció el artista en 1980. En 2024 es el centenario de Zóbel y el libro tiene mucho futuro, se están traduciendo poemas al inglés o el italiano, y mi deseo es poder presentarlo en Manila algún día. El estímulo y fomento de la pintura de Zóbel está de moda, gracias a la dedicación de críticos de arte como Alfonso de la Torre, autor del prólogo del libro y del Catálogo Razonado del artista que se presenta en febrero de este año, la obra de Zóbel está siendo redescubierta, también gracias al papel de la Fundación March y la Ayala Foundation, en la actualidad su pintura está protagonizando una exposición en el Museo de El Prado. Es el misterio de la pintura, su luz proviene de lejos, hay poemas del libro que nacieron de la experiencia de visitar su tumba en el Cementerio de Cuenca y el río Júcar atraviesa el poemario de principio a fin.
P- ¿Qué influencia tiene el arte abstracto en Samir Delgado? ¿Nos podría hablar de la influencia de la pintura contemporánea dentro de la escritura poética en sus trabajos?
R- Hay un vínculo histórico entre las pintaderas aborígenes y los yacimientos arqueológicos del neolítico con la abstracción artística contemporánea, lo dijo el poeta Juan Eduardo Cirlot. Si contemplamos una pintura de Antoni Tàpies, pintor al que han dedicado poemas autores como José Miguel Ullán o Andrés Sánchez Robayna, encontramos un signo y una huella universal. Sucede igual con la abstracción en esculturas de Martín Chirino, o en cuadros de artistas interesantísimos como Esteban Vicente, el único español de la generación de Nueva York, las pinturas abstractas cumplieron el designio de expresar la libertad individual y también el imaginario colectivo de una civilización en crisis. En mis libros de la serie dedicada a la pintura hay un sentido de búsqueda, la idea de la urgencia del aura, los cuadros son los últimos paisajes en un momento de la historia en donde está en peligro la propia mirada. El impacto de la pantalla en las nuevas tecnologías y el consumo global de todo lo vivo están generando un tiempo de incertidumbre desconocido, de ahí que la pintura y los museos los entienda desde la escritura poética como un espacio vital de resistencia cívica, donde tanto la memoria de la naturaleza sobreviviente y la historia del ser humano nos interpelan desde un silencio nuevo. Ahora trabajo intensamente en un libro sobre Antonio Saura y la herencia reciente del colapso por la pandemia, y estaré en Nueva York en primavera, volveré a las islas siempre.